Paolo Vasile (Roma, 1953) dice que hay momentos en la mar en los que hay que seguir adelante, sea cual fuere el tiempo meteorológico, o quede lo que quede de combustible. Otras veces, sin embargo, es el propio capitán el que debe decidir bajarse del barco. Su singladura al frente de Mediaset España toca a su fin: llevaba años pidiéndolo, se retrasó por la pandemia, y ahora ocurrirá por fin en los próximos días, aunque de forma algo inopinada, tras filtrarse su marcha antes de que se anunciara en la junta de accionistas.
La fallida opa de la matriz Mediaset por Mediaset España había provocado cierto estancamiento en la gestión de la empresa, que también ha contribuido al caos en la marcha del gran jefe, que ha salido a la palestra para desmentir que le hayan destituido.
Muy cercano en el trato, simpático, pone siempre el negocio por delante de los principios y de las relaciones personales… de la empresa para fuera. Con sus propios empleados, en cambio, es muy paternalista. Mantiene equipos estables (por ejemplo, sigue teniendo el mismo chófer que lo recogió cuando llegó a Madrid por vez primera), se preocupa por los presentadores y los directivos, y sus familias. A veces interrumpe reuniones de trabajo si le llama su hija por teléfono, y habla con ella delante de todos: igual que haría si estuviera en familia, y le llamaran por un tema de trabajo.
A cambio, a veces puede mostrar impaciencia y exceso de exigencia hacia los suyos. Él, en todo caso, es el primero que arrima el hombro trabajando y recortándose el sueldo, si hace falta. Le gusta preparar solo sus intervenciones públicas, salvo la de la junta de accionistas. Famoso por dar titulares en ruedas de prensa y entrevistas, en los últimos años, hasta estos últimos días, había reducido su exposición pública, ante la sensación de que sus opiniones acababan siendo descontextualizadas.
Es el menor de cuatro hermanos (las otras tres, mujeres), e hijo del productor, guionista, director, escritor y crítico de cine Turi Vasile, y de Silvana Gualdi. De pequeño pasaba mucho tiempo solo. Sus hermanas iban al colegio por la mañana, por la tarde estudiaban, y él tocaba el piano. Contaba en 2014 en Fotogramas que al estudiar música, tiempo después, se dio cuenta de que lo que tocaba tenía sentido (y que con su vida profesional le pasa lo mismo). Compuso bandas sonoras para un par de películas, y dice que lo único que realmente sabe hacer bien (“el resto lo improviso”) es ser montador musical de cine: se trata de que no se note. Como productor de las películas de Mediaset, decide sobre la música; también sobre la que suena en las promociones y campañas de la cadena. Le gusta además tocar la guitarra, y tuvo un grupo de rock de adolescente.
De la mano de su padre, pasó la infancia en los platos de Cinecittá, la ciudad del cine de Roma. Leía muchos guiones, y si iba bien en la escuela, iba a ver doblaje los sábados. Estudió Antropología, y trabajó como productor de cine durante diez años.
De la industria del cine le desconcertaba que primero se buscara el actor, y luego la historia, en lugar de al revés. En su opinión, el cine era grande porque había grandes productores, y ya no los hay. “Es el que vigila la compatibilidad de un director de fotografía con un músico. El que hace un trabajo global. Eso ha desaparecido.” Cree que para conocer el cine es básico empezar desde abajo, aparcando los camiones de producción a las cuatro de la madrugada.
Hasta los treinta años de edad, aproximadamente, ejerció su carrera como productor, hasta que su esposa –con la que lleva cinco décadas– Annalisa (madre de sus tres hijos, que a su vez le han dado cinco nietos) le aconsejó apostar por la televisión privada, entonces en expansión. En 1982 se presentó en la sede romana, cercana al Vaticano, de la televisión de su amigo Silvio Berlusconi, por quien tiene verdadera devoción, y de quien se considera casi un hijo. Nacida en Milán, buscaban una persona para producir en la capital.
Trabajó con Berlusconi en Roma hasta finales de siglo, cuando lo nombraron consejero delegado del negocio en España. Empezó así la mejor época de Telecinco en cuestión de audiencias. En 2004 dirigió la salida a Bolsa de la compañía, y en 2009, la compra de Cuatro. En 2014 fue nombrado consejero delegado de Mediaset España. Su familia lo acompañó en Madrid durante varios años, hasta que se volvió a Italia, adonde suele viajar los fines de semana.
La televisión, dice, le ha permitido hacer lo que quería con el cine: dar compañía a la gente. La TV no debe decirle a la gente lo que tiene que hacer, considera. Y siempre está enfocado hacia la rentabilidad, tanto con la TV como con las películas, por responsabilidad hacia el personal y los accionistas. Lo aprendió al ver cómo su padre se endeudaba para hacer Roma, de Federico Fellini.
Se encarga personalmente, en la comisión ad hoc, de controlar los gastos de todas las divisiones del grupo. Se trata, opina, no solo de ser líderes de audiencia, sino de ser rentables: por eso renunció a programas de éxito como El hormiguero, La voz, Pasapalabra o los de Karlos Arguiñano. Los inversores han sacado un gran partido de su estrategia, con generosísimos payouts.
Procura trabajar con productoras de confianza, creadas por presentadores y empleados de Mediaset. Ha tenido grandes polémicas con presentadores como María Teresa Campos, con la que luego se reconcilió. Es un gran defensor de las emisiones en directo, que pueden marcar la diferencia frente a la proliferación de plataformas de contenidos audiovisuales. Ha apostado por nuevos y controvertidos formatos, como Gran Hermano, o monstruos de la comunicación como Sálvame, aunque él prefiere… ver series. Su impronta ha quedado tan marcada en la programación de Telecinco, que costará darle un giro, aunque últimamente no estuviera funcionando tan bien en cuestión de audiencias. Pero eso será cosa de otro capitán.