Johan Björkström es un sueco afincado en Navarra desde los 80. Apasionado del atletismo, compitió en el Beste Iruña, y del fútbol, dice que es una mezcla de Pep Guardiola, por el toque y el pase, de Marcelo Bielsa, porque dice que es igual de loco que él, y de Jagoba Arrasate, porque dice que todo equipo tiene que tener un vestuario.
Para Johan, el fútbol es “encontrar el hueco en el contrario y tapar los tuyos”, algo que es importante, además, en la vida. Él, junto con Mikel Lizaso, llevan un grupo de 16-17 usuarios del comedor París 365, alguno de los cuáles se encontraban durmiendo en la calle este mismo verano y que han encontrado en el fútbol una vía de escape para ser visibles a la sociedad.
El comienzo
De boceto a realidad
De la Vuelta del Castillo a Larrabide
Similar a cualquier otro proyecto, un boceto o una idea no se lleva a cabo de la noche a la mañana. Requiere de un proceso, en el que siempre hay un paso clave que lo convierte en realidad. “La idea surge de mi psicóloga, que ahora es amiga mía. Ella trabajaba de voluntaria en París y me comentó un día que había preguntado a los chicos qué querían hacer en su vida, en su tiempo de ocio, y cuando vino a contármelo yo ya sabía qué le dijeron. Querían jugar a fútbol, era evidente. Ella ya sabía mi pasado con el deporte y me preguntó si quería formar un equipo. Después de Sanfermines, ya llevamos cuatro meses desde que comenzamos a entrenar en la Vuelta del Castillo. Ahora, y gracias a mucho trabajo, tenemos campo en Larrabide para entrenar”.
“No sé si he tenido suerte o Pamplona también igual su gente, en una escala de solidaridad está bastante alto. Aitor de Katakrak sabe de mi proyecto, empieza a hablar con sus amigos, que han sido muy buenos clientes nuestros en el Mesón de la Navarrería, cuando eran insumisos, estoy hablando de los 91 y 92, ellos mandaron 5.000 euros a una cuenta de Paris para Johan y su equipo. Luego, evidentemente, costó un poco conseguir pista en Larrabide, pero se consiguió y estoy muy agradecido. Entrenar es algo muy bonito, pero cuando yo pude inscribir a los chicos en una liga de Fútbol 7, el que lo lleva, Iker, me dijo que por supuesto que íbamos a jugar. No he tenido muchas dificultades, porque esto ha salido. Luego, como en cualquier equipo, hay conflictos, pero están para solucionarlos”, sigue.
La mejoría, en los chicos, comenzó a verse con el paso de los meses, y ahora, casi veinte semanas después de juntarse, tienen una situación algo mejor. “Entrenar en la Vuelta del Castillo estuvo bien, pero no tenías ducha, hacía mucho calor y el tema del idioma sí que puede ser un poco difícil. Hay algunos jugadores que pueden hacer de traductor, porque la mayoría son de Marruecos, hay un chico de Senegal y otro de Perú. Todos son, o han sido, usuarios del comedor Paris 365. El tema de dónde quedamos, a qué hora… Algún día les dije de irnos a bañarnos al río. No puedo decir que hayamos tenido muchas dificultades. Ahora, con tres días de ducha a la semana, he visto una mejoría en su higiene que las trabajadoras sociales también me lo han dicho. Siempre les digo que es importante que tengan un poco de higiene para salir a la calle, porque son chavales de 23, 24 años. Me siento bastante afortunado, y nada más empezar este proyecto, tengo la suerte de tener un amigo como Mikel Lizaso, que piensa como yo con el fútbol y sus valores, pero que a la hora de explicar cómo atacar o cómo defender, él lo hace mucho mejor que yo porque cuando yo explico una cosa siempre paso por un fiordo de Estocolmo. Estamos los dos, porque tener a 16 chicos entrenando, da igual de dónde vengan, es una tarea”, asegura.
Los protagonistas, estos chicos, sonrieron “de oreja a oreja” cuando les dieron la noticia, según describe el voluntario, que añade que “para mí el fútbol es alegría. No soy del fútbol moderno, soy muy fanático de Osasuna, un club con muchos valores con Jagoba y Bittor. No creo en la Superliga ni en el Mundial de Qatar, por el dinero y la corrupción que hay. Me hace sentirme mal, porque cuando yo vine aquí y me juntaba con compañeros y compañeras trabajando de hostelero tratamos de mejorar el mundo. Para mí, el fútbol es un arma para mejorar cosas y que los chicos tengan ahora una ilusión, aunque van a cursos, es bueno para la sociedad que la gente joven, que da igual dónde hayas nacido, tenga una ilusión, porque sino es malo para la sociedad. Entrenamos dos veces a la semana, pero casi todos los días voy a preguntar cómo están. Luego cuando nos juntamos no solamente hablamos de entrenar, también hablamos de otras cosas de la vida: de cómo les ha ido en clase de castellano, de cómo va el curso de fontanería…”, asegura.
El grupo, una familia
El poder de la distancia
Una barrera superada
“Hemos tenido problemas a la hora de jugar a fútbol. Tengo un problema personal y es que no puedo poner distancia. Para mi compañera, Helena, y mis amigos, no les interesa mucho cuando yo voy y echamos un pote juntos y les cuento cosas del equipo. No he tenido muchos más problemas”, sentencia Björkström.
Este voluntario es consciente de que “evidentemente, ninguno de mis chicos va a ganar dinero jugando al fútbol. Mi meta es hacer una integración a través del deporte porque creo que el fútbol tiene los valores de equipo y solidaridad y les digo que quiero ver que sean más educados y mejores personas que la gente que ha nacido aquí. Yo quiero que, de verdad, un día tengan un trabajo y estén integrados y tengan una buena vida. Se lo deseo a todos ellos, no hay más. Hay una anécdota con uno de los chicos que me dijo que no podía entrenar un día por curso de fontanería. Me dijo que quería jugar el sábado, y le dije que iba a jugar de todas formas salvo si faltaba a clase de fontanería. Creo que si una sociedad como la nuestra les da unas oportunidades, y dentro de unos años tienen una vida en condiciones, un trabajo, y un techo, creo que Pamplona se enriquecerá. Sé que el tema de inmigración es un tema complicado, pero a través del fútbol, Mikel y yo estamos intentando hacer una buena integración”.
En toda historia siempre hay, al menos, dos partes. Para él, se sincera, “me supone una alegría enorme, me supone mucha satisfacción. También me supone un poco de trabajo mental. Me he dado cuenta, y no quiero que los chicos lo sepan, aunque lo notan, que en los partidos me pongo mucho más nervioso, de mal, que cuando veo a Osasuna. Como todos los entrenadores digo que jugamos muy bien, pero tenemos mala suerte. Hemos perdido 4-3, 2-1… hemos empatado a 2… no teníamos portero y ahora sí lo tengo. Está parando bien, le llamamos Mohamed Courtois. Me supone mucha alegría, y cuando veo la suya, la mía se multiplica por diez”. Para ellos, supone que, de repente, son visibles. “En un barrio, amigos míos me dicen que vieron a algunos chicos míos paseando. Les conocen. Para mí es importante que sean visibles, porque ahora viven aquí. Los entrenadores siempre hablan de lesiones innecesarias como calentar mal. En agosto, ahora mis chicos tienen vivienda o cuartos, en agosto vivían en la calle. Un día vino un chico que le había mordido una rata y se había infectado. Ahora no lo tienen solucionado, pero mis chicos están un poco mejor en ese tema”, añade.
En cuanto al fútbol, Björkström reflexiona en que “ganar o perder no es lo más importante, aunque en su ADN, como en todos los chicos o chicas, eso de ganar está bien y es bonito, pero no es ni mucho menos lo más importante. Es que se diviertan, que hagan equipo y que sean cosas básicas como buena gente y solidarios. El otro día, cuando perdimos contra Ereka du Janeiro, que perdimos en el último momento, los rivales se quedaron hablando con nosotros y preguntaban, a pesar de la barrera del idioma, a ver cómo empezamos a entrenar. Alguno nos daba consejos y fue una fiesta del fútbol. Así se enriquece en muchos aspectos, y esa es mi intención. Tengo ganas de que con el tiempo les vea trabajando. Todo no es tan bonito. Tuvimos un partido con algún comentario que no se hace, pero les dije a los chicos que no entraran en el trapo. Son cosas de fútbol, no hemos tenido ningún problema grave con los rivales” y, en cuanto a la sociedad, añade que “no creo que Pamplona no sea más o menos racista que otros sitios. En solidaridad veo un nivel alto, aunque sí que somos un poco clasistas. Cuando yo hablo de fútbol y valores, algunas veces me siento más orgulloso de ver a los chicos de Osasuna con el logo de la mujer el 8 de marzo, que de verles ganar al Madrid. Estoy encantado de esos valores, que los intento llevar a mi fútbol, que no es profesional y es mucho más inferior”.
Este proyecto, sonríe al desvelar, tiene futuro. “Ocho o nueve ya están llamando a la puerta para el año que viene”, comenta emocionado.
Epílogo
Un mensaje de agradecimiento
Muchos en la sombra
“Cuando digo que creo o quiero creer que en esta tierra, Pamplona, estamos en un nivel bastante alto en la escala de ser solidario, me gustaría dar gracias a Oihana, mi psicóloga, a todos y todas de Paris 365; a Pili y su cocina en el comedor (por darles a los jugadores una ración extra); a Iker, el responsable de Fútbol 7 Navarra; a Marian, que nos ha conseguido un seguro básico para los chicos, a Patxi, de Deportes Zariquiegui, a Ana “Pipi”, por hacer logos; y sobre todo, a Aitor de Katakrak, que en tres días consiguió dinero a través de amigos…; a las chicas de Larrabide, por tener paciencia y Beatriz, de Políticas Migratorias del Gobierno de Navarra por conseguir campo en Larrabide. Seguramente me he olvidado a algunos…”, enumera, antes de finalizar dando las gracias “a mi compañera, por aguantarme”.
El equipo: Paris 365
La plantilla
- Naoufal Amih
- Rachid Ouslim
- Abderrahmane Oukhira
- Chems Eddine Guendouzi
- Mohamed El Moumen
- Dante Calderón Cervantes
- Mohamed Taha Bousseraf
- Hamza Makhkha
- Youness Salim
- Iba Sow
- Redouane Lakrad
- Mohamed Nouisser
- Charaf Ayoujil
- Khalid Fardag
- Abderezzak El Mrabet
- Hamza Mani
Los entrenadores
- Johan Björkströn
- Mikel Lizaso