Después de muchos años trabajando en el sector de la construcción, en 2018 Daniel Ramos dio el salto y cambió por completo de profesión. Tiene 37 años y es de la localidad turolense de Santa Eulalia del Campo, donde ahora regenta Rebymad. Es la empresa que fundó y que responde a un nombre demasiado largo y que ya no usa: Reciclajes, Biocombustibles y Maderas. Pero sí da una idea de a qué se dedica ahora.
Su principal actividad es la de recogida de leña, preparación y venta para estufas y chimeneas, aunque también es distribuidor de pellet, hueso de aceituna y cáscara de almendra, tres biocombustibles que actualmente están muy en boga. Tanto es así que, a diferencia de otros años, este 2022 ya se ha quedado sin pellet. Y eso que el precio se ha duplicado. “Es lo que más se vende pero ha subido al doble. Antes, un saco costaba 4,5 euros y ahora 9. La tonelada salía a 280 euros, mientras que ya está a más de 500”, explica.
En años anteriores, en su almacén ha habido pellet para pasar todo el invierno y este, cuando todavía no ha empezado el invierno, ya no le queda. “Nos hemos vuelto un poco histéricos. Venimos del covid, que nos ha dejado a todos los sentimientos a flor de piel y hemos sacado lo mejor y lo peor. Ahora, con el tema de Ucrania, que nos dicen que no va a haber de nada, ha sido un poco locura”, asegura.
Su forma de darse a conocer fue al principio el boca a boca y ahora ya tiene muchos clientes consolidados que todos los años recurren a él. Pero, a diferencia de lo que pensaba cuando se embarcó en este nuevo proyecto, el suyo no es un trabajo que solo funciona en invierno. “La gente aprovecha en verano para comprar porque sale más barato”, explica. Dentro de sus servicios también se incluye el reparto, siempre que sea a la zona más próxima. Con su furgoneta va por buena parte de la provincia de Teruel, y también toca algo de Zaragoza, Valencia, y Cuenca. Al resto de España también vende, pero en este caso el pedido llega al cliente a través de empresas de transporte, como quien hace una compra online. De hecho, Daniel se anuncia en páginas como Mil Anuncios o Wallapop.
Por el momento es él quien se encarga de todo y, aunque empezó con cierto miedo, ha visto cómo su negocio crecía poco a poco, ampliando sus servicios y teniendo más clientes y demanda. “He estado mucho tiempo teniendo a gente a mi cargo y ahora estoy más tranquilo trabajando solo. El día de mañana no se sabe pero mientras pueda seguiré así”, asegura. Buena parte de su jornada laboral la pasa al teléfono, recibiendo pedidos, o en la carretera, llevándolos a sus clientes. Pero cuando es temporada de hace leña, Daniel solo vive para eso. “Estoy trabajando en el monte prácticamente de sol a sol durante unos dos meses. A nivel físico es cansado y duro pero el resto del año es muy llevadero”, explica, al mismo tiempo que reconoce que ha ganado en calidad de vida respecto a su anterior etapa en la construcción.
Una vez pasada la época de recolecta de madera, que va desde octubre hasta abril, Daniel se dedica a preparar la leña. Para ello, en su almacén dispone de maquinaria para cortarla, como motosierras y sierras, además de máquinas cargadoras, con las que llena el camión que usa para repartir. Él es el único que se dedica a esto en Santa Eulalia, su pueblo natal, donde reconoce que cada vez hay menos vecinos que usen leña para calentar las casas en invierno. “Aunque este año, tal y como está el pellet y el gasoil, igual tienen que volver”, comenta. Además de los biocombustibles y la leña (tiene encina y roble), también vende estufas y calderas de todo tipo de biomasa.
Desde que puso su negocio en marcha han pasado cuatro años y, lo que comenzó con incertidumbre, ahora es una actividad consolidada que le da para vivir cómodamente. “Cuando empecé hasta soñaba con el trabajo porque solo me dedicaba a ello. Llegó un momento que tuve que parar y, a pesar de ello, nunca me ha faltado trabajo”, asegura. Ahora, sigue tratando de disponer de ese rato de desconexión, aunque no siempre es fácil porque la forma de contactar con él es llamando a su teléfono móvil. “Es algo que te tiene que gustar porque no todo el mundo vale para que le llamen a las nueve de la noche para hacer un encargo para el día siguiente”, reflexiona. Aunque no tiene horario de atención al público oficial, a las once de la noche pone su teléfono en modo ‘no molestar’ y hasta las siete de la mañana no recibe ni llamadas ni mensajes. “Los clientes tienen 16 horas al día para llamarme cuando quieran”.