Calma Chechu son Cecilia Mallardi y Alejandro Alloco, un matrimonio absolutamente compenetrado que llegó hace dos décadas a España “con una mano delante y otra detrás”, aseguran. Pronto se atrevieron a conectar una pasión por los muebles que les venía de lejos, con la innata y rebosante creatividad de Cecilia, una incansable creadora que se guía por sus sensaciones y nunca por las normas. Trabajadora compulsiva, su cabeza siembre está en ebullición y elige siempre los mejores artesanos para dar vida a sus diseños. Entre ellos sus famosas sillas, convertidas en la pieza insignia de la marca.
- Llegaste al mundo de la decoración un poco por casualidad, ¿no?
- Exacto, llegamos de casualidad, por esas cosas que pasan en la vida. Es verdad que a mí siempre me gustó la decoración. En mi casa de Argentina siempre tenía muebles bonitos y restauré todas las puertas, cuando aún ni sabía que acabaría dedicándome a ello. Mi abuelo era carpintero, y será por eso que siempre me gustó trabajar la madera. Cuando decidimos venir a probar suerte a España vendimos todo.
- De Argentina llegas a Marbella, ¿por qué decidiste salir de tu tierra?
- Habíamos estado de viaje de novios por Europa y nos quedamos prendados. Soy re-argentina pero la situación allá era complicada, teníamos el corralito que no nos dejaba vivir. Fuimos a parar a Marbella, ya que Alejandro tenía trabajo allí, así que decidimos instalarnos en esa ciudad. Una amiga me ofreció un puesto de recepcionista, y en general chica para todo, en un almacén de muebles procedentes de Indonesia. Vendía tanto cada día -y de verdad que no exagero- que el propietario se percató pronto de mis dotes comerciales y me propuso vender a los hoteles de Marbella, dándome una comisión. Recuerdo que solo con una visita al Hotel Fuerte vendí la friolera de 400 sillones. Pero cuando el jefe tuvo que pagar las comisiones, era tal nivel de ventas que, no le vino bien hacerlo. Por eso un buen día decidí dejarlo y empezar de cero. Así llegamos a Madrid.
- ¿Y qué tal fueron los comienzos en Madrid?
- Siempre me ha gustado esta ciudad, y aquí sigo -se ríe-. Mientras trabajaba me apuntaba a cursos de monólogos porque no quería dejar de lado mi pasión por el teatro, que desarrollé ligeramente durante la etapa de Marbella. Confieso que el primer negocio en la ciudad no salió, por la crisis del 2008 y que mi socia entró en pánico. Ese fue el punto de inflexión: debía decidir si cortar para siempre y dedicarme al teatro o seguir insistiendo en el mundo de la decoración. Tuve el presentimiento de que iba a salir bien, que era el momento, y decidí probar un año sola. Quería explotar una parte mía que con socios no podía. Entonces nació Calma Chechu.
- ¿Te acuerdas de cuál fue tu primer diseño?
- Por supuesto. Fue la silla de hierro. No había hecho nunca un mueble, y tuve la enorme suerte de que me encargaran esas sillas unas interioristas que trabajaban para los restaurantes de Larrumba, concretamente para Perrachica. Luego vinieron las mesas y todo eso nos dio fuerzas para seguir.
- Pero ¿cómo llegan a ti esas interioristas?
- Habíamos puesto un puesto en Moda Shopping y pasaron Carmen y Elena, las dos interioristas de Grupo Singular. Se animaron a venir a conocer nuestro pequeño taller, y me encargaron 90 sillas que, recuerdo, pinté yo sola a mano, ¡qué estrés! Aprendí a hacer el envejecido en modo exprés. Gustó tanto que empezaron a encargarme más cosas para otros locales del grupo.
- ¿Y, ¿qué vino después?
- Mientras, me iba haciendo clientela particular de otros negocios. Como Desigual, que nos contrató para montar un chiringuito de playa en Callao; o un chiringuito de Ibiza que necesitaban amueblar la terraza, o un superhotel en República Dominicana. Poco a poco me fui dando cuenta que me gustaba más el trato con el cliente particular, y fuimos aparcando el mundo de la hostelería. Nos fue tan bien que empezamos a ampliar, nos mudamos de taller, compramos máquinas, etc. Desde que abrimos el taller todo ha ido para arriba y, gracias a dios, no ha parado. Clientes particulares, algún famoso… por ejemplo, Samantha lo sacó en sus redes y eso nos ayudó todavía más. Aunque debo decir que crecimos mucho de particulares a base del boca oreja.
- Entonces, en tu caso, ¿las redes sociales os han ayudado?
- ¡Claro! Soy partidaria de las redes, pero no creo que tenga que ser lo principal. No puedes depender solo de eso. Pero ahora que están cambiando las redes tanto ya no sé qué contestar. La visibilidad que tengo ahora no tiene nada que ver con la que tenía antes, por el algoritmo. Creo que es un momento para mí muy importante para volver al contacto humano, hay que hacer que las marcas crezcan o se mantengan a partir de algo real. En mi caso, vendo por Instagram, pero me parece más esencial tener una tienda – taller de cara al público, la gente necesita palpar el producto.
- Y, ¿de qué te sientes más orgullosa?
- El gran acierto fue haber apostado por el textil, las sillas y su tapizado. Sobre todo haber hecho de una silla, la retro, una silla común de oficina de los años 50; ese ha sido mi gran logro. La encontré tirada en un contenedor y pensé en tapizarla para darle un estilo más glamuroso. ¡Coger un mueble y darle esa vuelta es lo que triunfó!
- ¿Cómo es un día en Calma Chechu?
- Todo en Calma Chechu es una unión de personas, porque es una marca cien por cien humana. No puedo tener un proveedor o un artesano que me caiga mal, porque si hago algo con alguien, es porque lo siento. Fíjate que le di despedí a un proveedor porque era machista. En Calma Chechu somos una gran familia, y sin ellos no podemos subsistir.
- ¿De dónde viene el nombre?
- Chechu es el diminutivo de Cecilia en Argentina. Y Calma es lo que yo me digo cada día de mi vida, es como mi mantra. Creo que el nombre ha sido un acierto ya que todo el mundo se acuerda siempre y además es original.
- ¿Hay alguna parte del mobiliario que todavía se te complica?
- Sin duda, lo relacionado con la madera. Me gustaría hacer una silla entera de madera, pero todavía se me hace grande. Porque lleva mucho tiempo, es caro y no hay mucha mano de obra. Hay pocos talleres, cada vez menos. Aprovecho aquí para hablar de un tema que me preocupa, como es que la gente joven no quiere aprender los oficios. Por eso los artesanos van desapareciendo.
- ¿Son tuyos los estampados?
- Si, si, los diseñamos. Luego me busco los mejores editores textiles de España. No tengo telas comunes. Como no procedo del mundo del diseño, cuando pienso un mueble me lo imagino en el ambiente en el que va a estar, y a partir de este punto visualizo cómo va a ser.
- ¿A quién te gustaría ver con una pieza tuya en su casa?
- Isabel Coixet. Lo mismo lo lee y me llama… ¡Me encanta esa mujer! Maribel Verdú tiene la mitad de su casa decorada con nuestros diseños, y el actor Paco León también tiene varios modelos. Pero lo que de verdad me fascina es cuando viene un cliente normal al showroom de Tetuán porque ha estado ahorrando para comprarse la silla. Eso me vuelve loca y me hace sentir especial.
- ¿Hay algo con lo que no puedas trabajar? Nos referimos a un color, un estampado etc…
- Sin dudarlo, Polipiel y el leopardo. No están hechos para mí.
- Y un color que te encante y otro que no sea de tu gusto son…
- El amarillo me encanta. El lila no me gusta.
- ¿Tienes algo con lo que te hayas estrellado?
- Me estrello con cosas que no hago yo. Yo no tengo stock. Trabajo bajo pedido, por eso es difícil estrellarte. Compré cosas de oficina y no se vendieron porque no son mías. Yo vendo mi producto, y casi todo se vende. Los cojines, por ejemplo, funcionan muy bien.
- Para terminar, un objetivo a corto plazo es…
- Convertir el showroom en un lugar de encuentro físico. Necesitamos juntarnos, abrazarnos, no tanta cosa virtual. Ahora solo vengo con las citas previas y quiero abrirlo para que circule la energía de las personas, convertirlo en un espacio de encuentro, darle un carácter social. Sé que va a funcionar.