Una marea violeta ha teñido Irán en las últimas semanas tras la muerte de Mahsa Amini, una joven de 22 años, tras ser detenida por la policía moral, al acusarla de llevar de forma inapropiada el hiyab. Falleció el pasado 16 de septiembre, según ha denunciado su familia, sufrió una hemorragia cerebral tras ser golpeada en la cabeza por las autoridades. “Su muerte ha sido la gota que ha colmado el vaso de una frustración colectiva y de un profundo descontento social. Las causas de su fallecimiento fueron demasiado absurdas, ella llevaba mal el velo, pero no estaba protestando”, explica la politóloga y especialista de origen iraní, Anahita Nassir, en una entrevista con RTVE.es.
El fallecimiento de Amini ha incendiado una chispa que desafía al poderoso régimen teocrático de los ayatolás, que ha llevado a cabo una feroz represión que se ha cobrado la vida de 300 personas y cerca de 15.000 se encuentran detenidas.
Nassir, una iraní de 46 años residente en España, participó en brazos de su padre para derrocar el Sha, el último rey en 1979, lo que forzó la Revolución Islámica. “La Revolución Islámica nos decepcionó, no cumplió con sus objetivos iniciales y por ese motivo acabamos en el exilio en el año 89”, relata. Su padre se levantaba todas las mañanas creyendo que el país cambiaría y volverían, pero nunca volvieron. La sociedad vive una asfixia de derechos y libertades en las últimas cuatro décadas. De hecho, los últimos años están siendo marcados por una crisis política y económica, pese a su riqueza en gas y petróleo. La desigualdad está a la orden del día.
“La Revolución Islámica nos decepcionó, no cumplió con sus objetivos iniciales y por eso motivo acabamos en el exilio en el año 89“
“Mahsa era kurda, los kurdos son una minoría importante en Irán que son sunitas en un país de mayoría chií”, argumenta la politóloga. Amini representaba muchas cosas. De hecho, estas manifestaciones que se han extendido a lo largo y ancho del territorio persa han reunido a grupos sociales muy heterogéneos, clases sociales diferentes e ideologías radicalmente opuestas. “Efectivamente, ha desencadenado en una lucha por la libertad, la democracia y la igualdad”, añade. Su muerte se ha cruzado de forma transversal con otras formas de discriminación.
¿Qué efecto puede tener en la región?
Amini se ha convertido en un símbolo y ha despertado muestras de solidaridad de todo el mundo con las mujeres iraníes. Pero una de las grandes incógnitas es si lo que ha pasado en Irán puede tener consecuencias en la región. “Podría tener un efecto en la región siempre y cuando las poblaciones de otros países estén en el mismo grado de maduración que la iraní”, considera la politóloga de origen persa.
Llevan muchos años acumulando descontento y frustración. “El fundamentalismo islamista nació en la República Islámica de Irán”, explica Nilufar Saberi, abogada, feminista y activista colaboradora con Amnistía Internacional. Solo si cae el régimen de los ayatolás podría producirse un efecto contagio porque hay mucha “frustración contenida en Oriente Medio“, dice.
“Lo que pasa en Irán puede ayudar a que muchas mujeres dejen de sentirse prisioneras del islamismo fundamentalista y puedan vivir su fe con absoluta libertad”, concluye la activista. Y pone el ejemplo de las mujeres afganas que se manifestaron contra la muerte de Amini. “Es importante tener en cuenta en qué punto están las mujeres de cada país. Las iraníes es que estamos que no podemos más, en el punto de decir basta, necesitamos un cambio”, concluye.
Sin embargo, en aquellos países más conservadores, por ejemplo las monarquías del Golfo, no comparten las protestas contra el velo y esto puede impedir que se sientan identificadas. “Aún hay una mayoría predominante que sigue muy arraigada a los valores religiosos. Sienten que en Irán hay mucha opresión contra las mujeres, pero no se sienten identificadas”, añade Luciano Zaccara, director del Observatorio Electoral de los Países Árabe-Islámicos de la Universidad Autónoma de Madrid y autor del libro Los enigmas de Irán: sociedad y política en la República Islámica.
Zaccara insiste en que el detonante de estas manifestaciones en masa es el hecho de que “una persona haya muerto en custodia policial”. Considera que es un error calificar las protestas de revuelta feminista, ya que hace hincapié en la diversidad de la sociedad iraní y en la necesidad de no englobar a todas las mujeres dentro de un mismo paraguas. De hecho, hay un sector de la sociedad que sigue siendo muy conservador y muchas mujeres muy reaccionarias. “Es una sociedad que puede ser muy urbana, urbanita, moderna y cosmopolita, pero al mismo tiempo en algunos barrios de Teherán son muy tradicionales, incluso tribales. Hay muchos que se trasladaron a la capital hace 15 o 20 años, por lo que provienen de contextos rurales”, dice el especialista en Oriente Medio.
Silencio en los países vecinos
Zaccara es pesimista en cuanto al efecto de contagio que puede darse en los países vecinos de Teherán. Los gobiernos de la región no se han pronunciado y es que nadie quiere enemistarse con Irán en estos momentos tan convulsos geopolíticamente. Irán es un histórico rival de Arabia Saudí, y es el único país del mundo que conecta con el Mar Caspio y el Golfo Pérsico, dos espacios ricos en recursos naturales. Cuenta con grandes reservas de petróleo, al igual que Rusia, por lo que no es un aliado de un Occidente que tendrá que plantearse de dónde va a venir el gas o el petróleo.
Nadie ha boicoteado la presencia de Irán en la Copa del Mundo en Catar. Normalmente, cuando se producen este tipo de manifestaciones son considerados como “asuntos internos” de cada país y no suele haber un apoyo o muestra de solidaridad. Es cierto, asegura Zaccara, que la Primavera Árabe podría haberse “inspirado en el Movimiento Verde en Irán en 2009, en lo que respecta a las estrategias en organizaciones de perder el miedo a enfrentarse al gobierno y fue un aprendizaje de los fallos”, argumenta.
Nassiri considera que podría convertirse en ejemplo para las sociedades vecinas. “Tenemos vecinos como Arabia Saudí o Israel a quienes no interesa que nos convirtamos en una república democrática”, zanja. Irán está rodeado de países aliados de Estados Unidos, que tienen intereses geo estratégicos en la región. Sin embargo, Nassiri está convencida de que tardarán en producirse estos cambios. “Es importante que el movimiento siga siendo pacífico porque se podría dar otro escenario y es que una parte de la población civil se arma y entra en conflicto con el ejército. Entonces podrían desencadenar una guerra civil”, concluye.
“La gente quiere vivir”
Irán tiene 85 millones de habitantes, más del 60% son jóvenes que se encuentran asfixiados. “La gente quiere vivir, al final las protestas también se reducen a querer vivir como los demás”, explica Nassiri. “Está demostrado que los embargos y las sanciones internacionales al final afectan a la población civil”, recuerda, refiriéndose a la importancia del pacto nuclear y las consecuencias del aislamiento del régimen de los ayatolás. Zaccara considera que una de las grandes debilidades de Irán es que “cada vez que ha habido algún movimiento interno o algún atisbo de lo que sea, desde fuera se ha querido influir”. Otro gran error es que no hay un liderazgo en la oposición. Las protestas y manifestaciones carecen de una cabeza visible, porque nadie está dispuesto a sacrificarse. Las cárceles están desbordadas.
Las protestas han llegado a la ciudad natal del ayatolá Jomeiní, quién fue líder político-espiritual de la Revolución islámica de 1979. “La duración de las manifestaciones y su extensión geográfica es lo que más llama la atención de que no se hayan acallado”, asegura el especialista en Irán, que se resiste a calificarlo de revolución feminista. “Es una protesta en general por el nivel de represión que ejerce el sistema político sobre sus ciudadanos. Ha trascendido de la causa inicial y se ha expandido en todos los ámbitos”, argumenta.
“No es que hayamos cambiado de pretensiones, es que hemos ido ampliando las pretensiones”, responde Saberi. Dice que a fecha de hoy, la mayoría de las mujeres en las grandes ciudades se pasean sin velo y “la policía no da abasto a la hora de sofocar las protestas y a perseguir a las mujeres sin velo. La gente está luchando con desobediencia civil para normalizar ciertos aspectos cotidianos de la vida”. No es solamente el tema de la discriminación contra la mujer pura y dura, sino que es un levantamiento general que incluye la discriminación de la mujer a nivel institucional.
En Irán llevan décadas anhelando un cambio que no llega. No quieren que se les considere ciudadanas de segunda categoría, “subhumanas”, dice Nassir. La palabra de una mujer vale la mitad en un juicio, ellas heredan la mitad que los hermanos, las leyes del código de familia las discrimina. La custodia de los hijos es automáticamente del marido en caso de divorcio. Por esto ellas llevan años peleando por sus derechos. “En el caso del velo, un día me lo pongo un poco más para atrás, otro dejo que se vea un mechón del pelo, otro voy más maquillada, el pañuelo de colores y con flores”, describe Nassari sobre la lucha diaria.
Es como el oleaje del mar, compara la politóloga iraní. “Este es un movimiento continuo, persistente, porque las mujeres iraníes son valientes, insistentes, deben estar muertas de miedo o ya han pasado el umbral del miedo”, dice. No tienen nada que perder y todo por ganar. Es la primera vez que ellas encabezan las manifestaciones. “Mujer, vida y libertad es un lema que las incluye como pieza fundamental del cambio”, añade. Además, ha sido muy significativo que muchos hombres se hayan manifestado apoyando a las mujeres.