Hacer periodismo desde las provincias implica dificultades de las que no se habla lo suficiente. Naturalizada y fuera de toda discusión transformadora posible, la concentración geográfica en el AMBA de los medios de comunicación – y de las industrias culturales en general – tiene como contrapartida un efecto aplanador en la capacidad de producción simbólica y de los horizontes de circulación de contenidos que se generan en las provincias. El tema se discute poco, pero en medio de la constante transformación del oficio, de la tecnología y de sus usos sociales, aparecen en el presente algunos nuevos desafíos y oportunidades.
Convivimos con novedades que son más o menos comunes a nivel global. Tres de ellas son especialmente relevantes. Una: son pocos los medios que logran encontrar alternativas al agotado modelo de sostenibilidad económica tradicional. Dos: con internet y las redes los medios han perdido el control de la programación, jerarquización y circulación de los contenidos que producen. Tres: el periodismo ha desbordado su viejo continente natural que eran los medios tradicionales y hoy los periodistas tienen alternativas para producir por fuera de ellos o inventarse los suyos propios; pero al mismo tiempo, han perdido el monopolio de la intermediación entre la información y las comunidades donde actúan, porque gobiernos, políticos, artistas, deportistas y gente común se autocomunican a través de las redes. Sin recetas seguras sobre como solventarse o hacer valer el sentido de su propia existencia, el periodismo se retuerce para reinventarse, al mismo tiempo que cambian y se personalizan permanentemente los modos y los tiempos del consumo de la oferta informativa y de entretenimiento, con audiencias cada vez más escurridizas.
Una de las respuestas posibles a esta incertidumbre es abrevar en las herramientas tradicionales del periodismo profesional: volver a la inmersión en los territorios, preguntar a la mayor cantidad de fuentes posibles, investigar, y después contar con las herramientas expresivas que mejor se adapten a las audiencias a las que queremos llegar. El problema es que esto requiere dos cosas de las que en general los periodistas y los medios carecen: tiempo para dedicarle a una nota, reportaje o producción y dinero para realizarla.
A todas esas dificultades generales, en Argentina se le suman dos que son muy nuestras.
Por un lado, la furibunda polarización política y social. Que no es exclusiva de nuestro país, pero que aquí tiene un nivel aparentemente irresoluble de rechazo y negación del otro que piensa, siente o vive distinto. Y aunque parece haber pasado de moda el debate por la posverdad, da la sensación de que las audiencias aún prefieren medios y contenidos que confirmen lo que ya creen que saben de antemano. Y luego está el problema que más nos afecta en las provincias. En Argentina hay alrededor de 32 millones de personas que viven en el llamado interior del país, y disponen de una oferta de contenidos informativos y de entretenimientos que en su gran mayoría se producen fuera de las localidades donde viven. Casi todo viene del AMBA, cuando no del extranjero.
Así las cosas, en la escala subnacional el periodismo enfrenta otros dos desafíos particulares. Ante la sobreabundancia de oferta de contenidos producidos fuera, existe una especie de mandato por el cual el periodismo de provincias sólo parece poder dedicarse a los temas locales y para las audiencias de la propia aldea. El periodismo que se hace en Chaco es para el Chaco y el que se hace en Neuquén es para Neuquén. En segundo lugar, las relaciones de poder entre gobiernos, medios, y periodistas son muy diferentes a las del orden nacional. Los diarios, radios y canales de provincias son rara vez autosustentables, terminan casi siempre orientados por las pequeñas tensiones e intereses de las elites políticas y económicas locales. Y los mercados son demasiado pequeños para sostener algún tipo de diversidad que no sea la poca o muy poca que resulta orgánicamente de las dinámicas políticas vernáculas.
Pero no todos son problemas. O en todo caso, son problemas que, con el agotamiento de los viejos modelos de sostenibilidad y especialmente por los cambios en los modos de producción y consumo, han permitido que en las provincias aparezcan algunas iniciativas singulares e innovadoras que proponen hacer otras formas de periodismo local primero, y luego intentan salir más allá de los límites provinciales.
Valgan algunos ejemplos, que no son todos, pero nos sirven para mostrar el punto.
Una estrategia es la alianza con medios porteños aprovechando una marca “nacional” y conocida para desarrollar contenidos hiperlocales de calidad. Es el caso de Meta Crisis en Tucumán: un audiovisual periodístico semanal que circula exclusivamente en redes y aborda la política y la actualidad local con un formato que combina la investigación, el humor y los memes. Otro caso innovador es el de la Fundación de Periodismo Patagónico, que apuesta a una alianza regional para fortalecerse desde el Sur sin tener que pagar peaje simbólico en Buenos Aires: sostiene un portal informativo propio, organiza talleres y un notable festival que ya lleva dos ediciones consecutivas en Bariloche. Además, ahora ha internacionalizado su campo de acción desde las provincias del sur argentino hacia la Patagonia chilena. Hay también experiencias valiosas en La Pampa, desde donde la revista Angular promueve el periodismo narrativo y el documental audiovisual sobre temas internacionales con autores de Argentina y del exterior. O en Córdoba con La Tinta, un medio cooperativo formado por integrantes de distintas organizaciones sociales de esa provincia, que busca disputar agenda a nivel nacional sobre temas de ambiente, género y derechos humanos.
Son apenas algunos ejemplos de iniciativas que avanzan y se multiplican en varias provincias, y que en general funcionan por fuera de los diarios, radios y canales locales tradicionales. Aún no alcanzan para romper las asimetrías comunicacionales entre Buenos Aires y el interior, pero representan signos alentadores.
Los viejos medios públicos son los únicos donde parece quedar cierta mirada federal, o la búsqueda de producir contenidos desde las periferias que circulen hacia el centro y el resto del país.
Radio Nacional intenta sostener una propuesta con diversidad de temas y acentos, a partir de la producción colaborativa desde las provincias, en una lenta recuperación después del desguace y la cancelación de programaciones locales durante la gestión de Cambiemos. Y luego está el esfuerzo de los medios del sistema universitario argentino: hay 63 radios y 25 canales de televisión, aunque de estos últimos no todos tienen pantalla, por falta de presupuesto o por el lobby de los medios concentrados provinciales. Lo cierto es que en la última década se logró comprender que estos medios no eran meras propaladoras de la oferta educativa, sino radios y canales públicos para informar, pensar y debatir las realidades locales desde las universidades. Y además comenzaron a realizarse coproducciones federales articuladas por medios universitarios que circulan más allá de la burbuja de cada provincia. Solo por destacar dos: el deportivo Es Pasión, que cuenta historias de deportistas de todo el país, o el Radar de Noticias NOA, un noticiero regional diario que coproducen y emiten las radios del noroeste argentino a nivel regional.
También en las universidades argentinas existen más de treinta carreras de grado de Periodismo y Comunicación, donde además de enseñar e investigar, desarrollan proyectos de extensión, sostienen laboratorios de experimentación o agencias de noticias, entre otras iniciativas.
Esos esfuerzos, que implican enorme voluntad e inventiva, tampoco alcanzan para balancear el desequilibrio de la comunicación y el periodismo en la Argentina hiperconcentrada en Buenos Aires. Pero son muestra de que en las provincias hay talento y calidad. Lo que ocurre es que en un sistema de medios argentino donde no parece poder discutirse otra lógica que no sea la del mercado, la concentración atenta contra la capacidad de producción de contenidos en las provincias y su circulación desde allí hacia el resto del país. El impulso de las iniciativas locales es importante, pero necesita del diseño de políticas públicas con mirada federal para cambiar esas asimetrías comunicacionales regionales determinadas por la concentración económica y geográfica.
Una iniciativa desde Santiago del Estero
En medio de ese escenario y aprovechando las posibilidades reales inmediatas, desde la Licenciatura en Periodismo de la Universidad Nacional de Santiago del Estero pensamos una estrategia que – además del trabajo cotidiano en las aulas – pudiera promover nuevos espacios de ejercicio, publicación y reconocimiento para nuestro periodismo local. Vivimos en una provincia que no escapa a ninguno de los desafíos de la escala global y nacional que planteamos más arriba. Aunque al revés de la polarización mediática que caracteriza al país, el sistema de medios santiagueños está caracterizado por un escenario de convergencia discursiva entre los medios en torno a una cada vez más profunda gubernamentalización de la agenda periodística. Si de pronto se hace un congreso para discutir qué pasa con la calidad del agua o la situación de los bosques, lo que se cuenta es qué funcionario estuvo ahí para inaugurar el asunto y no lo que se discutió a propósito de esos temas. Tenemos un periodismo donde abundan – si no es que predominan – las noticias de inauguraciones de obras, las gacetillas de oficinas de prensa institucional, o casos policiales narrados directamente por los partes de las comisarías. En Santiago hay excelentes periodistas, pero atentan contra la posibilidad de un mejor periodismo no sólo el contexto general sino también la falta de tiempo y recursos.
Por eso desde la Facultad de Humanidades, Ciencias Sociales y de la Salud de la Unse organizamos el Primer Concurso Santiagueño de Periodismo en Profundidad, con el objetivo de crear la oportunidad para que trabajos periodísticos que requieren tiempo y esfuerzo puedan ser realizados, reconocidos, premiados y publicados con apoyo de la universidad pública.
Hicimos una convocatoria en junio para presentar trabajos de tema libre en dos categorías, una para estudiantes y otra abierta. Los ganadores de cada categoría recibirían un premio en efectivo, además de diplomas, libros y la publicación de los trabajos para todos los finalistas.
En septiembre un jurado externo leyó las propuestas que nos llegaron: Silvina Heguy, de elDiarioAR, Carolina Balderrama, docente de Periodismo de la UNDAV y Sergio Salerno, periodista de la UNSE, eligieron tres finalistas y un ganador por cada categoría. A partir de hoy, sus trabajos empiezan a aparecer en El DiarioAr, que nos brinda la generosa posibilidad de llegar a lectores de todo el país desde sus páginas.
Podrán leer buenas historias. Juan Pablo Santillán apela a la memoria de militantes, policías y funcionarias para reconstruir el derrotero de las trabajadoras sexuales en una capital de provincia conservadora. Nicolás Adet Larcher indaga en la trama de relaciones de los proveedores del Estado y la alimentación en las escuelas. Sheila Cáceres cuenta la historia de mujeres que tuvieron que parir en contextos de violencia para pensar un presente donde la Ley de Parto Respetado no alcanza. Paula Pintaudi cuenta una historia íntima sobre las diversidades sexoafectivas, que nos ayuda a pensar sobre el amor, la violencia intrafamiliar y la discriminación. Omar Estanciero recupera la memoria del pueblo de Villa Atamisqui y su vínculo con el agua. Y Daniela Cordero recorre varias ciudades para revisar las deudas pendientes por la contaminación de la Cuenca Salí-Dulce.
A través de sus trabajos, se puede conocer un poco más sobre Santiago del Estero. Es un aporte en la búsqueda de estimular otros espacios y articulaciones para el periodismo que hacemos desde las provincias para todo el país. Tenemos mucho por hacer en ese camino.
EP