Donald Trump, con anticipación sin precedentes, ha lanzado su candidatura a la Presidencia en el momento en que el Partido Republicano se encuentra afectado por los resultados de las elecciones intermedias, en las que había vaticinado un arrollador triunfo que no fue.
Algunos analistas consideran que la decisión de Trump es una estrategia para inhibir de alguna manera la adopción de acciones judiciales que se cursan contra él por los bochornosos incidentes que pusieron en vilo la democracia norteamericana, salpicados de infidencias e informantes, casi como de una película de Agatha Christie.
En las elecciones se ha perfilado como un serio rival de Trump el gobernador de la Florida Ron DeSantis, que ha logrado su reelección con un triunfo arrollador. De 44 años, fue oficial abogado de la Armada norteamericana, contrario al aborto e impulsor de la reducción de impuestos y del gasto público.
En ese entorno, la política exterior está siendo la clave para la administración Biden, no solamente por la invasión de Rusia a Ucrania, sino por las complejas y fluctuantes relaciones con China. Pero, además, por la política frente al grave problema migratorio que están afrontando los Estados Unidos.
Hasta el punto de que discretamente delegados de Cuba y de los Estados Unidos, no obstante que los dos países no tienen relaciones desde la época de Trump, están celebrando reuniones para dialogar sobre el tema.
Como la migración de los cubanos hacia Estados Unidos se ha incrementado enormemente, el compromiso es ahora cuando el Gobierno cubano evacuará hacia Cuba a sus nacionales que se encuentran en este momento en la frontera entre México y los Estados Unidos. No se había dado esa situación.
No se sabe cuál será la contraprestación. Pero con seguridad habrá alguna. ¿Acaso aumentar el número de visas de residentes en los Estados Unidos a los cubanos? ¿De pronto disminuir la presión económica contra Cuba? ¿Mayor flexibilidad en permitir el turismo norteamericano a la isla? Ya se sabrá.
La lección es que, en los momentos de crisis, los diálogos entre los Estados, aun en medio de los enfrentamientos, hay que mantenerlos. Es lo que han hecho cubanos y norteamericanos durante más de veinte años.
Colombia tuvo que exigir durante la pasada administración la salida de un diplomático cubano por espionaje. La verdad es que, en principio, un cubano que haya salido de su país enviado por el Gobierno sea entrenador en una disciplina deportiva, trabajador de la salud, maestro o amigo de un grupo o líder político, es en principio “espía”: así ha sido en todos los países. A menos que sea, como en Venezuela, asesor oficial del Gobierno, como ha sucedido desde hace muchos años, en algunos casos con rango casi ministerial.
Alguien decía desde el siglo XIX que los agregados y las misiones militares son en principio discretos espías. Sin hablar de las apasionantes novelas del inolvidable John Le Carré o de las aventuras de Mata Hari, durante la Primera Guerra Mundial, que fue fusilada el 15 de octubre de 1917.
Ahora solo se necesita que Odebrecht ponga una escuela en América Latina, con una sucursal especial en Colombia. Con la garantía de que a los verdaderos implicados, a la larga no les va a pasar nada. Podría ser además contratada por la CIA, la DEA y los servicios de inteligencia de muchos Estados.