Los ingresos pasivos requieren una inversión inicial de tiempo, capital o esfuerzo. Después, el creador puede recibir beneficios continuados por el trabajo realizado previamente y contar con una fuente de ingresos alternativa que le permita no depender exclusivamente de su salario, le ayude a crear un colchón para imprevistos o ahorrar para el futuro.
Un ejemplo de ingreso pasivo, respecto a uno activo, es la venta de un curso de inglés, alemán o chino por internet. En este caso, un profesor de una lengua extranjera podría obtener sus ingresos activos gracias a su trabajo en un centro educativo, mientras que sus ingresos pasivos vendrían de cada una de las compras del curso que creó en internet y dejó disponible para su descarga previo pago.
Gracias a las opciones de negocio que ofrecen las nuevas tecnologías, la generación de ingresos pasivos ha abierto a muchas personas una oportunidad que hasta hace algunas décadas estaba disponible solo para unos pocos: alcanzar lo que se conoce como libertad financiera.
Este término, surgido a finales del siglo pasado, se ha popularizado entre los miembros de la generación ‘millennial’, que en muchos casos prefieren generar unas rentas que les permitan dejar de trabajar lo antes posible y disfrutar de tiempo libre mientras todavía son jóvenes. Como señala el economista Carlos Galán, “la riqueza económica ya ha quedado reemplazada. Hoy en día, ya no va tanto de tener o ganar mucho dinero, sino de ser más libre financieramente”.
Seis formas de generar ingresos pasivos
“La libertad financiera consiste en desasociar los ingresos del tiempo dedicado. En mi caso, escribí unos libros que me dan ingresos pasivos, se venden mientras duermo independientemente de que dedique tiempo o no. El ejemplo más claro es tener pisos alquilados o dividendos de acciones de empresas, ya sean cotizadas o no”, resume Galán, autor de conocidos libros como ‘Independízate de Papá Estado’ o ‘Jubílate millonario’.
Invertir en productos financieros:
La inversión, ya sea en depósitos bancarios, en acciones o en bonos del estado, por ejemplo, es un método de la economía tradicional que demuestra que no todos los ingresos pasivos son online. Los que optan por un bajo riesgo escogen los depósitos bancarios, aunque en la situación actual no resulta una inversión muy rentable. Existen también fondos de inversión en los que se puede empezar a invertir con muy poco dinero y adecuando la inversión al nivel de riesgo que se esté dispuesto a asumir. Más desafiantes son los mercados bursátiles, que permiten a los inversores ser propietarios de parte de empresas. También se puede invertir en bonos, un instrumento de deuda emitido por compañías, municipalidades o gobiernos estatales para recaudar fondos.
En este sentido, sin embargo, los expertos están preocupados por el creciente interés de inversores inexpertos en las inversiones online y la especulación financiera. Por ejemplo, un reciente estudio realizado por la Autoridad de Conducta Financiera de Reino Unido (FCA, por sus siglas en inglés), prueba que el 70% de los jóvenes encuestados pensaba, erróneamente, que la compra de criptoactivos estaba protegida y que cualquier pérdida sería compensada, según explica la propia directora ejecutiva de mercados de FCA, Sarah Pritchard.
En este sentido, Víctor Rodríguez Quejido, director General de Política Estratégica y Asuntos Internacionales de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) ha recordado en una entrevista reciente el riesgo que tiene la inversión en criptomonedas: “Tienen mucha volatilidad, actúan de forma compleja, pueden dar problemas de liquidez e incluso se puede perder la totalidad del importe invertido”. Además, señala la importancia de tener unos conocimientos financieros mínimos para afrontar este tipo de inversiones y deja dos recomendaciones: “Nunca invertir en algo que no se entienda y menos aún invertir dinero que no se pueda perder a corto plazo”.