El presidente Gustavo Petro, en enero de este año, cuando era candidato, aseguró que en su gobierno trabajarían por profesionalizar el servicio diplomático en Colombia y procurarían que la mayoría de los nombramientos fueran de carrera diplomática.
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Álvaro Leyva, el canciller, en esa misma línea, aseguró a inicios de agosto: “Los cargos en el exterior serán provistos preferencialmente con funcionarios de la carrera diplomática. Si no, ¿para qué existe?”.
No obstante, el escenario que hay al cierre de este año no es una muestra de esas promesas.
Así lo confirman datos que, con un derecho de petición enviado a la Cancillería, obtuvo EL TIEMPO. La entidad constató que desde el 7 de agosto –cuando se posesionó Petro– hasta el 12 de diciembre, 20 embajadores habían sido nombrados por el jefe de Estado.
En total, según constata la respuesta del Ministerio de Relaciones Exteriores, el país tiene 63 embajadas. Es decir que, tras cuatro meses en el poder, el Gobierno solo ha cambiado el 31,8 por ciento de los embajadores que mantenía la administración del expresidente Duque.
Si bien esto puede ser normal mientras se inicia una nueva administración, analistas y expertos coinciden en que para un gobierno como el de Petro, el cual llegó al poder con la promesa del cambio, esta demora no es estratégica para su plan de política exterior.
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Una cifra que llama la atención es que según la Cancillería, con fecha de corte al 12 de diciembre, 16 embajadores no tienen carrera diplomática y de estos 12 han sido nombrados por Petro. Los otros cuatro vienen de la Presidencia de Duque.
Se trata de los embajadores Luis Ernesto Vargas, ante la Organización de Estados Americanos; Eduardo Ávila Navarrete, en España; José Noé Ríos, en Cuba; Luis Gilberto Murillo, en Estados Unidos; Leonor Zalabata, ante la Organización de las Naciones Unidas; Elizabeth García Carrillo, en Bolivia; Narda Paola Bernal, en Noruega; Ligia Margarita Quessep, en Italia; León Fredy Muñoz, en Nicaragua; Armando Benedetti, en Venezuela; Luis Fernando Sierra, ante la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde), y Camilo Romero, en Argentina.
Y aunque la Cancillería no los incluyó porque están designados pero no posesionados, a esta lista también se unen Juan Manuel Corzo, quien va para la embajada en Paraguay, y Moisés Ninco Daza, para la de México. Así que en realidad son 14.
¿Es un problema que no todos sean de carrera?
La carrera diplomática la puede realizar cualquier colombiano, sin importar su profesión. Eso sí, tiene que tener un título universitario. Debe hablar y escribir un idioma además del español; tener definida su situación militar y no tener doble nacionalidad.
Estos requisitos son indispensables para ingresar al concurso público, el cual incluye tres etapas: la inscripción, pruebas escrita y psicotécnica y, finalmente, una entrevista.
Jhon Alexánder Quintero, vicepresidente de la junta directiva del sindicato gremial de la Cancillería (Unidiplo), explica que todo el proceso hace que llegar a ser embajador tome hasta 25 años. Por lo que, al ver lo que está pasando, pide respeto por la carrera.
En diálogo con EL TIEMPO, Quintero asegura que esperan que el presidente Petro cumpla la promesa que les hicieron de que al menos el 50 por ciento de los embajadores serán de carrera.
Eso, hasta ahora, va quedado si se tienen en cuenta las designaciones de esta administración: 60 por ciento de los nombramientos no son de carrera. Pero confían en que aún hay tiempo para reducir ese porcentaje y darle la vuelta a la situación.
“Todos los años mostramos nuestra idoneidad con los exámenes para ascender. Por eso es tan importante este respeto, para que el servicio exterior sea para los que prueben su mérito y no que obedezca a intereses clientelistas”, expone.
Quintero, además, menciona que en la actualidad hay 87 funcionarios de carrera que tienen el rango de embajador: “Suficientes para ocupar las embajadas que hay”.
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Todos los años mostramos nuestra idoneidad con los exámenes para ascender. Por eso es tan importante este respeto
La profesora e investigadora asociada del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes Sandra Borda, sin embargo, advierte que no se puede aspirar a que el 100 por ciento de los embajadores sean de carrera porque eso implicaría un problema para el jefe de Estado. “Le quitaría margen de maniobra para transformar la política exterior”, dice.
En este mismo sentido opina Mauricio Jaramillo, doctor en Ciencia Política y profesor de la Universidad del Rosario. “No todos pueden ser de carrera porque se requiere preservar la coherencia ideológica. Ahí, Petro busca quienes hablen el mismo código progresista. Por ejemplo, Camilo Romero, en Argentina, eso lo cumple”, explica.
Los tres indican que el verdadero problema radica en escoger a personas que no son idóneas. Más aún teniendo en cuenta cuánto le valen estos cargos al Estado. Según datos proporcionados por la Cancillería, el sueldo de cada embajador se compone de una asignación básica de 4.528 dólares y una prima especial de 6.953, lo que a la tasa de hoy (4.732 pesos) suma 21’426.496 pesos.
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Ahora bien, escoger a funcionarios sin experiencia también implica un riesgo para los objetivos de la política exterior, dice Borda. “En el tema de América Latina, la prioridad de Petro es acercarse y gestar formas de acción colectiva, pero es la región en donde menos nombramientos de carrera o de personas idóneas ha hecho. Es un riesgo”, sostiene.
A pesar de este panorama, Jaramillo resalta que no todos los nombramientos han sido malos. Incluso dice que los embajadores lo están haciendo bien, pero hay excepciones. Cataloga como un acierto las designaciones de tres embajadores que no son de carrera: Murillo, en Estados Unidos; Zalabata, en la ONU, y Benedetti, en Venezuela.
“La política exterior está más o menos funcionando, pero entiendo el desconcierto porque se esperaba mucho de este gobierno que ha incurrido en prácticas que criticó en otras administraciones”, asegura Jaramillo.
Entre los desaciertos incluye a Corzo, el exsenador conservador que se hizo famoso por decir que su sueldo de congresista no le alcanzaba para la gasolina. También menciona a Ninco, pues se critica que no haya culminado sus estudios universitarios. Otro nombramiento que ha generado polémica es el de Quessep, por su cercanía con la primera dama, Verónica Alcocer.
Por otro lado, a Borda le llama la atención que con el enfoque feminista que se le ha dado desde el Ministerio a la política exterior, de 20 nombramientos solo siete son mujeres. “Si uno tiene una política de seguridad feminista tiene que apuntarle a dos cosas: uno a la paridad y dos a que las mujeres que nombran no sean solamente mujeres, sino que sean defensoras de los derechos de las mujeres”.
La docente expone que una política exterior con este enfoque implica que esta se utilizará para avanzar en el tema de la igualdad de género a nivel internacional, pero se cuestiona: “¿Cómo van a hacer eso si toda la gente a la que están nombrando no tiene ni el más mínimo contacto con las agendas de género?”.
¿Qué hacer para profesionalizar el servicio diplomático en Colombia?
Jaramillo expone que en Colombia no se ha logrado profesionalizar el servicio diplomático por tres problemas. El primero tiene que ver con el presupuesto que se le asigna al Ministerio de Relaciones Exteriores. “Este ha crecido, pero no es suficiente como para pensar que la gente que hace carrera pueda suplir todos los puestos, como pasa en Brasil, donde tienen un presupuesto mayor porque para ellos, históricamente, la política exterior es importante”.
El segundo inconveniente, dice, es cultural. Explica que en Colombia, a lo largo de los años, ha sucedido un fenómeno que es propio de acá y ajeno a la región: usar la Cancillería como “caja menor para pagar favores políticos con embajadas o nombrar a generales retirados como forma de agradecimiento. Eso ha sido muy problemático”.
Por último, afirma Jaramillo, Colombia es un país muy “ensimismado”. Eso hace que en el país la política exterior no sea la mayor de las prioridades, pero de un tiempo para acá sí ha tenido más espacio en la opinión pública. Esto, en parte, por el control que le han hecho algunos congresistas a los nombramientos.
Para el vicepresidente del sindicato de la Cancillería, uno de los aspectos en los que debería fijarse este Gobierno para solucionar esta problemática es darles prioridad a los funcionarios que ya han hecho la carrera y que están disponibles para ser nombrados.
“Esta es una carrera que tiene una vocación de vida, en la que nos especializamos en diferentes áreas de las relaciones bilaterales para prestar un mejor servicio profesional y saber defender los derechos de los colombianos en el exterior”, enfatiza.
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Esta es una carrera que tiene una vocación de vida
Ahora bien, Quintero hace referencia al Decreto Ley 274 de 2000, que regula el servicio exterior en Colombia. En el artículo seis se establece que el 20 por ciento de los embajadores tiene que ser obligatoriamente de carrera diplomática.
Pero para él, ese porcentaje debería ser un piso y no un techo. En eso mismo coincide Borda.
Ambos consideran que para profesionalizar el servicio en el país se deberían hacer más esfuerzos para que los nombramientos de carrera sean más del 20 por ciento que dice la Ley.
“El arreglo que hay hoy es muy poquito. Lo ideal sería tener gente de carrera, casi que un 50 por ciento, y el resto que sea gente que, incluso puede ser un político, pero lo importante es que sean personas que tengan al menos algo de experiencia en esto”, concluye la docente.
Con este panorama, el reto que le queda ahora al Gobierno es cumplir la promesa de profesionalizar el servicio. Mientras eso sucede, desde Unidiplo ya alistan demandas contra personas que “no pertenecen a la carrera diplomática y consular, sin cumplir los requisitos de ley, y sin tener en cuenta que hay funcionarios de la carrera para ocupar los cargos”.
Aura María Saavedra Álvarez
REDACCIÓN POLÍTICA