María José Díaz-Aguado lleva más de 25 años trabajando para buscar una vacuna que prevenga la violencia, pues esta lacra ataca al nivel de muchas enfermedades y lo hace, además, desde edades muy tempranas. España es, por ejemplo, uno de los países con más casos de acoso escolar en el mundo. Tal y como informa la ONG Bullying sin Fronteras, se contabilizaron 11.229 casos, más que de cáncer de estómago, hígado o páncreas.
Catedrática de la Universidad Complutense de Madrid de Psicología de la Educación y directora de la unidad de Psicología Preventiva, en su currículo acumula cargos como haber sido representante de España en la Comisión contra el Racismo y la Xenofobia del Consejo de Europa, dirigir la parte española de la investigación sobre las medidas para la erradicación de la violencia de género en la Unión Europa y ser la directora del último estudio sobre la situación de la violencia contra las mujeres en la adolescencia en España, del Observatorio de Igualdad. Ahora, todo su conocimiento lo plasma en un nuevo libro Prevenir la violencia educando en valores (Pirámide, 2022).
Como explica en él, éste un fenómeno interrelacionado. Por ejemplo, el acoso en la infancia está conectado con ejercer o sufrir violencia en la pareja más adelante, un tema que copa gran parte de su investigación. Este es un drama que, además, hunde sus raíces en la propia salud pública. Como clama la Organización Mundial de la Salud, la violencia de género afecta negativamente a la integridad física, mental, sexual y reproductiva de las mujeres.
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Por esta razón, la problemática ha llamado la atención de la epidemiología. Análisis científicos de la situación de la violencia de género en la Unión Europea cifran su prevalencia en un 30%, lo que significa que tres de cada diez mujeres verán mermada su salud por culpa de este problema. El asesinato es el último y más grave peldaño de la escalera.
La buena noticia es que los informes, al igual que la experta, apoyan la idea de que la violencia se puede prevenir. El problema es que las condiciones en las que la sociedad está envuelta: auge de nuevas tecnologías, crisis, inseguridad, etc., se traducen en que algunas están volviendo, como el racismo, y otras están creciendo, como el ciberacoso. Ante la oleada de las noticias terribles que nos han inundado los últimos meses, el asesinato de Irina y su hija Mariya o el suicidio de la pequeña Kira por el bullying que sufría, vale la pena leer estas líneas.
¿Se puede prevenir la violencia educando en valores?
Rotundamente sí. Y esta respuesta la daría no sólo una persona que lleva más de cuatro décadas investigando sobre cómo conseguirlo, comprobando que la educación ayuda a reducir la violencia. Cualquier otra persona, aunque esté muy alejada del ámbito educativo, responde casi siempre que la clave para erradicar problemas que nos conmueven y nos duelen, como la violencia racista, la violencia homófoba, la violencia contra las mujeres y el acoso entre estudiantes, está en la educación. Los seres humanos, de hecho, avanzamos en buena parte gracias a que somos una especie educadora.
En esta línea, ligando con esta pregunta, he visto que en varias entrevistas afirma que nadie nace siendo un maltratador.
Así es. Esta afirmación es el resultado de la revisión de cientos de investigaciones sobre este tema. Nacemos con una enorme plasticidad para aprender el modelo social, la lengua que se habla en el entorno. Hay una fuerte tendencia a reproducir modelos anteriores, especialmente los que se han vivido en la infancia y en la adolescencia, pero nuestra especie tiene otra capacidad fabulosa, que es la de imaginar otros mundos posibles y tratar de llevarlos a la práctica, sobre todo a través de la educación.
No es la única herramienta, aunque es probablemente la más poderosa y la más reconocida. Nadie nace maltratador. Nace con la capacidad para aprender la igualdad, para aprender la empatía o para aprender la violencia, aunque una vez aprendida, es más difícil abandonarla. En principio, podemos afirmar que la capacidad de una persona para dejar de ser violenta podría mantenerse toda la vida, pero va a ser más difícil cuanto mayor sea su edad.
Hablando de educación, vamos a la Ley de Protección Integral a la Infancia y a la figura del Coordinador de Bienestar. Los docentes denuncian que está habiendo problemas para introducir esta figura. ¿Cómo la valora usted?
La Ley de Protección Integral a la Infancia y Adolescencia frente a la Violencia es un magnífico avance. Es muy ambiciosa. Llevamos décadas explicando en las aulas que necesitamos que la sociedad reconozca el derecho de la infancia a la prevención. La psicología ha avanzado mucho en detectar que una conducta problemática muy agresiva desde una temprana edad, como pueden ser los tres o cuatro años, es una señal de riesgo. Es una petición de ayuda. Ese niño se está portando mal, pero nos está pidiendo que le ayudemos a salir de una trayectoria que puede acabar en una violencia grave. Sabemos cómo se podría conseguir, pero sigue pendiente el desarrollo de los recursos que permitan sustituir un enfoque meramente reactivo (castigar cuando se portan mal) por un enfoque proactivo, preventivo. No sólo sucede en España. Es un problema generalizado.
El nombre de esa figura es un acierto porque al denominarla como persona responsable de la protección de la infancia frente a la violencia, se está transmitiendo que una persona sola no puede hacer esto. Se está transmitiendo que su rol es coordinar a todas las personas implicadas en la comunidad escolar. Y esto funciona. Un ejemplo muy claro lo hemos observado en tres investigaciones, en 2010, 2013 y 2020. Haber trabajado en la escuela contra la violencia de género disminuye el riesgo de que las chicas la sufran y los chicos la ejerzan. Es decir, es una especie de vacuna, si se me permite la metáfora. Y no es una vacuna cara, no tiene efectos secundarios, es una vacuna al alcance de nuestras posibilidades. De hecho, en 1998 no se aplicaba en ningún aula y ahora se llega casi a la mitad de la población y funciona.
Otro punto que está tratando ahora es el ciberacoso. Una de las recomendaciones que propone Educación es que los profesores vigilen a través de las redes sociales los perfiles de los alumnos para controlar que no haya ciberacoso. ¿Qué le parece esta medida?
El hecho de que el profesorado pueda observar cómo son las relaciones entre estudiantes representa un avance importante para que pueda detectar el acoso detenerlo, corregirlo, prevenirlo. Esto siempre que esa actividad en redes sociales no suponga engañar al alumnado, es decir, siempre que el alumnado sepa que los profesores están en esa red como están en el aula y pueden intervenir para mejorar las relaciones entre estudiantes.
Sobre la polémica del cachete para educar, ¿qué opina?
En España está prohibido pegar a los hijos o a las hijas. Se corrigió acertadamente una ley que parecía que lo justificaba. No podemos educar contra la violencia con violencia ni física ni psicológica ni simbólica. La violencia forma siempre parte del problema, nunca de la solución. En los programas de intervención a través de las familias que hemos desarrollado surge a veces la pregunta ¿Qué hacer si, en un momento donde no se controla la situación, se escapa una bofetada? Ayudarles a entender que no has hecho lo que debías hacer, explicarles por ejemplo, que perdiste los nervios y pedir perdón. Esto también puede ser muy educativo.
Un estudio que ha realizado el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud sugiere que el 25% de los jóvenes son racistas o se identifica con conductas racistas. ¿Qué está fallando para tener un porcentaje tan alto?
En los estudios europeos realizados durante las últimas décadas, incluido el estudio PISA, España se suele situar entre los países europeos con menos actitudes racistas. Dicho esto, hay que tener en cuenta que el racismo es un problema muy grave y que estamos viviendo un momento en el que puede aumentar, debido a la crisis económica, las dificultades familiares, la tensión y la incertidumbre sobre lo que va a pasar, cambios a los que nos tenemos que adaptar muy rápidamente. En estas condiciones, aumenta el riesgo de elegir un chivo expiatorio, un colectivo, y desviar hacia ese chivo expiatorio la frustración, el miedo, la incertidumbre, odiando a ese colectivo.
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Por eso, los programas escolares de prevención de la violencia deben prevenir estos riesgos utilizando como punto de partida lo que dice la Constitución, promoviendo el respeto a los derechos y libertades fundamentales. Desde este mandato constitucional hay que estructurar la educación en los valores de la no-violencia. Esto no es ideología. Se trata de un referente común, no cuestionable.
¿Habría que incluir la violencia de género también en los programas de educación?
Esta es una de las violencias más graves y la educación en valores debe prestarle una atención especial. Como indicador de dicha gravedad cabe considerar que en más del 50% de las muertes violentas de mujeres en España, esa violencia ha sido ejercida por su pareja o expareja. ¿Cómo no vamos a prestar una especial atención a este tipo de violencia, que además puede iniciarse desde las relaciones de pareja adolescentes? Aunque en este tema la prevención ha avanzado mucho, no podemos bajar la guardia. Además, con el creciente uso de las nuevas tecnologías, está aumentando el acoso sexual online, que afecta a un número considerable de adolescentes. Tenemos que prevenirlo también desde la educación.
Hablamos de que la escuela tiene que ser responsable, de que la escuela tiene que cambiar, pero de nada sirve si el resto de la sociedad no hacemos nada.
El trabajo de la escuela siempre sirve de algo. Pero, no podemos dejar sola a la escuela. El cambio de cultura para llegar a ser como queremos ser se tiene que producir en los distintos contextos desde los cuales se construye la cultura: las familias, los medios de comunicación, las administraciones, la legislación, la movilización ciudadana en las calles… Cuando así sucede, se observan avances muy significativos en acoso escolar en diversos países, como el cambio detectado en España en 2004, a partir de la gran movilización social producida por la toma de conciencia colectiva generada al conocer el suicidio de Jokin Ceberio, que había sufrido acoso.
Es lo que hemos encontrado también en el estudio sobre la violencia contra las mujeres en la adolescencia España, un avance significativo entre 2013 y 2020 en las formas de violencia más extendidas, como el control abusivo y la violencia psicológica. Esto refleja que la violencia no es una fatalidad biológica, que la podemos prevenir, que estamos avanzando, aunque no podemos bajar la guardia.