La palabra de moda en el sector del arte y en otros sectores culturales es NFT (No Fungible Token) que, asociada a la palabra ‘blockchain’ y aderezado con una pizca de criptomoneda permite participar sin demasiado riesgo en tertulias sobre estos temas. Los NFT han sido noticia destacada en anuncios de transacciones especulativas incomprensibles para el común de los ciudadanos. Incluso, un millonario ha llegado a digitalizar uno de los dibujos de Frida Kahlo, valorado en 10 millones de dólares para luego quemarlo, convertirlo en ‘criptoarte’ y revalorizarlo.
La reconocida experta en el mercado del arte Clare Mc Andrews valora el mercado de NFT en casi 3.000 millones de euros. Este sector no está valorado por esta experta en ninguna criptomoneda, ya sea Ethereum, Bitcoin o Tamadoge. Encontramos diversos ejemplos reales de ventas millonarias de obras artísticas en formato NFT. 3LAU, productor y DJ y máximo exponente del ‘star-system’ NFT, fue uno de los primeros músicos en vender sus creaciones a través de NFT en 2020, antes del boom en 2021. Precisamente, ese año el artista vendió su álbum Ultraviolet a través de una colección de 33 NFT únicos por 11,7 millones de dólares.
Instituciones tan establecidas como el British Museum o la Galería de los Uffizi en Florencia han experimentado con los NFT para buscar nuevas vías de financiación. El British Museum ha vendido NFT de trabajos pictóricos de JMW Turner y Hokusai, y los Uffizi, incluso, se han atrevido a vender una copia encriptada de Miguel Ángel.
Si volvemos al esquema cultural que parte de la creación para llegar al consumidor, esquema que no varía independientemente de los medios y técnicas que se utilicen, podemos afirmar que cualquier creador –sea pintor, escultor, fotógrafo, músico, escritor u otro profesional– aspira a llegar a un público de consumidores.
El camino para llegar es diferente según el sector y los medios que se utilizan. Las redes sociales acortan considerablemente el camino desde la creación al consumo. Si bien se ha escrito mucho sobre los NFT en el arte, todavía hay desconocimiento sobre las posibilidades ofrecidas al utilizar la tecnología ‘blockchain’ y los NFT para la difusión y comercialización de las creaciones.
Una de las características de los NFT es que son activos digitales únicos. La protección jurídica de la propiedad intelectual está reforzada por la teórica imposibilidad de realizar copias. Los campos en los que se empiezan a aplicar los NFT se están extendiendo a sectores como las patentes, la arquitectura, la música, los videojuegos, el audiovisual, los deportes y la salud. La lista irá aumentando a medida que los creadores se convenzan de su utilidad.
Los sectores como el editorial o el musical, particularmente sensibles a las copias ilegales, ven en los NFT una vía para minimizar estas prácticas. No es casualidad si Spotify está entrando en este campo, así como grandes grupos como Bertelsmann y Time Warner, entre otros. Las productoras de música y las editoriales de tamaño medio o pequeño podrán acceder a esta tecnología a medida que los costes de implantación vayan reduciéndose.
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Capítulo aparte merece el uso de las criptomonedas en las transacciones derivadas de los NFT. La convertibilidad de estas monedas minimiza las operaciones puramente especulativas que constituyen el mayor peligro para el asentamiento de los NFT.
Este tipo de activos criptográficos en la cultura permiten poner sobre la mesa algunas de las grandes preocupaciones de los creadores: la libertad creativa, una distribución más justa de las retribuciones por sus obras y la protección de la propiedad intelectual. La verdadera revolución del ‘blockchain’ y los NFT se encuentra en la búsqueda de una independencia radical. Por otra parte, el futuro dependerá de la facilidad de acceso a las criptomonedas y de su seguridad, pero, sin duda, el debate sobre estos temas va a seguir caldeando el mundo de la cultura.