Que un duelo entre Serbia y Suiza, dos países tan distintos, pueda llegar a resultar polémico resulta sorprendente. Suiza ha sido un caso excepcional en Europa, una suerte de oasis de paz en el corazón de un continente castigado por las guerras. Los Balcanes, en cambio, han sido todo lo contrario: el origen de algunos de los mayores conflictos.
Tras la última guerra en la antigua Yugoslavia se formaron hasta siete estados independientes. Uno de ellos fue Kosovo, ejemplo en miniatura de los que son los Balcanes, un crisol de culturas, un lugar atravesado por contradicciones. Durante siglos, Kosovo fue recibiendo inmigrantes de la vecina Albania, país de mayoría musulmana, que poco a poco desplazaron a la población serbia. Cuando estalló el conflicto más del 90% de la población kosovar era de origen albanés. Sin embargo, Kosovo es un territorio de gran importancia para Serbia, un lugar histórico, el origen de su antiguo reino. Allí, en la llanura de Kosovo, se libró en el año 1389 la última batalla del zar Lázaro ante los turcos, que significó la capitulación del Reino de Serbia ante los otomanos. Es por ello por lo que para los serbios, la pérdida de Kosovo siempre ha sido una herida en el orgullo nacional.
Entre los dos países reina una calma tensa, pero la mínima chispa puede hacerla estallar. Este mismo verano, un conflicto sobre las matrículas de los coches y los permisos para desplazarse desde Serbia a Kosovo y viceversa, un asunto que puede parecer trivial pero que cobra importancia a la hora de reconocer donde reside la soberanía, ocasionó una grave crisis. Hace apenas una semana, el día 24 de noviembre, ambos estados alcanzaron un acuerdo de última hora que parece dar solución al conflicto. Ahora bien, ¿qué pinta Suiza en todo esto? El motivo tiene que ver de nuevo con la inmigración.
Muchos de los jugadores suizos son originarios de otros países y dos de ellos, Xhaka y Shaqiri, tienen origen albanokosovar, un pueblo con mucha representación en Suiza. El hermano de Xhaka, por ejemplo, juega en la selección albanesa. En el pasado Mundial, las selecciones de Suiza y Serbia quedaron también encuadradas en el mismo grupo. La victoria se la llevaron los helvéticos y el destino quiso que los goles los anotaran precisamente Shaqiri y Xhaka. En la celebración, los dos jugadores cruzaron las manos formando el águila bicéfala, símbolo de Albania, lo que inflamó a los serbios.
Cuatro años después, ambos combinados vuelven a verse las caras. En lo estrictamente deportivo el duelo es fundamental, ya que ambas selecciones se juegan el pase a octavos. Suiza depende de sí misma, mientras que los serbios necesitan ganar y que Camerún no lo haga. La selección africana se enfrenta a Brasil, por lo que la lógica dicta que el ganador del duelo entre serbios y helvéticos decidirá el segundo clasificado.
Si alguno podía creer que la polémica del anterior Mundial se había enfriado, una foto del vestuario serbio antes del partido ante Brasil volvió a encender la mecha. En ella se veía una bandera con el escudo de Serbia y el mapa de Kosovo, junto al lema «No rendirse». La FIFA está estudiando el tema y es posible que los serbios sean sancionados, de la misma forma que lo fueron Xhaka y Shaqiri tras aquel partido.
No es fácil que la historia se repita, ya que Shaqiri, que juega ahora en Estados Unidos, ha perdido peso en la selección y no parece que vaya a ser titular. Xhaka, sin embargo, está en el mejor momento de su carrera y es el líder tanto en su club, el Arsenal, flamante líder de la Premier, como en la selección. Hay que esperar que todo se desarrolle con normalidad y que esta tarde, en el estadio Al Thumama ningún fuego se acerque a la mecha.