Andrea Štaka está considerada la directora de cine contemporáneo más importante de Suiza. La emigración es el tema más destacado de su cine. Sus películas acaban de ser proyectadas en el Black Canvas Film Festival de México.
Este contenido fue publicado el 23 octubre 2022 – 09:00
Flurina Dünki, en Ciudad de México
El Black Canvas de Ciudad de México es un festival joven. Su objetivo es compartir y dar a conocer al público nuevos temas y perspectivas cinematográficas. Andrea Štaka, que en sus películas cuenta historias de mujeres emigrantes que tienen que gestionar el equilibrio entre varias culturas, encaja con el criterio del festival.
Štaka fue una de las figuras que más sobresalieron en la sexta edición del festival, que se celebró recientemente, en la que Suiza participó como país invitado. swissinfo se reunió con la directora en la sede del festival, la Cineteca Nacional, en Ciudad de México.
Andrea Štaka nació en Lucerna, pero creció en Zúrich, donde llevó a cabo sus estudios en la Universidad de Arte y Diseño de Zúrich (ahora ZHDK) y se graduó en 1998 con su película ‘Hotel Belgrado’, ganadora de varios premios. Después del éxito de su primer film, le siguió el documental ‘Yugodivas’ (2000), rodado en Nueva York, y, posteriormente, los largometrajes ‘Das Fräulein’ (2006), ‘Cure – The Life of Another’ (2014) y ‘Mare’ (2020). Todos ellos se estrenaron en festivales y ganaron premios cinematográficos. Andrea Štaka es copropietaria de Okofilm Productions, que dirige junto con el director y productor suizo Thomas Imbach. Trabaja como guionista, directora y productora y da clases en la ZHDK. Štaka reside actualmenteen Zúrich.
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swissinfo.ch: En el festival de cine Black Canvas de Ciudad de México se hablaba de usted como la directora suiza más importante. ¿Corresponde eso con su autopercepción?
Andrea Štaka: Simplemente creo que soy una directora suiza con cierta importancia. Tal vez sea porque en mis películas cuento historias de mujeres que llevan no solo una cultura y un mundo dentro, sino varios, y eso empatiza con un público amplio. Cuando empecé, este tipo de narración de identidades no estaba muy presente en el cine suizo.
¿Qué es para usted un “director importante”? ¿Es el que tiene más éxito en taquilla o el que conquista a la crítica cinematográfica?
Ambas cosas son importantes. No obstante, pienso que la crítica del público es lo principal. He hecho películas que fueron muy taquilleras, como ‘Das Fräulen’, y otras que tuvieron muy buena crítica pero que a la vez generaron menos visitas en las salas de cine, como ‘Cure – La vida de otro’. O el caso contrario, como ‘Mare’, que consiguió tanto éxito que hubo que hacer una pausa en su proyección debido al colapso en las salas.
En este momento, el concepto de película taquillera está cambiando de todos modos. Cada vez menos gente va al cine, comparando con las cifras anteriores al coronavirus, y cada vez se ven más películas en casa en plataformas en línea como streaming. Hoy en día, esas cifras también se deberían de tener en cuenta. En el mejor de los casos, una buena película consigue convencer tanto a los espectadores como a los críticos.
Sus películas han sido bien recibidas por el público y han ganado premios en varios festivales de cine como el de Locarno, Solothurn y Sarajevo. Recientemente, Suiza ha sido país invitado en el festival de cine Black Canvas y sus películas se han proyectado como una retrospectiva de su obra. Sin embargo, su aparición en los medios de comunicación es discreta; podría decirse que no es el perfil típico de director de cine importante. ¿Por qué?
Como directora, me expongo bastante a través de mis películas. También soy más tímida de lo que la gente cree. Hay momentos en los que me siento muy orgullosa de una película y me doy una palmadita en la espalda. Pero también hay bastantes momentos en los que dudo y cuestiono mi trabajo.
Sus protagonistas suelen estar divididos/as entre dos culturas. La de Europa Occidental les da estabilidad económica, la de Europa del Este es su hogar. Hay muchos paralelismos con México.
Por supuesto. Cuando vi ‘Mare’ en la Cineteca Nacional con público después de mucho tiempo, me di cuenta de que la historia podría estar perfectamente ambientada en las afueras de Ciudad de México.
Konavle, donde se encuentra el aeropuerto de Dubrovnik, es una especie de no-lugar, que no llega a ser ni ciudad ni campo. El personaje principal, Mare, en particular, bien podría ser una madre que viviera en México.
Como Mare en la película, que utilizó el dinero que ganó en Suiza para ayudar a sus padres a comprar una casa en Croacia, muchas mujeres mexicanas trabajan en Estados Unidos y envían dinero a sus familias, pero a menudo no tienen nada cuando regresan. Plantea preguntas sobre la familia, la seguridad económica, la búsqueda de identidad, la sexualidad, la vida cotidiana, que corresponden a muchos lugares.
¿Puede considerarse la retrospectiva de sus películas en México como una exportación de su enfoque para procesar una identidad multicultural?
Sí, absolutamente. Mucha gente en México vive una crisis existencial diaria como algunos de los personajes de mi película. El conflicto violento que caracteriza a mis protagonistas también existe en México.
En Croacia, son el resultado de la sociedad patriarcal y de la guerra. No soy una experta en México, pero sé que el país tiene una de las tasas más altas de feminicidio. Eso me conmovió. Frente a mi hotel, en el centro de Ciudad de México, había una estatua de Cristóbal Colón, hoy hay una escultura que han colocado para llamar la atención sobre el tema de las mujeres indígenas.
Usted pertenece a la primera generación de directores suizos que aborda el tema de la migración en el cine.
Antes de que rodara ‘Das Fräulein’ en 2006, el tema de la migración tenía poca presencia en los medios de comunicación y se trataba de forma muy unidimensional. Cuando estalló la guerra en la antigua Yugoslavia en los años 90, en la televisión solo se mostraban imágenes de hombres guerreros y primitivos y mujeres llorando.
Me pareció que esta representación de la guerra y las dificultades que provocó era una afrenta y un enfoque demasiado unidimensional. Fue entonces cuando empecé a hacer películas para romper precisamente con esas imágenes, para cambiarlas.
Nuestra concepción social, que exige la pertenencia a una única cultura, ¿contribuye a la desestructuración de los inmigrantes y sus hijos?
La convivencia en una sociedad está siempre en movimiento. Por desgracia, las expectativas de la sociedad suiza respecto a los inmigrantes siguen siendo demasiado estáticas. Prevalecen los ideales exactos de cómo deben comportarse y adaptarse. Perspectivas que son casi imposibles de cumplir.
Muchos se estresan porque quieren convertirse en el suizo perfecto. Sin embargo, la sociedad suiza está compuesta en gran medida por inmigrantes y sus descendientes. También ellos representan a Suiza, tanto si hablan suizo-alemán con o sin acento extranjero. Ellos y nosotros somos la nueva sociedad suiza. Diversa y variada.
Usted creció en Suiza con una madre bosnia y un padre croata. ¿Cómo lo ha vivido personalmente?
Ha sido y es una montaña rusa de emociones. A veces me entristece profundamente. No obstante, a menudo noto cómo las dos culturas se complementan y encajan a la perfección. Sobre todo, lo encuentro enriquecedor.
La mayoría de sus protagonistas son mujeres, lo que llama la atención porque todavía hay más hombres que mujeres en los papeles protagonistas del mundo cinematográfico. Usted misma ha dicho que ha tenido que justificarse por ello en alguna ocasión.
Sí, la gente me ha preguntado por qué mis protagonistas son mujeres. Yo cuento sobre todo historias sobre personas, y como mujer, las historias sobre mujeres me resultan más cercanas. El hecho de que las protagonistas femeninas sigan siendo una minoría se debe sin duda a la falta de modelos de conducta. Tanto en términos de directoras como de personajes cinematográficos. Pero, afortunadamente, eso está cambiando rápidamente.
Adaptado del alemán por Carla Wolff
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