Desde hace más de cuatro décadas Alexander Sokurov cabalga a lomos de un principio inquebrantable: el mantenimiento impoluto de la exclusividad estética en cada una de sus películas.
Un trayecto antinarración lineal que abarca su obra cumbre en la belleza, El arca rusa (2002), con un plano secuencia de 96 minutos, hasta la confluencia entre arte, política e historia en las entrañas del Louvre de Francofonia (2015).
Situar rupturismo y Sokurov en una misma frase es casi un pleonasmo, pero su última película Fairytale podría escalar un peldaño creativo. El cineasta ruso ha invertido más de cinco años de esfuerzo titánico en una composición a capas que fusiona archivo histórico de Hitler, Mussolini, Stalin y Churchill, pinturas de Durero, Goya o el Renacimiento italiano y un fondo animado digital en una suerte de técnica avanzada del deep fake.
“Jamás trabajé tanto en una película pero ha demandado una gran búsqueda de material histórico, documentos, escenogramas y visualización de imágenes”, explica desde el Festival de Cine de Sevilla donde Fairytale ha sido recibida con expectación y asombro.
“Hemos creado una película independiente y una nueva metodología que no existía, gracias a la cual estos personajes históricos hacen de sí mismos. Desempeñaban su propio papel sobre la base de archivo fílmico. Buscábamos sus imágenes, sus estados emocionales e intelectuales si los tenían y construíamos su carácter tal y como eran en realidad”, señala el director en una entrevista para RTVE.es.
El resultado es un artefacto inclasificable tan visualmente epatante como hipnótico y expresionista. Ensambla con su filmografía partiendo del cuento fantástico donde sitúa a los dirigentes/dictadores en un nebuloso limbo existencial ante unas puertas inspiradas en la escultura monumental de Rodin. Aguardan la llamada de una “fuerza suprema” que les condena a permanecer juntos en una dantesca eternidad.
Mientras, Hitler, Mussolini, Stalin y Churchill mantienen una cháchara salteada, inane y burlona que les desdibuja como esperpentos en la historia. “Yo digo que estos personajes son mis contemporáneos porque siguen existiendo en la sociedad del viejo continente a pesar de que ya se han ido, pero sus ideas o su filosofía siguen influyendo sobre la vida moderna”, reflexiona el realizador, nacido hace 71 años en una pequeña aldea siberiana, sobre los totalitarismos.
Sokurov se autocita en la ficción ensayística en un tema circular en sus películas: la perversión del poder, que deshilacha hasta el hueso estético, y que ya plasmó en su trilogía sobre Hitler, Lenin y el emperador Hiro-Hito (Moloch,Taurus, El Sol) y redondeó en Fausto (León de Oro en Venecia en 2011).
En Fairytale el mundo aparentemente extinto de la Segunda Guerra Mundial revive en una conexión tétrica con la convulsa Europa actual, cercenada por la Guerra en Ucrania.
“Quizás sea esta la razón de ser de esta película porque la Segunda Guerra Mundial terminó en 1945 pero parece que no ha finalizado en realidad. De nuevo comenzamos con las guerras en todas dimensiones y países, eso significa que las armas y la cultura militar no ha sido tirada a la basura a pesar del precio que está pagando el mundo por estas aventuras militares. Este precio son millones de vidas”.
“Los directores jóvenes usan el cine como un juguete”
Para la realización de la inédita Fairytale, Sokurov ha colaborado con alumnos del taller de cine que dirige en la Universidad de San Petersburgo, donde la búsqueda del misterio, que citaba su referente Tarkovski como motor del cine, es prioritaria pero no conseguida, en palabras empapadas de pesimismo del Sokurov docente.
“La mayoría de los directores jóvenes no saben cuál es el tema para una película, para muchos el cine es un juguete y técnicamente tampoco es tan difícil de manejar. Esta falta de profundidad me preocupa y mi tarea es enseñarles a que el realizador tiene que crear nuevos contenidos”, añade como leyenda autorizada del cine europeo con 50 títulos a la espalda.
¿Cree que el cine está en peligro como arte? “Cambiar la vida para mejor es el papel de las artes y del cine”, remacha y ejemplifica aludiendo a la celebración esta semana de la cumbre de Egipto ante los estragos del cambio climático.
“Escuchamos lo debates de Naciones Unidas y parece que todos estamos con los ojos tapados y los oídos: lo que está ocurriendo es real muy real. Los directores deberían pensar en ello y los jóvenes escribir guiones sobre estos grandes problemas pero lamentablemente no les interesa nada”, resume con calmada resignación mientras se dirige a una charla cinéfila en Sevilla donse seguirá impartiendo sabiduría visual.