Vivimos en la sociedad de la información, “todos” interconectados, con acceso inmediato a una cantidad gigantesca de noticias y datos de todo tipo, lo que ha de verse, sin duda, como un gran logro de nuestra sociedad tecnológica moderna. En ese infinito a efectos prácticos volumen de información disponible desde cualquier dispositivo electrónico conectado a Internet, o a través de los medios de comunicación tradicionales (prensa escrita, radio y televisión), las informaciones relativas al tiempo y al clima ocupan un lugar preferente.
El producto estrella son las predicciones meteorológicas (en cualquier formato que se nos ocurra), pero diariamente hay multitud de noticias que abordan las cuestiones más diversas relacionadas con el medio atmosférico. El cambio climático –bajo cualquiera de sus denominaciones– ocupa un espacio cada vez mayor, compartido con otras informaciones que son más puramente meteorológicas.
A pesar de que hace ya mucho tiempo la Meteorología alcanzó su madurez como disciplina científica y se asienta sobre unos sólidos cimientos, circulan con demasiada frecuencia –en modo bucle– bulos que consiguen llegar a millones de personas gracias al sensacionalismo que practican muchos medios de desinformación, pues así deberían de llamarse.
Focalizaremos este pequeño artículo en tres de esos bulos, que seguro que les resultan muy familiares. El primero de ellos es el de los famosos chemtrails, el segundo el de la predicción que nunca existió de Filomena, a cargo de un joven aficionado a la Meteorología, que se ha convertido en un filón para algunos medios, gracias al gran impacto que tiene lanzar periódicamente el ciberanzuelo (clickbait), y el tercero es el de las avionetas que cuentan los lugareños (desde hace más de 50 años) que disipan las nubes y evitan que llueva sobre sus tierras de cultivo, para su desesperación.
Expertos en fumigar el miedo
El tema de los chemtrails o estelas químicas se ha globalizado. Desde hace ya muchos años hay personas empeñadas en difundir la idea absurda de que las estelas de condensación que vemos que dejan, a veces, los aviones a su paso en el cielo, y que perduran en el tiempo, son en realidad fumigaciones de productos químicos nocivos para la salud de las personas. Esta teoría conspiranoica tiene –como otras muchas– el único objetivo de infundir el miedo entre la población. A cuantas más personas les entren dudas al conocer el argumentario de los que se empeñan en fumigarnos ese miedo, mejor que mejor.
La ciencia meteorológica disipa cualquier duda al respecto. El mecanismo físico que da como resultado las estelas de condensación de los aviones es bien conocido: un cambio de estado del vapor de agua, que pasa a convertirse directamente en cristalitos de hielo. Son las condiciones de humedad y temperatura al nivel de vuelo de los citados aviones los que dictan el que las estelas se disipen con rapidez o se mantengan dibujadas en el cielo como trazos de tiza, ensanchándose con el paso del tiempo.
Por decirles algo desde estas líneas a los “amigos de los chemtrails”: que vigilen el aire que exhalan ellos mismos al respirar, en especial los días fríos y húmedos, no vayan a generar un “chemvaho” y tengan un problema.
Predicciones imposibles con las cabañuelas, el horóscopo meteorológico
La inolvidable nevada al paso de la borrasca Filomena, en enero de 2021, hizo correr ríos de tinta y algunos medios quieren seguir viviendo de las rentas, a costa de un joven aficionado a la meteorología burgalés, que se deja querer y al que se le atribuye la predicción de la famosa nevada basándose en el método de las cabañuelas, cuyos secretos le enseñó un pastor, y mirando también los modelos de predicción que hay disponibles en Internet.
La histórica nevada asociada a Filomena fue muy bien predicha por los modelos meteorológicos. En cuanto a la supuesta predicción realizada meses antes a partir de las cabañuelas, nadie ha sido capaz de encontrarla.
Aquella histórica nevada fue bastante bien predicha a medio plazo (¡un éxito de la predicción meteorológica!), pero vender la idea de que pudo ser predicha con meses de antelación por las cabañuelas y que otra similar también podrá ser predicha por el chaval es un bulo de dimensiones comparables a la nevada (nadie ha encontrado esa supuesta previsión de Filomena).
Desgraciadamente para nuestros intereses, tal y como demostró el meteorólogo estadounidense Edward N. Lorenz (1917-2008), a principios de la década de 1960, la naturaleza caótica de la atmósfera imposibilita la predicción de su comportamiento a largo plazo, debido a la gran sensibilidad que tiene la evolución atmosférica a las condiciones iniciales. Poco más que añadir.
Es imposible predecir Filomenas o cualquier otro episodio extremo a largo plazo, y menos con las cabañuelas.
No se pueden predecir a largo plazo Filomenas o cualquier otro episodio meteorológico de gran impacto que se nos ocurra ni mediante la predicción numérica del tiempo (modelos meteorológicos) ni a través de las cabañuelas o cualquier otro método de meteorología popular que se nos ocurra. Si vuelve a leer o escuchar que: “Jorge Rey (o quien sea, ahora que se ha puesto de moda) pronostica una nueva Filomena para el próximo invierno…” desconfíe y no caiga en el ciberanzuelo que lance el medio de turno.
Ahora un clásico: las avionetas que secan los campos
Terminamos este repaso a los bulos meteorológicos con otro de los clásicos. Le pongo en situación: periodista entrevistando a un agricultor del sureste peninsular (Murcia, Almería…). Éste denuncia que cuando en el cielo había unos nubarrones que iban a descargar lluvia, vieron unas avionetas volar entre las nubes, se empezaron a despejar los cielos y no llegó a llover.
Se trata de una idea muy extendida en el sureste, donde los frentes atlánticos apenas llegan con actividad tras ir “tropezando” por compleja orografía peninsular.
Esta historieta, con distintas variaciones, se viene repitiendo al menos desde hace 40 años por el sureste peninsular, donde muchas personas del mundo agrario están convencidos de que hay una especie de complot para impedir que llueva en aquellas tierras, olvidándose de que los frentes atlánticos llegan ya exprimidos a esa zona tras atravesar la Península.
El bulo de las avionetas antilluvia se ha ido extendiendo a otras regiones españolas y se da también en otros lugares del mundo. Pensemos que sí; que hay alguien detrás de esas avionetas que muchas personas dicen que ven aparecer en el cielo en situaciones favorables para que llueva en su zona, y pensemos también que las citadas aeronaves llevan quemadores de yoduro de plata que esparcen esa sal en el interior de las nubes.
La siembra de nubes para alterar los mecanismos de precipitación es una técnica conocida, que desde hace 80 años se lleva a cabo en distintos lugares del mundo. Si esto es así, ¿cuál es el bulo? Pues pensar que actuando así se puede controlar la lluvia (provocarla o evitarla) a nuestro antojo.
Estamos lejos aún de conseguirlo, si es que lo logramos algún día. Los chinos se jactan de haberlo conseguido, pero algo falla, ya que a pesar de su empeño en provocar lluvia artificial este año están teniendo la mayor sequía documentada con datos instrumentales en su país.