- Alejandra Martins
- BBC News Mundo
“Me eriza la piel pensar que las piezas que en un momento sostuve con mis manos estarán orbitando la Luna”.
Eileen Meda estudia ingeniería mecánica industrial en la Universidad del Valle, en Guatemala, y jamás imaginó hace unos años que participaría en una misión de la NASA.
En total, son cinco los estudiantes de ingeniería de ese centro universitario, además de dos profesores, los que contribuyeron a uno de los cuatro experimentos biológicos que irán y regresarán de la órbita lunar en Artemis I.
La misión fue lanzada con éxito este 16 de noviembre, luego de que varios intentos previos fueran abandonados por la NASA.
La contribución de los estudiantes guatemaltecos a Artemis I fue posible gracias al vínculo con Luis Zea, el científico responsable del experimento en Estados Unidos, quien nació en Guatemala y también estudió en la Universidad del Valle.
Zea es doctor en ingeniería aeroespacial con especialización en bioastronáutica y hasta hace poco fue investigador principal de BioServe Space Technologies en la Universidad de Colorado Boulder.
El experimento diseñado por Zea y seleccionado por la NASA estudiará el impacto de la radiación espacial, uno de los mayores riesgos que enfrentarán en el futuro los astronautas que viajen al espacio profundo.
Es un tema de investigación clave de Artemis I, una primera misión de ensayo sin tripulación que será seguida por Artemis II, que incorporará tripulación humana y está prevista para 2024.
En qué consiste el experimento
El experimento diseñado por Zea medirá el daño que la radiación causa en el ADN de organismos vivos y qué mecanismos en las células pemitirían restaurar ese deterioro genético.
“Buscamos medir el impacto que tiene la radiación del espacio profundo en células y qué mecanismos de reparación de ADN son los más eficientes en ese ambiente“, explicó el ingeniero Zea a BBC Mundo.
Comprender los efectos de la radiación es fundamental para futuras misiones tripuladas.
“Pronto planeamos enviar gente más allá de la protección que nos provee nuestra magnetósfera: a la Luna, Marte, y más lejos en nuestro sistema solar”, afirmó el ingeniero.
“Mientras sabemos que ese es un ambiente de mayor radiación, aún no tenemos una correlación entre esas condiciones de radiación y microgravedad con efectos en las células. Necesitamos diseñar futuras naves espaciales y procedimientos de protección de astronautas de potenciales efectos secundarios dañinos”.
Células de levaduras
El experimento no utilizará células humanas sino de levadura, un organismo modelo para estudiar las consecuencias de la radiación en los seres humanos.
“Las células de levadura y las humanas comparten muchas características, incluyendo un porcentaje alto de genes (70%), y de funciones de genes, lo cual es el centro de nuestra investigación”, señaló Zea.
El tamaño diminuto de las levaduras permite además enviar a la Luna grandes cantidades de células deshidratadas.
“Usando levadura, podemos volar trillones de células de una forma que genera menores requisitos al sistema que las mantiene vivas comparado con células humanas, y aún nos permite investigar estos fenómenos”.
Traz alcanzar la órbita lunar, un conjunto de sensores permitirán accionar surtidores de líquido para rehidratar la levadura y activar el experimento.
Cuál fue la contribución de la Universidad del Valle
“El equipo en la Universidad del Valle manufacturó piezas internas de PLASM, el aparato desarrollado en BioServe Space Technologies para este experimento”, afirmó Zea.
La iniciativa forma parte a su vez del proyecto Genómica de la Radiación en el Espacio Profundo o DSRG por sus siglas en inglés.
Eileen Meda señaló que los estudiantes participaron en diferentes etapas del proceso de manufactura: “maquinado de las piezas (dar forma al material con una máquina), grabado láser a las piezas para identificación, limpieza ultrasónica de insertos roscados que se colocaron en las piezas, afinado del acabado de las piezas y toma de mediciones para control de calidad”.
La limpieza ultrasónica, explicó la estudiante, se realiza con “una máquina que usa ultrasonidos, que son ondas a una frecuencia alta. Esto hace que la máquina vibre, y entonces la suciedad se desprende de los objetos que estamos limpiando”.
Meda agregó que “las piezas que se maquinaron en la Universidad del Valle sostendrán las bolsas de levadura y los surtidores que activarán el experimento“.
“Mi participación en particular fue en las actividades de limpieza ultrasónica y afinado del acabado en las piezas”.
En la imagen de arriba se ve a Meda en 2020, cuando tenía 20 años, dándole un acabado final a las piezas.
“Utilicé una herramienta de desbarbado (un término que significa quitar el material sobrante que tiene la pieza en sus bordes al salir de la máquina). Esto se debía hacer con mucha precisión y cuidado para no afectar las medidas finales de la pieza ni la calidad”.
Los siguientes pasos
Los resultados del experimento podrán obtenerse cuando la cápsula Orion de Artemis I regrese tras varias semanas en la órbita lunar. Luego de una reentrada en la atmósfera a 40.200 km por hora, está previsto que la nave se pose en el océano Pacífico, al noreste de Hawái.
“Luego del regreso del experimento de Artemis I, prepararemos un experimento equivalente en la Estación Espacial Internacional como un nuevo tipo de control: en microgravedad pero protegido en buena parte por nuestra magnetósfera, y además un control en Tierra”, señaló Zea.
“Y luego de estudiar las diferencias, publicaremos los resultados de forma abierta (gratuita para accesar) en una revista revisada por pares, lo cual ya hemos hecho con la informacion de cómo preparamos el experimento“.
En América Latina “faltan oportunidades”
Zea señaló que PLASM es un ejemplo de que “la ingeniería y la ciencia nos proveen con herramientas para entender el mundo alrededor de nosotros y mejorar la calidad de vida de los humanos”.
El experto también quiso mostrar que esas herramientas están al alcance de jóvenes en América Latina.
“En Latinoamérica hay mucho potencial pero faltan oportunidades“, dijo el ingeniero a BBC Mundo.
“Afortunadamente, esto ha estado cambiando de forma positiva, pero aún poder hacer estos vínculos puede ayudar a iniciar el desarrollo profesional de jóvenes a otro nivel”.
“El hecho de que estas piezas hechas en Guatemala por jóvenes de 19-20 años vayan a la órbita lunar, es un buen ejemplo de que en América Latina se puede desarrollar tecnología de punta”.
BBC Mundo preguntó a Eileen Meda qué le motiva más de esta experiencia.
“Darme cuenta de que las oportunidades, para que Guatemala trascienda en ingeniería aeroespacial, están a nuestro alcance. Pienso que Guatemala tiene mucho talento y capacidad para impactar en la ingeniería”.
“Me motiva pensar que, junto con el equipo, podemos inspirar a muchos jóvenes hombres y mujeres a buscar oportunidades de desarrollo para el país”.
Meda es además la única mujer en el grupo de estudiantes que participa en el experimento y cree que su presencia puede dar un mensaje a otras estudiantes o ingenieras en diferentes países.
“Para mí, esta experiencia significa que las mujeres tenemos muchísimo que aportar a la ingeniería. Diferentes perspectivas, distintas ideas y habilidades. No hay nada que nos limite a aportar significativamente a los proyectos en los que nos involucremos.
“Esta experiencia puede dar el mensaje de que las mujeres somos brillantes, de que nos podemos involucrar en cualquier área que queramos”.
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