—¿Dice la tuna?
—No me refiero a la de la universidad, de estudiantes, sino a la del colegio, de chavalín.
—¿Con la bandurria y todo?
—Sí, había de todo [risas]. Te daban el instrumento según entrabas y la edad que tenías. A mí me decían que para la guitarra era muy canijo, que no podía ser. Ahí hubo una buena bronca. Tuvo que ir mi padre a convencer al profesor de que tenía que tocar la guitarra y no la bandurria. No, conseguí meterme con la guitarra.
—¿Salía ahí la vena roquera?
—No, entonces aún no.
—Su manera de tocar es muy peculiar y característica. A lo mejor el origen está ahí.
—Bueno, tocas la guitarra de una manera que te permita seguir mientras vas cantando. Al final estás haciendo las dos cosas y yo toco la guitarra para componer, para guiarme y llevar los tonos. Tienes que decantarte por una cosa u otra. Al final estás cantando y pones ahí toda la cabeza.
—¿Por qué cree que sigue haciendo canciones en el 2022?
—Hombre, es que es lo que más motiva. Más que tocar en directo. Más que nada. Yo sigo escribiendo canciones para encontrar cosas distintas y para ver si le encuentro el sentido a la vida en una canción. Luego, una vez que la tienes, lo que quieres es que la escuche todo el mundo. Meterte en el local y hacerla lo mejor posible.
—¿Hay veces que las cosas tienen más sentido en una canción que en el mundo real?
—Hace poco leí que en la poesía hay una información importantísima y hay mucha gente que por desconocer esta información vive y muere infeliz. Me parecía que lo definía con gran exactitud.