El martes fue el día de la comedia en tuiter. Al menos en esa porción de la red en la que nos conectamos y maldecimos los venezolanos. Las denuncias sobre la supuesta estafa con el Comedy Monsters Club generaron una enorme cantidad de interacción que seguramente no cesará en lo que resta de semana. Hoy, de hecho, Bobby Comedia está en la lista de las “tendencias”.
Bobby Comedia -ingeniero, comediante y empresario de la comedia- es en este momento el foco de odios y burlas: en las denuncias que circulan por tuiter se dice que se habría embolsillado una cantidad importante de los fondos del CMC. Bobby –obviamente este es su nombre artístico- fue uno de los fundadores de este proyecto de club de comedia basado en NFT que nació en 2021. Sus socios en esto eran un tipo al que mencionan solo como “JD” y David Roa: ambos se identifican como “cripto entusiastas” y también se supone que se llevaron sus tajadas de la “wallet”.
La base de las denuncias la sostienen dos usuarios de tuiter identificados como @epodotcom y @RAMXxElDSiempre, ambos, según se ve, muy metidos en ese mundo ajeno de las cripto y los NFT’s. La verdad es que uno los lee y no entiende gran cosa más allá de que un grupo de personas pagó hasta 500 dólares por un dibujito digital de un monstruo para hacerse miembros de un club que les prometió actividades especiales, videos, encuentros virtuales y hasta entradas para shows. En paralelo, se suponía que esa ilustración por la que pagaron podría revalorizarse en el tiempo y que habría gente tan interesada en formar parte de esa comunidad que estaría dispuesta a pagar más del valor original del dibujito… es decir, estamos hablando ya de un mercado especulativo.
Pero el club se echó un frenazo, la sociedad se disolvió, Bobby quedó solo con sus monstruos, la plata se esfumó, las promesas no se cumplieron del todo y ahora los “mostricos” ya no tienen valor.
Eso es más o menos lo que entendí. Aquello es una cosa en la que cada tres líneas debes buscar en Google porque te pierdes entre el mint, los ETH, los wallets, los folders, el rugpull y el roadmap, que es lo único que te queda claro porque hay –mira tú- un dibujito que lo muestra en cinco pasos.
Le pedí a un economista -que tiene la costumbre de explicar cosas en tuiter- que me iluminara con su esclarecida sapiencia, pero me rebotó: “Por más que he tratado de entender la lógica de los NFT, he fracasado. Pero la idea de darle rial a un comediante a cambio de humo, no me parece sana”.
El pana economista conectó con el espíritu de muchas de las críticas de los primeros asomados a la tendencia en tuiter: que si se trata de un comediante, que por qué le das tu dinero a alguien que se hace llamar “Bobby Comedia” y que te vendieron humo. Pocos evitaron la tentación de ensayar algún chiste al respecto, pero concentraron su mala leche en el hecho de que hubiera un comediante involucrado en el asunto.
Y sí, estas cosas de NFT son humo. O pueden transformarse a ese estado gaseoso en cualquier momento porque el humo forma parte de sus moléculas. Y si aceptaste invertir dinero en eso, en entregar 500 o más dólares por una imagen digital a gente cuyos nombres reales ni siquiera conoces bien; si aceptaste participar en un negocio especulativo, perder siempre fue una posibilidad. Una muy grande, además. Y en este caso de «finanzas descentralizadas», ante quién vas a poner la denuncia. ¿Cuál es el organismo regulador de estos negocios?
Sería muy curiosa la escena de acudir a la policía: «señor agente, compré un monstrico, que es un dibujo, que no existe en el mundo material, pagué 500 dólares y esa gente se quedó con mi dinero». ¿Cómo sería un acta policial? ¿Qué cara pondrá el señor agente?
Ayer, 13 de diciembre, Bobby Comedia difundió un comunicado que –hay que decirlo- no está del todo bien logrado. Pero allí explica que la cuenta de tuiter del CMC fue “hackeada” desde el sábado 10; cuenta que el 9 de noviembre la sociedad original –uno se encargaba de las finanzas, el otro “del tema NFT/Web 3 y yo de la comedia”- se disolvió y quedó él al volante del proyecto que ha seguido –es lo que afirma- cumpliendo con los pasos del mapa de ruta. En esas líneas no hay nada acerca de los fondos, de las wallets, de las acusaciones: cero. Lo que sí afirma es que el proyecto sigue en marcha. Pero no le creen.
Y por supuesto, en tuiter le han seguido dando duro. No solo a él: también a sus colegas de oficio que alguna vez lo tuvieron como invitado en sus podcasts para hablar del entonces naciente CMC.
Otro personaje de la comedia que hoy –miércoles- está en las tendencias es El Conde del Guácharo. Ayer circuló en tuiter un clip de su participación en el programa de radio de Shirley Varnagy en el que reconoce que está considerando la opción de lanzarse como candidato de la oposición.
Por alguna razón, su nombre ha estado apareciendo en sondeos de opinión con apreciaciones favorables incluso por encima de todos los posibles aspirantes de la oposición y hasta del chavismo. Solo Rafael Lacava y la memoria de Chávez lo superan. Esto no es un NFT, pero bien podría ser humo también. Y en el mundillo de “tuiterzuela” parece que muchos están dispuestos a comprar la idea sin los pruritos del hate habitual contra los comediantes cada vez que la embarran.
Benjamín Rausseo, por supuesto, es un tipo apreciado por la masa: divertido, de una gran agilidad mental, exitoso en su carrera y en sus empresas. Y, como él mismo se ocupa de recordar cada vez que puede, es un hombre “estudiado”. ¿De verdad quiere meterse en ese paquete y echarse en contra al chavismo y a una parte de la dirigencia opositora? De momento, queda claro que coquetea con la idea. Si las encuestas le siguen favoreciendo y encuentra a un grupo de “holders” dispuestos a invertir en la idea, seguramente lanzará su imagen como el tan esperado outsider de la maltrecha política local. Pero habrá que esperar a ver si se cumple el roadmap de este otro “club” que podría capitanear un humorista. Humo es lo que abunda, pero no sabemos lo que hay detrás.