Uno de los temas educativos que acumulan una gran cantidad de mitos y preconceptos es la enseñanza de tecnología en la escuela. De uno u otro lado de la grieta suele repetirse –sin mayores evidencias– que los chicos deben “aprender a programar desde la primaria” o que “un taller de robótica a contraturno es esencial para ser un profesional exitoso en la próxima década”. Y algo parecido ocurre a la hora de analizar si cada chico debe tener su netbook o si es mejor un “aula de informática”.
Dos expertos que vienen trabajando en esta temática desde hace años acaban de publicar el libro Ciencias de la computación en la escuela. Pero la clave de este trabajo está en el subtítulo: Una guía para enseñar mucho más que a programar. Sus autores son Fernando Schapachnik, doctor en Ciencias de la Computación, investigador y docente desde 1998. Y, desde 2021, director ejecutivo de la Fundación Sadosky. Y su colega María Belén Bonello es licenciada en Ciencia Política y profesora de enseñanza media y superior. En 2012, junto con Fernando, creó la Iniciativa Program.AR de la Fundación Sadosky. En este ensayo intentan dar respuestas a un puñado de preguntas claves: ¿Qué significa, para este mundo y para el que viene, enseñar y aprender a usar la tecnología? ¿Cómo incorporar estos contenidos en currículas ya superpobladas? ¿Son realmente necesarios estos conocimientos para ser ciudadano pleno en el siglo XXI? ¿Hasta dónde dudar, o creer, de las promesas “mágicas” de la tecnología?
–En el libro hablan sobre el “tecnooptimismo”. ¿Qué es eso?
–F.S.: Hay mucha gente en el mundo educativo que, ante alguna innovación relacionada con el uso de la tecnología en la escuela, la percibe como la cura de todos los males. Así, los “tecnooptimistas” piensan que la mayoría de los problemas educativos podrían resolverse incorporando a las escuelas cursos masivos online, juegos interactivos educativos, cursos de programación o robótica en todos los grados y años y cosas similares. Y todo eso “tendría” un efecto positivo en la escolaridad. Nosotros postulamos que es algo importante, pero es un tema más. No todo en la educación gira alrededor de la informática. Aunque, claro, sí es un tema fundamental.
–¿En qué ciclo educativo debería darse computación?
–F.S.: Podría abordarse desde el preescolar. Y hay estudios que muestran que con herramientas adecuadas se logran aprendizajes muy potentes desde el nivel inicial. Además, si se empieza en educación temprana ya es posible trabajar con conceptos importantes de autoprotección, cómo enseñar sobre grooming o la huella digital. Para la primaria y secundaria ya hay que evaluar temas complejos.
–¿Por ejemplo?
–F.S.: No podemos olvidar que el horario escolar es un recurso escaso y resulta una sábana corta, porque no hay tiempo para abordar todo. Nosotros consideramos que la computación tiene que tener su espacio, pero es ilusorio pensar que, en la secundaria, estas temáticas puedan ocupar más de dos horas semanales. Sería bárbaro, pero es importante que tengan horas de geografía, historia o matemática, entre otras. En resumen, hay que valorar que casi todos los distritos tienen ya un espacio para “Educación tecnológica” que viene desde los 90. Y deberíamos aprovecharlo para enseñar en ese lugar el recorte adecuado: en este momento, sin dudas, la tecnología más relevante es la informática.
–¿Hay diferencia entre “educación tecnológica” y “enseñar programación”?
–M.B.B.: Sí, y es clave: por eso titulamos al libro Guía para enseñar mucho más que a programar. La programación es una de las patas de estas ciencias. Es muy importante, pero hay otros conocimientos esenciales que deberían brindarse en la escuela: saber cómo funciona una computadora, sus partes, cómo se mueven los datos a través de internet hacia cualquier lugar del mundo, qué es la inteligencia artificial, etcétera.
–¿Enseñar robótica es importante?
–M.B.B.: Es una “carnada” muy atractiva y una gran herramienta para llamar la atención de los chicos de todas la edades, ya que los robots los fascinan. Pero no es una disciplina diferente ni una materia en sí misma. También abreva en la programación, la mecánica, la inteligencia artificial y otros temas del área. Pero no debería ser algo autónomo respecto de computación.
–¿Qué otros temas deberían abordarse?
–F.S.: Más allá de la profundidad, hay cosas claves que debemos entender para ser ciudadanos plenos en la democracia del siglo XXI y, de paso, estar seguros. Sin ir más lejos, ¿cómo ocurren las ciberestafas o el bullying? También habría que abordar otros “fundamentos” tecnológicos para que todos los ciudadanos podamos discutir temas complejos: ¿sí o no al voto electrónico? ¿Qué significa la privacidad en una base de datos? ¿Es importante que la red sea neutral? ¿Qué implica que un auto sea autónomo? ¿Sabemos que la famosa nube está en manos de un puñado de empresas multinacionales? ¿Es importante en qué país se localiza un data center con tus datos personales? Esos son temas en los que hay que formar a los chicos.
Qué enseñar en dos horas semanales
–¿Tiene sentido hoy enseñar a usar programas de ofimática en clase?
–M.B.B.: Se podrían dedicar algunas horas a eso. Pero claramente no son habilidades que tengan demasiado sentido. Hoy enseñar a usar un procesador de texto podría hacerse en las clases de literatura. Y aprender planillas de cálculos en abstracto es muy aburrido. Tendría mucho más sentido hacerlo sobre un proceso aplicado, enseñar a llevar alguna contabilidad básica, por ejemplo. Algo parecido ocurriría con herramientas para construir páginas web. En realidad, es más importante enseñar conceptos y la lógica asociada a estos, sobre diferentes herramientas y programas. Los “conceptos” serían enseñar cómo se almacenan los datos entre computadoras, qué es un modelo cliente-servidor, qué es una variable o una repetición condicional. Esas son las ideas significativas que hay que entender para poder moverse con soltura en el universo digital.
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