El silencio del presidente saliente mantuvo este lunes en alerta a Brasil ante la eventualidad de que no asumiera su derrota en las elecciones
El mundo entero permaneció inquieto, preocupado, expectante y en estado de alerta ante el silencio que Jair Messías Bolsonaro decidió mantener este lunes en la sobremesa postelectoral. En su primera jornada tras la derrota en las urnas –lo que le convirtió en el primer presidente de Brasil que no gana una reelección– logró acaparar la atención de los medios ante la ausencia de reacción, por mucho que algunos ministros del gabinete saliente le pidieran salir a hablar en público. A última hora de la tarde, continuaba enrocado en el silencio, aunque su entorno no descartaba que hiciera una declaración tardía.
Bolsonaro fue derrotado por el izquierdista Luíz Inácio Lula da Silva, que obtuvo la confianza de más de 60 millones de brasileños (50,9%) mientras él fue respaldado por 58 millones (49,1%). No fue una derrota contundente, pero sí del calado suficiente para dejarle pensando qué hacer. El líder ultraderechista no reconoció los resultados de las urnas. Mucho menos ha llamado a Lula para felicitarlo. Político locuaz, nunca antes había estado tanto tiempo callado. Es la primera vez que un candidato a la presidencia guarda silencio tras conocer su derrota.
Semejante mutismo ha invitado a la mayoría de analistas a imaginar muchas hipótesis. Hay quien supone que un hombre que estaba convencido de su victoria, como así lo manifestó después de emitir su voto en Río de Janeiro, pudiera haber entrado en un estado de desolación. Tanto abatimiento invadió a Bolsonaro que tampoco quiso recibir ni atender a ninguno de sus ministros y aliados. Solo atendió el teléfono de Alexandre Moraes, presidente del TSE (Tribunal Superior Electoral) que lo llamó para felicitarlo por haber participado en la gran fiesta de unas elecciones democráticas.
El Libro de los Efesios
Que el silencio y el aislamiento en el que se encontraba esté provocado por la desolación no deja de ser una buena noticia para muchos brasileños. Lo último que escribió Jair Bolsonaro en su cuenta de Twitter fue un versículo del Libro de los Efesios que decía: «Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo, porque nuestra lucha no es contra humanos, sino contra potestades y autoridades, contra los gobernantes de este mundo de tinieblas… Efesios 6:11-12. ¡Que Dios bendiga a nuestro amado Brasil!».
Durante toda la campaña, Bolsonaro planteó serias dudas sobre el sistema electoral, sembró dudas sobre Alexandre Moraes, al que llegó a desacreditar, e incluso dejó entrever la posibilidad de impugnar las elecciones por fraude. Su frase de que del Palacio de Planalto solo saldría preso, muerto o con una victoria volvió a retumbar en las cabezas de muchos brasileños. Que ese silencio lo utilizara hoy para preparar alguna acción reactiva no sería de extrañar, aunque resulta poco probable después de las manifestaciones de algunos de sus aliados y, especialmente, del reconocimiento y las felicitaciones que ha recibido Lula da Silva desde Europa, China, Estados Unidos y hasta Rusia. No obstante, la tensión estuvo a la orden del día. Y, de hecho, cientos de camioneros afines al presidente saliente realizaron al menos 60 manifestaciones y cortes de tráfico en doce Estados del país en protesta por su derrota.
Durante el domingo electoral, Bolsonaro utilizó su número en las urnas para enviar 22 mensajes en los que apuntaba todo lo que se tenía que hacer y lo que no para conducir un Brasil mejor. Desde entonces no se sabe nada de él.
Sin embargo, las instituciones y sus aliados han reafirmado sus compromisos democráticos. Arthur Lira, presidente de la Cámara de Diputados y hombre de Bolsonaro, señaló en varios medios brasileños que «la voluntad de la mayoría manifestada en las urnas nunca debe ser impugnada y avanzaremos en la construcción de un país soberano, justo y menos desigual». En el mismo sentido se manifestó Ricardo Sallés, exministro del Gobierno y elegido para la Cámara en estas elecciones: «El resultado trae consigo muchas reflexiones y la necesidad de buscar formas de pacificar un país literalmente dividido por la mitad. Es la hora de la serenidad», escribió en sus redes sociales.
«Hemos escogido la vida»
Y el hombre que envío a Lula da Silva a prisión, Sergio Moro, elegido senador por el Estado de Paraná y también exministro de Bolsonaro, dejó un mensaje similar en su cuenta de Twitter: «La democracia es así. El resultado de unas elecciones no puede ser superior a la responsabilidad que tenemos con Brasil. Trabajemos por la unión de los que quieren el bien del país». Estas declaraciones indican claramente que el final político del bolsonarismo no ha llegado.
El silencio del líder ultraderechista contrasta con el discurso victorioso de Lula da Silva que, a sus 77 años y 12 después de dirigir el país, ha sido la opción elegida por los brasileños esperanzados en volver a vivir en concordia, sin odios y sin miedo. «Voy a gobernar para 215 millones de brasileños y brasileñas y no solo para los que me han votado. No existen dos Brasil: somos un único país, un único pueblo, una gran nación… Este país necesita paz y unión, este pueblo está cansado de mirar al otro y ver al enemigo, y que se le tema y se le destruya. Es hora de bajar las armas. Las armas matan y nosotros hemos escogido la vida». Lula prometió principalmente combatir la miseria, la gran razón de su vida, señaló.