Gracias a los medios, formatos y canales digitales; resulta cada vez más simple publicitar, posicionar y vender ideas, personajes y posturas políticas; basada en la construcción de “mayorías”, la democracia no ofrece garantías de calidad sino de agregaciones, las que pueden armarse sobre fundamentos básicos, simples y primitivos.
Contrario a lo que el ego ciudadano pudiera argumentar; la sociedad dejo de debatir en torno a argumentos, datos, hechos, proyectos, visiones y perspectivas para focalizarse ahora en arranques, caprichos, modas y reacciones.
Dicha involución y retraso es evidente a la luz de los “liderazgos”, noticias, prioridades y temas de índole política que reflejan la pobreza, decrepitud y trivialidad en que ha caído todo lo relativo a esta actividad.
En buena y significativa medida, esto se explica porque la emoción se impone a la razón; lo inmediato se superpone a lo trascendente y la capacidad crítica y analítica quedan sujetas a tendencias y percepciones.
Actualmente hacer propaganda es ir por el control y la influencia en las emociones de lXs electorXs. Ya no se trata solo de investigar segmentos de mercados, sino que podemos crearlos a partir de diseminar actitudes, sembrar diferencias, así como detonar y explotar sus “sentimientos”, “sensaciones” e “impresiones”.
Soledad, depresión, sumisión, envidia, alegría, conformismo, felicidad, realización, cinismo, indolencia, narcisismo, diversión, indiferencia, asombro, nostalgia, armonía, abandono, fastidio, impotencia, aceptación; todas y muchas más son susceptibles de crearse, implantarse y contagiarse por medios digitales.
Llegarle a la gente, moverla, motivarla es ahora complejo en la vida real porque es en las redes donde han encontrado su avatar, donde escriben y llevan el registro de sus vidas, relaciones y actividades y ahí se desarrolla su “personalidad”; “carácter”; “estilo de vida” y hasta sus “ilusiones, fantasías y sueños”.
Gracias a las redes es muy fácil acceder a comunidades, influencers y todo tipo de contenidos a través de los cuales podemos sembrar “hechos”; “rumores”, “noticias”; “consejos” y hasta “milagros”; viralizarlos y darles credibilidad con fines electorales, solo basta darles un número de likes, thumbs up, suscripciones, comentarios, replicas o secuela suficiente.
Las emociones de lxs sufragantes predominan en la selección de la información, estímulos y materiales que seleccionan, les prestan atención o simplemente divulgan y “validan”; las redes crean la fantasía de que todo el “mundo” se “conecta” solo para saber si estamos “bien” se interesa por lo que queremos, comemos y hacemos.
La vida, la amistad, la historia, la realidad tangible y hasta la propia existencia se volvieron tan banales, inmateriales, superfluas y digitalizadas que pueden ser construidas de manera artificial y sustituir lo objetivo, material y sustantivo.
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El flujo de información es descomunal, todo cuenta y apoya para que las herramientas de la propaganda se pongan en acción; podemos crear narrativas, discursos, réplicas, relatos y descripciones haciendo uso de los datos que emiten tus reacciones, micro-expresiones, gesticulaciones, vocabularios, velocidad con que replicas, seguidores, sitios que frecuentas, horarios, palabras, frecuencias respiratorias y cardiacas, temperatura, comunidades, grupos y sociogramas, entre otras.
No importa donde estés ni que dispositivo utilices, hoy existen todos los recursos para integrar enormes bases de datos y hacerte sentir “olvidadX”, “enojadx” o “tranquilx”; tú lo escribes, usas un emoticón, pero nosotros lo registramos, lo validamos, lo cruzamos y analizamos.
No te extrañe que de pronto recibas “información” que te induzca a la política desde lejos; que te fastidie usar tu automóvil propio, que te sientas perdidX, que focalices tu envidia y coraje sobre quien se atraviese o que -de plano- seas indolente o indiferente ante el aumento de la criminalidad, los feminicidios o la carencia de agua.
Mientras recibas tu dosis de humor, consejos, buena vibra, curiosidad o accedas a la vida y viajes de tus influencers favoritos, olvídate de lo demás; no formes una opinión propia, para eso están lxs “expertxs”; ¿a poco no has visto qué desde la cama, con poca ropa y en pose sugestiva sus “ilustraciones” y “opiniones libres y no pagadas” políticas son mejores que las de cualquier doctor en economía?
Los encabezados de notas “espectaculares”; “grandes resultados”; “cosas que nunca habían pasado” te inundarán para que al final no sepas que sucede; pero te quedes conforme, pasivX, sumisX. No pidas resultados, no analices, no discutas, no marches, no manches, no seas impaciente; no destruyas la “armonía” social.
Las redes permiten crear fantasías y fantasmas; aplazar expectativas, condicionar los reflejos ciudadanos; construir pesadas lapidas de impotencia e indolencia, “héroes” sin hazañas ni habilidades; hasta implantar un modelo de “cuidadanx”; para eso sirven los calificativos, las categorías, las etiquetas y ahora las redes pueden imponerlas en tiempo real.
Rechazo por determinado actor, grupo o partido político, corruptos, abandonados, los que no trabajan, la grilla digital teje sus redes para que tú los pongas en la casilla de tu preferencia.
Los principios ideológicos, la visión, los proyectos, los resultados concretos no duran tanto como una emoción bien simulada; hasta simpatía, empatía, devoción, patriotismo, honestidad pueden implantarse en una sociedad propagandísticamente inmunodeprimida.
Nuestros sistemas de respuesta y acción están sujetos y condicionados por reflejos, instintos, impulsos, hábitos, costumbres.
Toda una reputación puede ser sujeta a cambios digitales con los recursos adecuados; cualquier cosa puede hacerse en el metaverso emocional.
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