En medio de la caravana migrante de venezolanos que cruza la región en este momento, van niños que se quedan atrapados entre fronteras
El audio que abre este reportaje, elaborado por Natalia Guzmán, contiene extractos de la nota 3 cosas que cambian para los venezolanos en EE.UU. tras el acuerdo de Biden con México de CNN en Español; de Guatemala expulsa a casi 100 migrantes venezolanos de Noticias Telemundo; y de Panamá cerró sus fronteras a migrantes venezolanos indocumentados del medio NTN24. Además, recoge fragmentos de los testimonios de Tatiana, de 7 años; de Laura de seis; y de los niños de Alejandra y de Hugo, cuyas historias les contaremos más adelante.
Sara y su esposo José Daniel salieron de Colombia, rumbo a Estados Unidos, el pasado 4 de octubre. En brazos llevan a Antuán, el hijo menor de la pareja, de apenas año y siete meses de edad.
Sara y José Daniel son venezolanos y tienen tres hijos. La mayor comparte nacionalidad con sus padres; la de en medio y Antuán, el único de los tres niños que emprendió la travesía migratoria con sus padres, nacieron en Colombia luego de que sus progenitores decidieron migrar, por primera vez, para buscar una vida mejor.
Esta es la segunda ocasión que la familia migra, solo que el camino fue (y sigue siendo) muchísimo más complicado que cuando cruzaron la primera frontera, entre Venezuela y Colombia.
Conocimos a Sara y a José Daniel en San José, hace un par de semanas. Para ese momento se alojaban en una casa cercana a la terminal de buses de TRACOPA, el medio por el que llegaron a Costa Rica, desde Panamá. La casa es de una de las vecinas de la zona que, ante la crisis que vive el barrio desde que hace semanas la migración venezolana empezó a aumentar, decidió abrir las puertas de su hogar para dejar entrar, por lo menos, a las familias que venían con niños.
De esta manera, esta vecina que pidió expresamente que mantengamos su nombre en el anonimato, convirtió la sala de su casa en un albergue improvisado donde, con colchonetas, paños y montículos de la ropa que les donan, varias familias deciden qué harán ahora que Estados Unidos cerró las puertas a este éxodo suramericano.
La situación es de larga data, la crisis en Venezuela no es nueva. De hecho, a principios del pasado mes de setiembre, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) reportaba que hay alrededor de 6,8 millones de refugiados y migrantes venezolanos repartidos por todo el mundo, una cifra similar a los 6,8 millones de personas procedentes de Ucrania que se encuentran en otras naciones del mundo y a los 6,6 millones de refugiados sirios.
La cifra es la misma que reporta la Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes (R4V) que, según detalló CNN en Español en setiembre, señala que hay 6.805.209 refugiados y migrantes venezolanos.
De estas más de seis millones de personas, se estima que aproximadamente 2.5 millones de los migrantes que empezaron el éxodo hace años, lo hicieron con Colombia como primera parada.
Ese es el caso de Sara y de José Daniel; de Rafael Pavón; de Juan Cabello; de Paula Herrera y también de Denise Hernández y su familia.
Con todos ellos conversamos la noche del viernes 21 de octubre cuando, todos con sus hijos en brazos, nos atendieron en la sala de la casa de la vecina de San José para contarnos qué harán a partir de ahora.
La política migratoria de Estados Unidos
La crisis económica y social de Venezuela, como decíamos más arriba, no es algo nuevo; pero como suele suceder en la región, una política estadounidense y los giros que esta ha tomado en el camino, han marcado los puntos de quiebre reciente en este éxodo.
En julio de este año la administración del presidente Joe Biden extendió el Estatus de Protección Temporal (TPS) para los venezolanos que llegaran a suelo estadounidense. ¿Qué es el TPS? Es un beneficio migratorio otorgado por ese gobierno a aquellos inmigrantes que no puedan retornar a sus países de forma segura “por razones excepcionales”.
Esta protección, en primera instancia, estaba vigente para los venezolanos hasta el 10 de marzo de 2024 lo que, sumado al Deferred Enforced Departure (DED), instaurado desde enero del año pasado, evitaba la deportación de los beneficiarios del TPS por considerar que sus naciones viven conflictos políticos, civiles o desastres naturales y que por ello no deberían ser devueltos.
Ahora bien, el tema rápidamente se complicó dado que a partir de estas medidas el ingreso de inmigrantes venezolanos a Estados Unidos se intensificó, por lo que el gobierno de Biden empezó a presionar al mexicano para que este introdujera restricciones a los vuelos a su país, con el fin de limitar la inmigración venezolana.
Sin embargo, dicha medida, en lugar de limitar a los migrantes, les llevó a tomar la única opción que les quedaba disponible: caminar.
El Darién
Un reportaje de la BBC en 2019 fue de los primeros en reportar lo que significa cruzar el Tapón del Darién. Este es un bloque de selva que se extiende en la frontera entre Panamá y Colombia y que es considerado uno de los más densos del mundo. El Darién es tan impenetrable que es el único punto en el que se interrumpe la carretera Panamericana, ya que realmente no hay cómo hacer una carretera ahí.
Esta selva, considerada uno de los lugares más biodiversos del planeta, convierte a su densa vegetación en un reto mayúsculo que deben pasar los migrantes que la cruzan, rumbo a suelo estadounidense.
Sin embargo, y esto es importante: la migración por la zona tampoco es nueva. Desde hace años, con la migración cubana y con la africana también a Estados Unidos, se reportan masas de gente cruzando la zona por tierra y por tanto, cruzando también la selva.
Lo que pasa es que en los últimos meses, tras la flexibilización de las políticas para los venezolanos en el norte, el flujo migratorio se multiplicó, extendiendo con ello las redes de trata y tráfico humano, de narcotráfico y de crimen (que va desde el organizado hasta el robo común) en la selva, lo que genera que, al llegar a Panamá o a Costa Rica, muchos migrantes si acaso traigan lo que tienen puesto.
El cruce de la selva es extremadamente complicado: hace unos meses la migrante Rosmary González, de 45 años, le contó a Los Angeles Times como perdió a su hijo de cuatro años y a su esposo de 50 mientras cruzaba el Darién, luego de que el llamado “río muerte” se los llevara, junto con las pocas pertenencias que traían con ellos.
Caminamos siete días con los pies hundidos hasta las rodillas en lodo. Mi hijo, el mayor, me decía ‘mamá, mira ese cuerpo allí, mira ese cuerpo allá’, y yo decía, ‘no, no, yo no quiero ver nada’… Cuando pasó lo que les pasó a mi esposo y a mi bebé, me pegó durísimo. Nunca pensé que alguien de mi familia también moriría”, relató González al diario estadounidense.
A eso hay que sumar violaciones, robos, asesinatos, extorsiones y la misma selva, como demostró Teletica hace unas semanas, cuando expuso el caso de unos venezolanos que ayudaron a una mujer africana a salir del Darién, luego de que esta se quebrase una pierna en el recorrido y de que su grupo la abandonada en medio de la nada.
El camino es “un verdadero infierno” y si nos hemos extendido tanto en explicarles es para dejar claro cuál es el panorama al que se enfrentaron Sara, José Daniel, Paula, Rafael, Juan y Denise antes de llegar a la oficina de ayuda internacional en Panamá… a enterarse de que la política de Estados Unidos había cambiado.
El 12 de octubre de 2022
¿Cuál fue la sorpresa? Que cuando llegamos a la oficina de la ONU (en Panamá), nos dijeron que cerraron y ahí fue como ¡agh! Como que todo se fue para abajo pero bueno… aquí seguimos”.
Sara Balza se enteró del cambio de política migratoria de la administración Biden, cinco días después de haber entrado a la selva, cuando ella, su esposo y Antuán llegaron a la oficina de Migración de Panamá.
Ese día les notificaron que, a partir del 12 de octubre de este año, Estados Unidos echaba para atrás con el Estatus de Protección Temporal (TPS) y con el Deferred Enforced Departure (DED) y que por eso ahora, para poder entrar y quedarse en Estados Unidos, los migrantes tendrán que presentar una solicitud antes de emprender el viaje.
Además, deberán cumplir con requisitos como tener un patrocinador en Estados Unidos previo a su llegada al país, al tiempo que tendrán que someterse a exámenes de detección y verificación, así como tener un esquema de vacunación completo contra COVID-19.
A su vez, este plan aceptará solo 24.000 venezolanos más y, para enviar la solicitud, es requisito que no se haya cruzado ilegalmente la frontera después del anuncio, ni que se haya ingresado aún a Panamá o a México, por lo que muchos de los venezolanos que siguen en tránsito, incluyendo a los que estaban la noche de ese viernes en el albergue improvisado de San José, quedaron fuera de esta medida.
Con niños en brazos
Mi mamá todos los días me decía que nos vamos para Estados Unidos y que nos vamos para Estados Unidos y ahí yo pensaba que era embuste y fue verdad”.
Tatiana tiene 7 años. Nació en Venezuela pero desde los 4 vive en Colombia. Al fondo de la sala su papá, Juan, nos dio el permiso de conversar con la menor que se emocionó ante la cámara y la grabadora.
Junto a Tatiana jugaban Laura de seis años e hija de Rafael Pavón; y Alejandra y Hugo Arape, los hijos de Paula Herrera y su esposo, el colombiano Rey Arape.
La mayor parte de estas familias, así como la de Denise Hernández, se unieron a la caravana migrante en Colombia, país que habitaban tras haber dejado su tierra natal hace varios años, motivo de la crisis.
Denise, por ejemplo, es oriunda de Guanare, en el estado Portuguesa. Conversó con nosotros mientras Sol, su hija de apenas 10 meses, dormía en su regazo. Al fondo estaba Darío, su hijo de 4 años y quien, a pesar de no querer conversar mucho, nos acompañó durante todo el intercambio.
A la familia la acompaña una amiga que conocieron en el camino, en Panamá, y que también trae a sus hijos en brazos.
En Colombia vivíamos bien pero luego empezó a escasear el trabajo, el dinero y había mucha discriminación contra los venezolanos. Que ‘los venecos’ y que esto y lo otro… Pero en Venezuela sí estábamos fatal, ahí sí era todo crisis. Por eso nos fuimos para Colombia y luego para aquí. Nos motivó el sueño americano que todos dicen, el darle un mejor futuro a mis hijos y una estabilidad que no pudimos lograr en Venezuela porque allá la economía… la plata no alcanza”, aseguró Hernández.
Fue hace unas semanas, sin embargo, que el sueño americano empezó a sonar, a sonar y a sonar cada vez más.
El jefe de Misión de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), Santiago Paz, previó a inicios del mes de octubre que para cuando termine el 2022, más de doscientos mil viajeros indocumentados habrán cruzado la frontera selvática entre Colombia y Panamá, a través del Tapón del Darién.
El flujo migratorio es tan denso como lo confirma Denise, quien aseguró que “en Colombia en esos días (previos a su salida) todo el mundo decía que ‘Ay, es que va a salir un grupo, este fin de semana sale un grupo que va pa’ Necoclí”. El municipio de la subregión de Urabá, en el departamento de Antioquia en Colombia, es la base desde la que se toman las lanchas a Capurganá para ingresar a la selva.
Yo tenía miedo y estaba con que no, que no. Le dije a mi esposo que mejor se fuera él primero y que luego nos mandara a buscar; pero cuando llegó el momento nos dijo que no, que ‘nos vamos todos porque yo no los voy a dejar a ustedes aquí’ y entonces nos vinimos con ese grupo’”.
El camino, sin embargo, demostró que el miedo se parecía más a un presagio de lo que les esperaba que a una causa infundada.
Nosotros veníamos en un grupo grande, con dos niños aparte de los nuestros, pero ya cuando entramos a la selva nosotros nos perdimos”, relató Denise.
De esta forma, el viaje que en un inicio pensaban que iba a tomar 15 días entre Colombia y Estados Unidos, se vio atrasado por las más de once noches que estuvieron atrapados en la selva, en medio de una travesía que puso en riesgo sus vidas:
Yo pensé que íbamos a llegar en 15 días y solo en salir de la selva duramos once días. La selva fue horrible. Barro, ríos crecidos… Todo eso le toca pasar a uno con mecates, con los niños cargados, viendo como se mueren niños ahogados, durmiendo en las carpas a orilla de ríos, arriesgando la vida y a que un río de esos lo arrastre a uno… Fue realmente una mala experiencia, gracias a Dios hoy estamos aquí”.
En el camino, agregó la mujer, “vivimos muchos traumas, a mis hijos casi me los arrancó el río” e, incluso hubo un momento en el que su esposo se desvaneció y tuvieron que pedir ayuda:
Mi esposo casi se muere ahí. Faltaban tres minutos para llegar al segundo campamento y él se desmayó, decía que ya no podía más, que tenía mucha sed y decía que tenía mucho sueño y que las piernas no le daban. Tuvimos que botar una maleta grande de ropa y de medicamentos, todo lo que traíamos y con los niños nos agarró la noche, sin linterna y sin nada. Gracias a Dios unos muchachos nos rescataron después de tanto gritar y de pedir auxilio. Fue Dios: sus ángeles, eso fue Dios”.
No fue sino hasta que se toparon a otro grupo, al que nuevamente le pagaron por el viaje, que pudieron salir del Darién, casi dos semanas después de haber ingresado.
A mí me tocaba comprometerme con mi hijo (Darío), ofrecerle cosas y como quien dice, mentirle. Así él seguía caminando porque cuando yo lo soltaba, lloraba y decía que no quería más ese barro, que tenía frío, que no quería dormir más ahí… Pasó toda la selva llorando asustado. La niña sí lo pasó bien, ella casi no lloró. Como él ve muchos comiquitos yo le decía que ‘Vamos a ir pa’ una selva pero ahí no hay animales: no tienes que tener miedo, porque ahí no hay nada’. Yo lo traía engañado y le daba ánimos: ‘Papi ya vamos a llegar, ya vamos a llegar’ y así”.
La familia, sin embargo, está lejos de llegar, pues al salir de la selva se enteraron de la misma aterradora noticia que descubrió Sara Balza en Panamá: que Estados Unidos había cerrado sus fronteras.
Ahora desde Costa Rica, país al que llegaron el pasado 14 de octubre, lo que esperan es un milagro:
Confiamos en Dios de que en cualquier momentico nos den la buena noticia y abran de nuevo las fronteras para seguir. Mientras tanto estamos viendo qué hacemos”.
“Si yo me vine fue por una meta, por mis hijos”
La salida de la casa en la que se albergaban las familias era un caos esa noche: según las organizaciones que apoyan a estos grupos migrantes, los viernes son los días en los que más organizaciones y grupos de particulares (como el que les comentábamos hace unas semanas de Pamela Rodríguez y su familia) pasan a ayudar, a donar ropa, comida y cobijo.
Durante nuestra visita alcanzamos a escuchar a una transeúnte cuestionarle a otra que “¿Cómo se les ocurre venirse con niños? ¡Están locos!”.
Poco tiempo después conversando con nosotros y como si hubiese escuchado la pregunta, Hernández señaló que:
Si uno se vino fue pensando en un mejor futuro, allá nos faltaba plata. Yo no tengo casa y por eso si yo me vine fue por una meta, por mis hijos”.
Los motivos de Sara Balza son similares, solo que a los de ella hay que agregar a las dos niñas que, junto a su abuela, se quedaron en Venezuela:
La parte más dura no fue la selva, fue dejar a mis hijas, eso fue lo más duro. Yo esto lo hago por ellas, por eso no puedo rendirme ni ponerme débil, esto es por ellas. Yo ponía de ejemplo a otras personas y yo decía ‘¿cómo esta señora tan mayor pudo pasar? si ella pudo pasar con sus hijos, yo también puedo’. Yo todo eso lo tomaba de ejemplo. Mi esposo me decía que sí, que sería difícil porque obviamente duele mucho la espalda pero cuando mi esposo me ofreció quedarme con los niños yo le dije que no: ‘Si nos vamos, nos vamos juntos’”.
La motivación de Paula Herrera y su esposo Rey Arape va por la misma línea: migran por Alejandra y por Hugo.
Ellos salieron, también de Colombia, el pasado primero de octubre en compañía de los dos niños y del hermano de Paula.
Según indicó la migrante:
Ya nosotros estábamos viviendo ahí en Colombia y nos motivó a salir de Colombia que queremos un mejor futuro porque yo soy venezolana y la economía en Colombia también está un poco baja”.
Su esposo, a su vez, agregó que:
Nosotros vimos de pronto la oportunidad que nunca íbamos a tener en Colombia ya que Estados Unidos es un país de muchas oportunidades y estar ahí es un privilegio ¿me entiende? Por eso vimos esa ventanita y lo arriesgamos todo, vendimos lo que teníamos y nos vinimos”.
Rey tenía una barbería en Colombia y la vendió para conseguir los recursos con los que emprender el camino.
Denise y su esposo, por su parte, vendieron su moto y “parte de nuestras cositas” y así lograron reunir los trescientos dólares con los que salieron de Colombia.
Ese efectivo, sin embargo, no alcanzó para muchos kilómetros pues fue lo que les costó salir del Darién:
Ahí los guías nos pidieron plata que para que uno no se pierda pero nos perdimos como tres veces en esa selva, además de que nos dejaron botados. Ellos (los guías) le meten miedo a uno: le dicen que tienes que pagar porque sino te matan, te roban y cosas así… y entonces uno termina pagando y ahora estamos sin plata”.
¿Qué sigue ahora?
Según la Dirección General de Migración y Extranjería (DGME) tras una consulta realizada por este medio, “es difícil contar con datos exactos de la cantidad de personas que se han movido en el 2022”.
Las fronteras tienen muchos puntos ciegos y, tal y como señaló Teletica en un reportaje de 7 Días publicado hace unas semanas, abundan los huecos entre frontera sur y frontera norte.
Sin embargo, y para basar su política de atención y control a esta coyuntura migratoria, las autoridades migratorias se han manejado con las estadísticas del gobierno de Panamá y de la OIM al respecto.
Estas señalan que más de 200.000 personas han cruzado la región en los últimos meses, como sostiene el Servicio Nacional de Migración (SNM) panameño; por su parte, la OIM registra aproximadamente a 180.000 migrantes atendidos en el paso.
Los muestreos de la Policía Profesional de Migración costarricense, sin embargo, señalan un número considerablemente menor: estos contabilizan a apenas 80.000 personas transitando por territorio costarricense en los últimos meses.
Del porcentaje captado por las autoridades nacionales, sin embargo, hay una gran parte que está compuesta por menores de edad como Alejandra y Hugo Arape:
De esas 80.000 personas que ha registrado la Dirección General de Migración y Extranjería (DGME), entre el 7 y 10% obedecen a personas menores de edad”, indicó Migración.
Cerrar las fronteras
El pasado 26 de octubre, la jerarca de la Dirección General de Migración y Extranjería, Marlen Luna Alfaro, aseguró que el país sí valoraría acciones para desincentivar que los migrantes venezolanos que están de paso por Costa Rica en este momento, permanezcan en suelo nacional:
El flujo sur-norte ha disminuido y nosotros esperamos no tener que tomar medidas más radicales porque hay una instrucción clara de seguir facilitando el tránsito de estas personas. En las próximas horas o días, cuando tengamos más clara la intención de estas personas de seguir retornando o permaneciendo en el país, valoraremos qué acciones tendríamos que tomar para desincentivar la permanencia de los que quieran quedarse en el país, para que quieran seguir de paso”.
Las declaraciones se dan en un contexto regional que también empieza a cerrar las puertas cada vez más rápido a este éxodo migrante y cuyos cierres empezaron a incrementarse cuando Estados Unidos cambió sus políticas migratorias.
La semana pasada, por ejemplo, el gobierno de Panamá anunció que no permitirá la entrada de regreso a los migrantes venezolanos irregulares que viajen desde Costa Rica hacia el sur del continente, como muchos pretenden hacer ahora.
Por ello el presidente de Costa Rica, Rodrigo Chaves Robles, aseguró que nuestro país está “muy preocupado” por la decisión panameña, debido a que si no pueden regresar por esa vía, los migrantes se quedarían atrapados en suelo costarricense:
El anuncio de Panamá nos preocupó muchísimo y estamos evaluando si efectivamente la medida es correcta y si Costa Rica entonces va a cerrar la frontera sur para personas que no tengan visa costarricense”.
Sin embargo, antes de optar por una salida de este tipo, el país ya envió las consultas correspondientes a los organismos aliados en materia internacional. Según Chaves:
Yo emprendí anoche una consulta con nuestros principales socios internacionales para explorar con ellos una serie de políticas de migración que serían verdaderos cambios a la política que ha seguido Costa Rica por muchos años. Estoy esperando la respuesta de un par de estos organismos internacionales. ¿Por qué los consultamos? Porque la reputación de Costa Rica es muy importante y porque esto está gobernado por convenios internacionales. Además, la decisión que tomemos va a depender de si ellos están dispuestos a colaborarnos con el costo enorme que ha asumido la sociedad costarricense por años, de ser generosos y receptivos con gente en necesidad”.
¿Qué dicen los migrantes venezolanos respecto a estas decisiones? Poco, pues aunque según Sara Balza “hay muchos dilemas” tras la decisión de Estados Unidos de cerrar sus fronteras, la esperanza de quedarse en Costa Rica para reunir más dinero y esperar, ahora que están aquí, no desaparece:
Nosotros pensamos quedarnos aquí en Costa Rica. Mi esposo es carnicero y todos estos días ha salido a dejar currículum a ver si lo llaman. Yo salí hoy también a llevar currículum porque si no es él, soy yo pero alguno tiene que trabajar para por lo menos recoger dinero para en algún momento, seguir, que es lo que es la esperanza. Nosotros no nos vamos a regresar pa’ Venezuela o pa’ Colombia, no”.
José Daniel, su marido, secundó la decisión pues temen seguir y que el panorama en otras naciones sea más complejo que en suelo nacional:
Lo que se habla de acá para allá, todo el mundo habla muy bien de Costa Rica porque en ningún lado a uno le ayudan y a nosotros, en el tiempo que llevamos aquí, nos han dado hospitalidad. Por eso nos queremos quedar aquí porque en Guatemala y en Honduras, quién sabe”.
“Ya estamos aquí, ya hemos apostado mucho y vamos a seguir adelante aquí con el apoyo de Costa Rica. Ahora estamos defendiéndonos con la venta de dulces y caramelos y vamos a seguir”, agregó, desde lejos, Rey Arape.
Denise Hernández y los suyos, por su parte, sostienen que quedarse en Costa Rica “es la opción más fácil” para recuperar un poco de dinero mientras esperan nuevas decisiones por parte de la administración Biden:
Pensamos avanzar pero todavía no. Pensamos quedarnos un tiempo aquí en Costa Rica, buscar trabajo para por lo menos nuestros esposos. Aquí es más fácil sacarse permiso y ya por lo menos arrendarse y acomodarnos un tiempo para cuando abran fronteras volver a seguir. También hemos pensado en regresarnos pero para Venezuela no, para Colombia donde yo por lo menos tengo conocidos… pero para Venezuela no: vamos para adelante”.
Costa Rica: la política es mantener al flujo hacia el norte
Ahora bien ¿es verdad que en Costa Rica es más fácil quedarse? Según indicó Migración a este medio, a las personas migrantes que ingresan a Costa Rica por la frontera terrestre se les informa, al llegar, que requieren visa para quedarse en el país:
En algunos casos esas personas se retornan al país del que vienen y en otros casos abordan los servicios de transporte público, logrando avanzar hasta el norte”.
De hecho, y según señala Chaves la semana pasada, la política del gobierno ahora es mantener el flujo de personas hacia la frontera con Nicaragua, con el fin de evitar que se queden en la capital.
Por ello ya dieron la instrucción de que quienes transiten por el país “pasen directo de frontera a frontera”, haciendo transbordo en zonas como Orotina, para que no paren en San José.
Así lo confirmó Migración a este medio cuando señaló que:
Con el fin de disminuir el mayor impacto para el país, relacionado con el alto del flujo migratorio en los lugares de alta concentración de personas, como lo es la capital, se han tomado medidas de la mano de las instituciones competentes para realizar acciones estratégicas que permitan un paso fluido y acelerado de los migrantes, por llegar a su destino final”.
La Dirección agregó, además, que la normativa costarricense establece que las personas venezolanas requieren una visa de ingreso para entrar a Costa Rica. Además, señalaron que, para trabajar legalmente en el país, el solicitante debe haber cumplido con los requisitos de ingreso y posteriormente adjuntar nuevas exigencias establecidas por ley y que se encuentran disponibles en el sitio del ministerio de Trabajo.
En el proceso de refugio existe la posibilidad de que se emita un permiso laboral pero no es una obligación de la administración entregarlo, es una posibilidad”, agregó la DGME.
En esta vía y hasta el momento, Migración reporta que un total de 97.621 personas han llamado a solicitar su visa de refugio en el 2022, a corte del 30 de septiembre de este año.
A su vez, la cantidad de personas que tienen cita para formalizar su refugio, a corte del 1 de octubre era de 47.279.
Sin embargo, y esta aclaración también es importante, el trámite para pasar de la solicitud a la cita puede tomar años pues desde 2018 a la fecha, con el estallido de la crisis política en Nicaragua, esas solicitudes no han dejado de aumentar, lo que alarga la fila que tiene que pasar quienes están llegando en estos momentos:
Hasta este momento ninguna de las personas que está siendo detectada cumplen con este requisito (para solicitar el refugio). No obstante, la ejecución del rechazo se imposibilita debido a que las autoridades migratorias de Panamá no reciben a estas personas migrantes, en virtud que no consta ningún sello o documento que demuestre su permanencia en ese país”, agregó Migración.
Las proyecciones de la Dirección señalan que, aunque “el tema migratorio no es exacto” e “históricamente el país ha percibido incrementos en este movimiento de personas por la región entre los meses de julio a noviembre”, se espera que con los cambios en las políticas migratorias de Estados Unidos como país de destino “el evento del 2022 ya podría estar culminando y se trabajará en unificar esfuerzos para el 2023”.
“Algún día nos vamos pero no sé cuándo. Yo quiero ir yo al castillo de Disney”
Foto de Beatriz Sánchez Jarquín.La esperanza de las otras naciones de la región es similar a la de Migración en Costa Rica.
En el norte también se espera que el cambio en las políticas migratorias de los Estados Unidos empiece a generar un efecto pronto en la reducción del flujo migrante, para que crisis como las que están afrontando fronteras como las mexicanas en este momento (donde esta semana se reportaron encontronazos entre manifestantes venezolanos y policía) disminuyan.
Sin embargo, y a pesar de que esa es la realidad que les espera si siguen su camino, de momento le es ajena a Darío, a Antuán, a Sol, a Alejandra, a Hugo, a Laura, a Tatiana y al resto de niños que esa noche durmieron sobre colchonetas en salas convertidas en albergues improvisados o en tiendas de campaña afuera de las terminales de TRACOPA y de la 7-10 en San José.
Ellos, mientras sus padres definen qué hacer a partir de ahora, lo que hacen es seguirse apoyando de las ayudas que organizaciones como la Fundación Lloverá y Obras del Espíritu Santo, así como particulares e instituciones del Estado, les brindan.
En esta línea, y tras una consulta realizada por este medio al Patronato Nacional de la Infancia (PANI), la institución confirmó que está dándole apoyo a estos niños migrantes mediante una coordinación con el Hospital Nacional de Niños para procurar su atención médica, lo que incluye valoraciones y medicamentos, además de una campaña de vacunación desarrollada de la mano con el Ministerio de Salud.
A su vez, los CENCINAIs cercanos a la zona están “garantizando la alimentación para las personas menores de edad y las mujeres embarazadas y en lactancia”, mientras que el PANI realiza verificaciones para asegurarse de que los menores se encuentren en la compañía de sus padres y no estén solos o abandonados en el país.
El Patronato también ha coordinado con el Comité Municipal de Emergencia de San José y con organizaciones como Obras del Espíritu Santo, con quienes se ha habilitado un albergue oficial para la población en mayor riesgo, como fue el caso de una familia con COVID-19 que tuvo que ser aislada por cuarentena.
Finalmente, personeros del Patronato están recorriendo las calles de San José, Heredia y Cartago “para recordarles que no pueden usar los niños, niñas y adolescentes para vender o pedir en las calles”.
Esta realidad es más cercana para los pequeños a los que entrevistamos en este reportaje que la de la frontera estadounidense; sin embargo, tampoco les preocupa en demasía. Para ellos la meta única sigue siendo la misma, la que le prometieron sus padres cuando les daban fuerzas para cruzar la selva: llegar a Estados Unidos.
Los deseos de Laura al respecto, de hecho, se parecen bastante más a los de una niña de seis años: ella lo que quiere es seguir el camino y llegar al castillo de Disney.
Algún día nos vamos pero no sé cuándo. Quiero ir yo pa’l castillo de Disney pero pronto me llevarán”.
Por su parte Hugo, con certeza, enfatizó en que:
Nosotros vamos para Estados Unidos a ganar platica para irnos otra vez pa’ Colombia. Para comprar cosas, para que mi mamá gane dinero para que se compre su ropa”.
Para este menor, y a pesar de todo incluida de la duda de sus padres sobre qué hacer ahora, el camino es solo uno:
No vamos a regresar, vamos a seguir pa’lante”.