El ascenso de Lula en Brasil ha provocado una respuesta inesperada: ya hay una propuesta en firme para crear un ‘euro’ latinoamericano auspiciado por los principales Gobiernos de izquierda de la región. A lo largo de los últimos meses se han logrado las firmas de los principales parlamentos nacionales para apoyar la creación de una divisa única que permita a varios de ellos escapar de la volatilidad, tener una moneda fuerte y competir con el dólar.
Aún no hay ninguna decisión vinculante, pero ya han firmado un documento a favor los presidentes de las cámaras legislativas de Ecuador, Bolivia, Colombia, Venezuela, Argentina y Perú. Estos han firmado el compromiso en el marco de la “Declaración de Bogotá”, que tiene por objetivo integrar los países latinoamericanos. La idea de la cumbre es crear un Parlamento Latinoamericano común para tratar temas que afecten a la región y vertebrar una moneda única.
Al margen de estos países, las voces que piden esta medida se han multiplicado. Gabriel Boric, presidente de Chile, ha dicho que sería favorable a negociar esta propuesta, mientras que el mexicano Andrés Manuel López Obrador ha reiterado la iniciativa, pues lleva años proponiendo un sistema similar a la Unión Europea para su región con una sola moneda desde su llegada a la presidencia.
El último en sumarse a la propuesta ha sido el ganador de las elecciones en Brasil, Luis Inácio Lula da Silva, cuyo futuro Gobierno está en sintonía con los citados anteriormente, y ha afirmado que “Si Dios quiere, crearemos una moneda común para todo latinoamérica porque no debemos depender del dólar”. Y la propuesta de este último parece que va en serio, pues su equipo ha filtrado que quieren adelantarse a un debate que se producirá los próximos años, en los que esperan iniciar negociaciones.
Con la incorporación de Brasil a este frente a favor de una divisa única estarían ya los ocho países más poblados del continente sudamericano más México. En total, la nueva moneda, en caso de llegar a buen puerto, sería utilizada por cerca de 433 millones de personas, más que la población de EEUU y muy cerca de la de la UE, 447 millones de habitantes. Sería un poco diferente con respecto a su PIB conjunto de más de 4,55 billones de dólares frente a los 14,5 billones registrados por la UE en 2021.
JP Morgan se ha pronunciado sobre la posibilidad en su último informe, dadas las últimas declaraciones de los líderes latinoamericanos. El analista Benjamin Ramsey, líder del equipo de investigación económica de América Latina, lo ve posible, pero cree que queda aún mucho recorrido. “La coordinación necesaria dadas las diferencias institucionales y las delicadas consideraciones sobre la soberanía nacional de los países socava en gran medida la posibilidad”. Los expertos de la banca añaden que “Nos sorprendería una propuesta realmente formal, incluso fuera de la fase de diseño”.
El mayor problema al que se enfrenta una moneda única para Latinoamérica es el mismo que llevó a la UE a la crisis de deuda de hace una década: las enormes diferencias económicas entre los países miembros. Argentina, con una inflación cercana al 100% y un Ministerio de Economía que se dedica a triturar ministros, tiene unas condiciones muy diferentes a las de Chile, un país miembro de la OCDE y cuya deuda pública no llega ni al 40% del PIB.
El premio Nobel de Economía Robert Mundell dijo en 1961 que una moneda común requiere libre movimiento de capitales y personas, una política de transferencias entre regiones ricas y pobres, y un ciclo económico común. Los dos primeros requisitos, que técnicamente ya permite el Mercosur, tienen una gran cantidad de agujeros y problemas: el peso argentino no es convertible, nadie quiere tener bolívares venezolanos, las barreras a la emigración son claras, incluso entre países de la unión, y hasta el libre comercio de bienes está limitado y obstaculizado en ciertos sectores para favorecer industrias locales.
Respecto a lo último, es difícil unificar el crecimiento de varios países con gran dependencia de las materias primas: un fuerte aumento de los precios del petróleo ayudaría a México, Venezuela y Brasil, grandes productores, pero golpearía a importadores netos como Perú o Chile, por ejemplo. Y las transferencias siguen siendo una clara pregunta: ¿hasta qué punto querrían los habitantes más ricos que sus impuestos fueran a ayudar a Venezuela o Perú antes que a las zonas pobres de sus propios países? Las desigualdades dentro de México o Brasil son tan gigantescas que es difícil imaginar ordenarles que ayuden a terceros países antes que al suyo propio.
Una moneda única requeriría un banco central común, que tendría que buscar un punto intermedio entre los tipos del 75% de Argentina y el 11% de México. Para ello habría que aprobar unas normas comunes de déficit y deuda, un tema muy complejo en una región que tiene muy malos recuerdos de las políticas económicas restrictivas impuestas desde EEUU o por el FMI.
La semilla de las instituciones ya existe: el Mercosur querría ser como la UE, y el Parlasur sería su legislativo. Pero ambos distan mucho de tener los poderes que tiene la UE y la idea de la unidad latinoamericana está mucho más lejos que la europea. La tarea de coordinar económicamente a todos esos países es un reto mucho más complejo todavía.