Como en todos los ciclos electorales, hay ciertos temas que dominan la contienda entre republicanos y demócratas por el poder en Estados Unidos. En esta de 2022, cuando está en juego el control de la Cámara, el Senado y varias gobernaciones estatales, hay cinco que encabezan el listado y que muy probablemente separarán a ganadores de perdedores este martes 8 de noviembre: la economía, el derecho al aborto, la inmigración ilegal, el crimen y el estado de la democracia en el país.
Por tratarse de elecciones de mitad de término en las que la presidencia no está en juego, las contiendas suelen ser más locales y los temas pesan más o menos dependiendo del estado.
Pese a ello, a grandes rasgos, estos son los asuntos que están guiando la narrativa y en los que ambos partidos se han concentrado para ganar puntos o defender posiciones.
Entre todos, sin lugar a dudas, el estado de la economía es el que más está pesando en la mente de los electores. De acuerdo con un reciente sondeo del New York Times y el Siena College, un 45 % de los encuestados se encuentra preocupado por el estado de sus finanzas y la dirección del país en este frente.
El principal eje es el de la inflación. Aunque ha venido cayendo ligeramente desde mayo, el actual 8,2 % sigue siendo históricamente muy alto y golpea el bolsillo de los estadounidenses.
En eso contribuyen los elevados precios de la gasolina que también han descendido (más de un 20 % desde el pico que se alcanzó en junio, cuando superó los 5 dólares por galón en promedio).
La caída en los mercados de valores al igual que la posibilidad de que EE. UU. entre en recesión han desatado las alarmas. Aunque en términos generales la tasa de desempleo sigue siendo baja y se han presentado aumentos salariales superiores al 5 por ciento en este último año, la inflación se ha “comido” los avances en el mercado laboral, que venía recuperándose de los años más duros de la pandemia del covid-19.
Muchos de los factores que han provocado esta crisis (que es global) se salen del control del presidente Joe Biden y su administración. Entre ellos la guerra entre Rusia y Ucrania que disparó los precios de los combustibles fósiles, los problemas en las cadenas de producción que persisten y los rezagos de la crisis de la pandemia.
Pese a ello, tanto el presidente Joe Biden como su partido cargan con el peso de la responsabilidad por ser quienes actualmente tienen las riendas tanto del ejecutivo como del legislativo. Las elecciones de mitad de término, de hecho, suelen ser un referendo sobre el ejercicio de ese poder. Algo que se refleja en la popularidad de Biden, que está por debajo del 45 %.
La crisis, por supuesto, ha sido explotada por los republicanos que, sin ofrecer algo diferente en caso de llegar al poder, se perfilan como beneficiarios del voto castigo de los estadounidenses.
Aunque otros factores también suman, la probabilidad de que recuperen tanto el Senado como la Cámara de Representantes está atada al mal momento económico que vive el país.
Por todo lo anterior, el 2022 lucía negro para los demócratas en términos electorales. Un año, además, en el que ya de por sí estaban a la defensiva, debido a que el partido en el poder en Estados Unidos, al menos así lo indica la historia reciente, suele perder escaños en las elecciones de mitad de término. Dadas sus escasas mayorías en ambas cámaras (empate en el Senado y por ocho curules en la de Representes), el control del congreso ya estaba en alto riesgo.
Pero las aspiraciones demócratas revivieron este verano tras una decisión de la Corte Suprema de Justicia, hoy en manos de los conservadores, que acabó con Roe Vs. Wade, una sentencia de hace casi cinco décadas que otorgaba protecciones constitucionales al aborto en EE. UU. Casi de inmediato, más de 20 estados controlados por republicanos prohibieron la práctica o limitaron severamente su acceso.
La decisión, aplaudida por la derecha, generó un fuerte repudio entre liberales, mujeres e independientes, que se movilizaron para derrotar en las urnas a sus defensores.
Por varios meses, la causa energizó al partido y hasta alteró los cálculos que se venían haciendo de cara a las legislativas. Así, de una marea roja (color que identifica a los republicanos) se pasó a hablar del “muro azul”, un escenario en el que los demócratas podrían no solo mantener el Senado sino quizá la Cámara.
Desde entonces, el tema ha sido el caballito de batalla para ese partido. Sus candidatos advierten, además, que la embestida contra el aborto solo es el primer paso en una guerra contra otros derechos como el acceso a los anticonceptivos, los matrimonios entre personas del mismo sexo, y los derechos de minorías y comunidades LGBTI.
Pero el argumento ha ido perdiendo terreno en estas últimas semanas de la contienda. En la encuesta de Siena College, por ejemplo, solo el 5 % identificó el derecho al aborto como su principal preocupación.
De acuerdo con Nathaniel Racitch, del portal electoral 538, no es que el tema ya no importe sino que hay otros, como el económico, que han subido en la percepción de los votantes. “La decisión sí tuvo un alto impacto. Sin ella quizá el resultado hubiese sido un tsunami republicano que ahora se ve más como un triunfo modesto”, afirma el analista.
Es innegable que EE.UU. está enfrentando una crisis migratoria con pocos antecedentes en la historia, especialmente en la frontera sur.
En el año fiscal 2022, que finalizó el pasado 30 de septiembre, se batieron todos los récords previos de detenciones, de acuerdo con los datos del Departamento de Seguridad Interna. En total fueron arrestadas o detenidas casi 2.400.000 personas, un 35 % más que el año 2021, que ya de por sí había sido otro récord.
Como en el caso de la economía, hay varios factores ajenos al gobierno que están contribuyendo a este éxodo masivo hacia EE. UU. Entre ellos, la crisis económica que causó el covid en la región, la inestabilidad política en países como Venezuela, Costa Rica y Haití, los efectos del cambio climático y la percepción de que la administración Biden sería más abierta a la causa de los migrantes.
Pero como hizo Donald Trump en la campaña del 2016, los republicanos han explotado el tema a su favor presentando a los migrantes como hordas de criminales que están “invadiendo” el país.
Aunque no fueron pocos los que criticaron a los gobernadores de Arizona, Texas y Florida por el envío de migrantes a otros estados, la estrategia (vista por los demócratas como el uso de seres humanos como arma política) visibilizó aún más la crisis a nivel nacional.
Las encuestas indican, además, que una mayoría de electores confía más en los republicanos a la hora de poner fin a una emergencia que es real pero cuya solución es compleja y requiere tiempo y recursos.
En términos comparativos, la tasa de criminalidad en EE. UU. en el 2021 fue casi idéntica a la que se registró en el 2020, cuando los republicanos estaban en el poder con Donald Trump. Ese año, de hecho se presentó un impresionante aumento de casi 30 % en relación con el 2019.
Según datos del FBI, las cifras más recientes demuestran incluso una ligera disminución del crimen en comparación con los últimos años de Trump en la Casa Blanca. Sin embargo, a lo largo de la campaña los republicanos han insistido en que el crimen está disparado y responsabilizan a los demócratas.
De acuerdo con Racitch, en cierto sentido se trata de una crisis manufacturada a través de avisos publicitarios y que no tiene asidero en la realidad, pero que está teniendo impacto en la carrera.
Los demócratas, por su parte, han tratado de contrarrestar la narrativa alegando que el crimen está asociado a la gran cantidad de armas que circulan en la población y el escaso control que existe en su venta.
Uno de los ejes centrales en la campaña de los demócratas ha sido la amenaza a la democracia y al sistema electoral que, a su juicio, encarnan los republicanos. Algo que emana de los esfuerzos del expresidente Trump por mantenerse en el poder pese a perder las elecciones, y la violenta toma del Capitolio por parte de sus simpatizantes para impedir la certificación del triunfo de Biden.
Se trata de un tema que se mantuvo vivo gracias, en parte, a las audiencias que realizó el Congreso todo el año para exponer las múltiples maniobras que se emplearon para desconocer los resultados.
En el sondeo del Siena College, el 71 % de los encuestados se muestra preocupado por el estado de la democracia en EE. UU. El problema, al menos para los demócratas, es que no hay consenso sobre de dónde provienen esas amenazas.
De hecho, más del 50 % de los candidatos republicanos que se disputan el control del Congreso han negado los resultados de las elecciones del 2020 e insisten en que se cometió fraude pese a que nunca surgió evidencia alguna. Algo que también piensa el 70 % de la base de este partido.
En otras palabras, aunque el estado de la democracia estimula al votante demócrata -y quizá a algunos independientes-, no entusiasma a la oposición. Por el contrario, el inexistente fraude se ha convertido en una realidad política que si bien no suma, tampoco resta. Sobre todo a la luz de otros temas como la crisis económica o la migración, que parecen pesar mucho más.