Escobar es un símbolo admirado por los que gozan los beneficios del narcotráfico en la principal ciudad del Cauca, un territorio que ocupa el segundo puesto en número de cultivos de coca en el Pacífico, la región con más área sembrada de estos cultivos (más de 89 mil hectáreas).
“Después de la pandemia se dio un auge de lugares que se caracterizan por exaltar la cultura mexicana —dice el politólogo y profesor de la Universidad del Cauca, Julian Caicedo— sin temor a equivocarme, de cada 10 lugares nuevos, 6 o 7 tienen esta temática”.
Hace unos cinco años, la diversión nocturna en Popayán transcurría en pequeños bares o licoreras. Las discotecas eran más bien escasas en la ciudad colonial, que aún hoy no llega a los 350 mil habitantes, y cuyas procesiones de Semana Santa son su marca internacional.
La apertura de lugares nocturnos con temática mexicana, que no se había visto con tanto furor antes de la pandemia, ha llevado a que en la ciudad se empiece a hablar de la “mexicanización” de Popayán.
La muestra más reciente de este fenómeno es Fonda Guadalupe, inaugurada hace mes y medio, y pensada “como un lugar exclusivo en Popayán para el disfrute sano”, según Angel Sanabria, su administrador.
La Fonda cuenta con música en vivo, show de caballos los jueves, licores y coctelería mexicana de alta gama, y platos exclusivos. El más exclusivo de todos es un corte de carne que rodea los 600 mil pesos. Si rl cliente lo quiere, puede bañarse en oro. En el mes y medio que llevan abiertos al público, han vendido unos seis o siete platos de esta carne, según Sanabria.
Dice que la idea es exaltar los aspectos positivos de la cultura mexicana y replicar las fondas de México: “Sabemos que algunos lo ven con buenos ojos, pero hay otros que lo asocian con un estigma negativo”.
La cultura narco, más allá de la noche
“No me nombres” es la primera frase de la mayoría de personas que consultamos. Aunque la dinamización de la economía producida por el narcotráfico en Popayán no es un secreto ni un tabú. Está a los ojos de todo el mundo.
“En Popayán estamos en una burbuja económica producto del aumento de los cultivos ilícitos y de la producción de cocaína — dice un alto funcionario del gobierno local que pidió reserva de la fuente porque considera que hablar de esto lo puede poner en riesgo —-. Es un hecho que cuando el narcotráfico está disparado, permea todas las esferas”.
Y el narcotráfico está disparado. Así lo muestra el reciente informe de la Oficina de las Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito (Unodc), que registró el mayor número de cultivos de coca y producción de cocaína en la historia de Colombia.
Pero no solo eso. Mientras todas las actividades legales se paralizaron con la pandemia, “el narcotráfico no paró, se reeditó y se consolidaron las transacciones ilegales por plataformas digitales como la criptomoneda o incluso por las aplicaciones de mensajería instantanea. Esto terminó afectando a las economías legales (por las restricciones y cuarentenas) e incentivó las ilegales”, dice Leonardo Raffo, docente de la Universidad del Valle y experto en economía y dinámicas del narcotráfico. “No obstante, esta economía también produjo cierto tipo de represamiento de mercancías y riquezas ilegales que, tras el levantamiento de las restricciones que generó la pandemia, volvieron a moverse”.
Así, Popayán entró este año en el top 10 de las ciudades con mayor reactivación económica después de la pandemia: entre 2020 y 2022 pasó de tener una tasa de desempleo del 33% a acercarse el promedio nacional con 11% y el sector inmobiliario está disparado.
Entre octubre de 2020 y septiembre de este año registra la venta de más de 3800 viviendas. “Popayán está viviendo un pico histórico en temas de construcción”, ratificó el Alcalde, Juan Carlos López.
Una de las explicaciones para el auge de la construcción es que mandos medios del narcotráfico en el sur del país encuentran en Popayán una ciudad de descanso y el lugar para construir su casa de recreo para el fin de semana.
También es un sector que suele usarse para lavar dinero porque la construcción es una actividad de corto plazo, dinámica y que garantiza la valorización del lugar.
Ríos de efectivo
“¿Qué hacen? —dice entre susurros una persona que conoce de cerca las dinámicas del sector inmobiliario en la ciudad que tiende a tener casas de uno o dos pisos— compran casas en estratos uno, dos y tres y le montan el segundo y el tercer piso. En el primero ponen negocios, el segundo lo arriendan barato y en el tercero ves una jacuzzi, una piscina”.
Los testimonios, contados bajo condición de anonimato, muestran también una dinámica de compras en efectivo y dejando los bienes a nombre de terceros. “Vendí un terreno y me pasaron 60 millones de pesos en efectivo y el predio quedó a nombre de terceros que ni siquiera estuvieron en la negociación”, dice una persona. Una historia similar nos contó otra fuente: “Un amigo construyó 50 casas, las vendió rápido, dos se las pagaron por medio de bancos, las demás en efectivo”.
“En Popayán hay ofertas inmobiliarias que van hasta los 3 mil o 4 mil millones de pesos. ¿Quién tiene el poder adquisitivo para eso en una ciudad pequeña y sin industria como Popayán?”, cuestiona el politólogo Julián Caicedo.
En el comercio también se siente la llegada del dinero ilegal. En una denuncia anónima, como suele moverse todo lo relacionado con el tema del narcotráfico, dirigida a entidades nacionales, departamentales y municipales, los llamados “comerciantes afectados y próximos a salir del mercado” dicen que en los barrios La Esmeralda y Bolívar de Popayán hay negocios que están lavando dinero.
“Específicamente en el barrio Bolívar, es tanta la confianza que se han tomado, que llegan en tractomulas de un sólo ingrediente activo por litros, galones, canecas y bultos en las barbas de las autoridades policiales de control las cuales deben estar bien pagas por anticipado. (…) Otros de estos seudoempresarios llegan a realizar competencia desleal al vender los productos al costo o inclusive por debajo del costo, es claro que están lavando dinero del narcotráfico”, se lee en la carta.
Teniendo en cuenta que según el informe de la Oficina de Drogas de la Onu cada hectárea puede generar 7,9 kilos de cocaína, que el Cauca tiene más de 20 mil hectáreas sembradas que producen un promedio de cuatro cosechas al año y que el kilo de cocaína en Colombia está costando alrededor de los 6 millones de pesos, el departamento puede estar moviendo más de 3,7 billones de pesos anuales si todo se vendiera dentro del país.
El dinero que circula en Cauca en son de la coca es tanto, que un joven que durante años se movió en el mundo narco del departamento contó que en diciembre una de las llamadas “cocinas”, donde se cristaliza la coca para que sea consumible, obtuvo tantas ganancias que decidió hacer un concierto gratis en “agradecimiento” a los habitantes de la vereda que eran unas 1300 personas.
Lo amenizaron cuatro cantantes reconocidos de música popular como Herbert Vargas y Juan Carlos Hurtado “El Andariego”; a la entrada regalaron una botella de aguardiente y abrieron una barra libre con whisky y tequila sin restricciones. “Fácilmente ese evento costó 500 millones de pesos”, dice.
Esa plata que mueven las cocinas y los narcos termina muchas veces en Popayán. Así como Cali ha sido clave para cerrar los negocios del narcotráfico en el Pacífico e invertir la plata de estos capos, Popayán lo está siendo para los mandos medios o bajos del narcotráfico.
“Acá se sienten libres de andar por la ciudad y usted los puede reconocer. Tienen cadenas y relojes de oro, un anillo del mismo material, grande, casi siempre con alguna forma de un animal, un carriel de buena marca, zapatos de marca Diesel, ropa de diseñador tipo Louis Vuitton, la mayoría anda con fajos de billete que se le marcan en los bolsillos de todo el efectivo que manejan y se mueven en carros de alta gama”, asegura el joven que conoce la dinámica.
En Popayán ya no es raro ver camionetas de cuatro puertas polarizadas y con platón; carros de altísima gama, como un convertible blanco, que se mueve por toda la ciudad, y criaderos nuevos de caballosque surgen cada mes a las afueras del municipio y en donde hacen shows equinos.
“Lo común en la estética narco son los caballos, discotecas, mujeres, fiesta, carros de lujos que marcan la exhibición del poder adquirido. (…) La manera en la que mostramos el poder rural en Colombia tiene que ver con que los caballos representan el lujo en el mundo rural y los carros blindados y elegantes, el lujo en el mundo urbano”, asegura Omar Rincón, docente de la Universidad de los Andes quien, junto con Lucas Ospina y Xavier Andrade han estudiado la estética del narcotráfico y su impacto en la sociedad en el marco del proyecto de creación y la exposición artística “Narcolombia”.
Mientras que para unos la llegada de la cultura narco va de la mano con la presencia de carteles del narcotráfico mexicanos en Cauca, para otros es una tendencia que entra por las redes sociales y por algunas características culturales de zonas principalmente cocaleras. La coincidencia es que es una cultura ajena a Popayán que está permeando a la ciudad desde la ruralidad.
La problemática que rodea a Popayán
Popayán está en el centro del departamento, entre los cultivos de marihuana concentrados en municipios del norte como Toribío y Caloto, y los de coca que se ven con mayor fuerza hacia el sur en Argelia y Balboa. A la vez, limita por el norte con El Tambo, uno de los enclaves cocaleros del departamento. Incluso, a menos de una hora de Popayán ya hay cultivos de coca que van rodeando a la ciudad.
Todo esto ha convertido a la ciudad en un lugar de tránsito y de descanso para grupos ilegales nacionales y foráneos.
“La cultura del narco es trasnacional, lo mejor que ha hecho el narco es juntar a América Latina en una estética, una ética y una manera de hacer negocios. (…)”, dice Rincón. “Cuando llega el narco méxicano también llega a imponer sus gustos que luego se trasladan a las redes sociales y se van naturalizando”.
La presencia de los carteles mexicanos en el departamento no es nueva. Luego de que las Farc se reincorporaron tras la firma del Acuerdo de Paz, el negocio del narcotráfico empezó a quedar en manos de los carteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación.
Desde 2019, la Defensoría del Pueblo habla de un fortalecimiento de estos carteles que son poco visibles, se alinean con otros grupos armados locales, compran la base de coca más cara incentivando su producción e inciden en la siembra y la salida del alcaloide a los mercados internacionales, particularmente desde el suroccidente de Colombia.
“Los narcos mexicanos son los que mueven los hilos internacionales de este negocio”, dice el docente Raffo. En eso coincide el joven que conoce desde adentro cómo funciona la cultura narco: “Antes los colombianos marcaban la partida en temas de drogas, ahora son los mexicanos y por eso admirarlos es la berraquera, te da estatus”.
Es una cultura que comienza a sentirse incluso en la ruralidad. “Ahora que las veredas y corregimientos tienen más conectividad y acceso a Internet, uno ve una cultura que se identifica con la música de banda o los corridos que, al menos en el municipio, ha llegado por las redes sociales”, dice Juan Camilo López, un habitante de Buenos Aires, al norte del Cacuca, y politólogo de la Universidad del Cauca.
En su pueblo, dice, los niños empiezan a sembrar coca desde los 10 años y, desde ese momento, se mueven en un entorno en el que andar armados, tener una moto de alto cilindraje y un caballo costoso en donde quede en evidencia el dinero que tienen, se va convirtiendo en un estilo de vida y una demostración de poder.
También cree que la cultura narco es una forma de los habitantes de los municipios de decir “acá estamos” en una sociedad que ha sido clasista y segregacionista. La plata, aunque venga de la ilegalidad, les da el reconocimiento que las élites les han negado durante siglos.
“El narco es la revolución de clases más importante que hemos tenido porque cumple con el mito capitalista de ten dinero, consume lo que quieras y serás exitoso y creo que lo cumple perfectamente”, dice Omar Rincón.
Por lo menos en la Zona 10 containers, así se siente.