El sociólogo francés, de paso por el país, asegura que la prostitución es un tema que los Estados abordan cuando su objetivo es otro: la inmigración o el espacio público.
Si los movimientos sociales ampliaron el campo de participación política, la última línea se encuentra en el espacio que ocupan las trabajadoras sexuales. Por la naturaleza misma de su oficio que sucede en la ilegalidad, las posibilidades de hablar en el espacio público o de intentar algún modo de protesta, se vuelven improbables. Su palabra es siempre puesta bajo sospecha, tanto desde los sectores que buscan erradicar la prostitución o abolirla (en nombre del delito, la moralidad o de una concepción que las piensa como victimas) como desde grupos de izquierda o feministas que dudan de la autonomía de su discurso si este no responde a los lugares comunes del maltrato y la explotación.
Para el sociólogo y politólogo francés Lilian Mathieu, la prostitución es siempre un tema que los estados abordan cuando su objetivo es otro: la inmigración o los modos en que se dispone del espacio público y es aquí donde la prostitución se une con otro tema al que ha dedicado su producción intelectual: los procedimientos que utilizan los movimientos sociales para crear una dramaturgia, una gramática de la acción colectiva.
Mathieu no se detiene a estudiar los motivos de una movilización sino las estrategias para lograr incidir en las decisiones institucionales, los recursos para involucrar a otros sectores, la capacidad de inventiva que lleva a sus adversarios a aprender técnicas que resultaron eficaces. Ese repertorio, que instauró otros códigos de participación como un instrumento renovado en la contienda por ganar la calle, se convierte en un capital militante.
Mathieu llegó a Buenos Aires invitado por el Centro Franco Argentino de la UBA para dictar un seminario sobre ese sector que pocos conocen en el ámbito académico pero que siempre termina siendo hablado por otros como es la prostitución.
El tema adquiere cierta vigencia en algunos países de Europa porque España está a punto de aplicar una ley que Francia sancionó en el año 2016 ligada a la penalización del cliente.
Esta medida, que fue importada de Suecia, ha recibido el apoyo de grupos feministas pero ha llevado a las trabajadoras sexuales a mayores niveles de clandestinidad, desamparo y fragilidad. Mathieu busca pensar en sus textos esta desconexión entre la realidad de la práctica de las prostitutas y todo aquello que se supone o se imagina de ellas,
–¿La prostitución es un límite hoy en el campo político? Lo pregunto porque es un sector que es estigmatizado por todas las ideologías, incluso por aquellas personas que intentan defenderlas
–En Francia, el debate sobre la criminalización de los clientes fue una propuesta de una coalición entre movimientos católicos y feministas que, en otros tiempos, no hubieran coincidido, al que se unieron partidos políticos de derecha y de izquierda. Los argumentos iban desde la dignidad de las mujeres, la violencia de género, a la autonomía económica y la libre disposición de su cuerpo, que es un tema que está muy relacionado con el debate que tuvo lugar hace casi cincuenta años en Francia por el aborto. Del lado de los opositores a la criminalización de los clientes, tomaban este argumento que viene de la historia del movimiento feminista para justificar la prostitución. Las feministas decían que se trata de una situación de alineación y que no hay libertad en la prostitución, solo esclavitud. Dentro del feminismo hay un debate muy fuerte que es muy similar al debate que se da en relación al velo de las musulmanas.
–Salvo excepcionalmente, es muy difícil acceder al testimonio de las prostitutas ¿Cómo se piensa este desafío en el campo de la sociología?
–Muchas personas que pretenden defender los intereses de las prostitutas no son prostitutas. Son feministas universitarias que actúan dentro de partidos políticos que, en algunos casos, son católicos, burgueses y hablan de las prostitutas sin conocer sus verdaderos problemas. Siempre hay dudas, cuando la prostituta se expresa en el espacio público, para saber si dice la verdad o hay detrás un proxeneta que está manipulándola. También se dice que es un testimonio aislado, especialmente cuando no se ajusta al estereotipo, que no representa a la mayoría, pero tampoco se sabe mucho cuál es la situación de la mayoría. Los sociólogos pueden decir algunas cosas sobre un tipo de prostitución al que se accede por Internet pero no se utilizan mucho sus trabajos. Yo dejé de trabajar sobre la prostitución porque, con otros colegas sufrimos ataques muy violentos cuando advertimos que la criminalización de los clientes no era una buena idea, que iba a aislar a las prostitutas porque tendrían que esconderse para encontrar a sus clientes y la situación iba a ser peor, se iba a profundizar la clandestinidad. Algunas feministas decían que mi trabajo era en apoyo a los intereses de los proxenetas.
–¿Es posible abordar el tema de la prostitución a nivel estatal sin salir del dispositivo delictivo, tanto si se criminaliza a la prostituta, al proxeneta o al cliente?
–Hoy no se puede salir de ese dispositivo porque, en el caso de Francia, se suma el tema de la inmigración ya que la mayoría de las prostitutas son extranjeras sin papeles que vienen de África, de China o de Europa del Este. Los inmigrantes, para el discurso de la derecha que se instala en los años 90, son ilegales y son delincuentes. Antes de los años 90, el personaje principal de las políticas sobre prostitución era la trabajadora social, con la idea de ayudar a las que consideraba “pobres mujeres“ a salir de la calle y encontrar un verdadero trabajo. Hoy el personaje central es el policía y está ligado a que hoy, en el debate político francés, hay que legislar y castigar. Esto se puede ver también en el terreno del desempleo. El problema del desempleado no reside en la pobreza sino en la pereza y hay que castigarlo si no quiere trabajar. Hay que controlar si busca realmente un nuevo trabajo pero siempre se lo ve como sospechoso. No es un tema de justicia social. En relación a las prostitutas, la idea es que han sido forzadas a venir a Francia a prostituirse por la manipulación de los proxenetas y lo mejor para ellas es volver a su país.
–Cuando hablas de las pequeñas resistencias de los sectores que tienen un alto nivel de alienación pensaba en cómo habían construido su legitimidad otros sectores que también fueron estigmatizados como los homosexuales y trans ¿Las prostitutas necesitarían unirse a otros sectores con mayor legitimidad para que su palabra sea considerada?
–En los años 70, prostitutas y homosexuales estaban estigmatizados en Francia pero en el movimiento homosexual había intelectuales muy importantes como Michel Foucault, que tenían competencia política, sabían como armar una manifestación, escribían artículos. Las prostitutas no tienen este tipo de recursos, entonces necesitan establecer coaliciones pero no dejan de estar en una situación de dependencia. En 1975, cuando tuvo lugar la primera movilización de las prostitutas en Francia, sus aliados eran abolicionistas católicos de izquierda que decían que movilizarse era una manera de imaginar que había otro futuro. Se creía que después de la movilización muchas iban a salir de su actividad y a encontrar otro trabajo y era necesario acompañar sus reclamos, pero las prostitutas lo que querían era trabajar sin sentirse acosadas por la policía y seguir siendo prostitutas.
BÁSICO
Lilian Mathieu
Sociólogo y politólogo especializado en movimientos sociales. Director de investigaciones del Centro Nacional de Investigaciones Científicas de Francia y miembro del Centro Max Weber de la Escuela Normal Superior de Lyon. Su publicaciones tienen como temas las revueltas del Mayo francés, las movilizaciones de inmigrantes, las luchas contra el SIDA. Ahora está realizando una investigación comparativa entre el régimen de Vichy y la última dictadura en la Argentina.