‘El Evangelio’ refleja un hilo de pensamiento en su plenitud, el de Eulalia, Lali, una estudiante de Magisterio que empieza a hacer prácticas en un colegio religioso. Un relato en primera persona en formato de diario, con unos pocos días seleccionados en un periodo de cuatro meses. Pero días desmenuzados en una narración al detalle que muestra cómo Lali se relaciona con todo lo que ocurre y el impacto en el hilo mental; cómo se acuerda de algo de hace muchos años; cómo barrunta sus sentimientos en el futuro… e intercalándolo con actividades simultáneas y cotidianas -lavarse los dientes, pensar en la lista de la compra y en la cita de dentro de un par de días-. Un entramado de cómo funciona la mente. Un vivir consciente. “El día a día es muy exigente: hay que sacar un montón de cosas adelante”. Habla su autora, Elisa Victoria, que este miércoles llegó con este libro al festival literario feminista Letraheridas. Una novela sobre el periodo de tránsito a la adultez tras la mayoría de edad, cuando ha pasado la euforia de pensar que por tener 18 años se puede hacer lo que se quiera y “una se da cuenta de que no porque el mundo está lleno de normas, o las cosas valen mucho dinero y no puedes hacerlas, o vives lejos y no se pueden cumplir las fantasías, y estás constreñida”. Un periodo de tránsito acompañado de “las entretelas del sistema educativo y del mundo laboral precario y del agotamiento que todo esto genera”.
Qué paso tan duro a la adultez el de Lali…
Si relativizamos, la vida no se ha portado especialmente mal con ella, pero la experiencia de la existencia en sí ya es bastante extraña y el sistema está montado de una manera que cualquiera puede sufrir un choque fuerte entre lo que te habías imaginado qué iba a ser incorporarte al mundo adulto y lo que implica luego de verdad; un mundo que, si tenías ilusiones y perteneces a la clase a la que pertenece Lali, te resulta deprimente y decepcionante. Ella se da cuenta de cuáles son sus limitaciones logísticas, económicas… y causa impacto.
¿En usted se cumplieron las expectativas de qué era pasar a la edad adulta?
No. Supongo que ya de adolescente estaba viendo que, de donde yo venía, no me iba a comer el mundo, que no iba a ser la gran aventura. Sí que es verdad que quizá la universidad me decepcionó especialmente, o el contacto con la gente, que pensé que me iría haciendo a ello con la edad y tampoco se me ha llegado a dar bien del todo [ríe].
¿Pero no tiene dos carreras?
No terminé ninguna.
¿Expectativas no cumplidas?
O que yo era una estudiante decepcionante para el sistema [ríe]. Me interesaban esos campos [Magisterio en Educación Infantil y Filosofía], pero llega un momento en el que hay asignaturas que se te atraviesan. Alcanzas también un límite y empiezas a darte cuenta de que muchas veces aprobar asignaturas significa cumplir manías concretas de personas concretas que están dando esas clases. Porque hay asignaturas cuya temática te interesa especialmente o quien la imparte es capaz de transmitírtela de forma atractiva y conecta contigo, pero otras veces… Se me acabó la mecha. Me cansé.
Le iba a preguntar por qué escribía en vez de ser profesora. Ya me ha respondido…
Me interesa muchísimo la docencia y la educación, el contacto con los niños, con los adolescentes… con cualquier alumnado me parece que se puede dar una comunicación muy rica y bonita. Pero además de que no podría, viendo cómo estaban organizados los colegios, lo difícil que era salirse de esa rigidez y que yo tampoco era una estudiante muy notable, se me fue apagando la ilusión. Ese camino iba a ser muy complicado para mí.
De esa rigidez en los colegios y en el sistema habla el libro.
No creo que al sistema educativo se le esté sacando todo el partido posible. Me parece que es una buena idea que los niños estén inmersos en un sistema educativo, pero no la forma en la que está organizado. Ya de niña, como alumna, empecé a verle aguas, como si estuviéramos desaprovechados.
¿En qué sentido?
El sistema es muy cerrado y las tareas obligatorias, muy anodinas, muy poco personalizadas. Hay profesores que se esfuerzan mucho por sacarle brillo y darle enfoques más subjetivos, adaptados a cada niño, intentado sacar ratos para hacer actividades que desarrollen lo que interesa a cada uno…. Pero es muy difícil porque el currículo es muy estricto y exigente.
¿Dejando fuera creatividad, imaginación, formarse como persona…?
Hay poco de eso. Hay que hacer muchos deberes, los mismos para todos los niños sin tener en cuenta que ellos son distintos. Muchas veces salen del colegio sintiendo que, si no se les ha dado bien la tarea que se les ha asignado, es porque no tienen la capacidad, el talento, porque no son valiosos. Se empiezan a sentir inadaptados y el sistema, que empieza a resultar muy antipático desde muy pronto, les expulsa.
¿Por eso Lali ante un niño especial implora: “No me pudras a este niño, mundo asqueroso”?
Ve que la naturaleza humana trae muchas veces otro instinto, más ingenioso, más brillante, en el sentido de chispeante, y que es muy posible que ese niño un poco disperso que no es capaz de centrarse en los deberes que le asignan vaya a ser castigado y reprimido. Y que para tener éxito dentro del sistema y socialmente va a tener que coartar toda esa creatividad, esa gracia que él trae. A todos nos exigen un poco eso. Y hay quien consigue hacer malabares de adaptarse al sistema sin perder la chispa, pero ese equilibrio te va desgastando mucho, es muy difícil.
¿Se ha llegado a desgastar usted?
Supongo que sí. Se me daba bien el cole, pero me parecía un tostón. Había muy pocas actividades y asignaturas que me despertaran interés de verdad. Aprobaba, pero a disgusto. Ocurre que siempre te dan la galletita, la validación que sabe muy rica, pero llega un momento en que te cansas. Imagino que mi salida del sistema educativo ya siendo mayor tuvo que ver con eso, y como mi salida de lo social, de saber que creo que no voy a llegar nunca a entenderme con este mundo.
¿No se entiende con él?
Me entiendo regular. Este es un mundo muy raro. La existencia ya en sí es muy rara. Existir como ser humano es muy raro, y el mundo tiene un montón de normas incomprensibles.
¿Da clases como escritora?
Doy talleres de escritura creativa. Me divierten mucho y me preocupo mucho por los alumnos. Intento ser flexible y comprender el estilo de cada uno, no que se adapten al mío, que no tendría sentido. A veces me invitan también a dar charlas a los institutos, y me encanta. Hablar con ellos es muy refrescante. Me interesa el ambiente, todo, desde el edificio, las paredes, cómo hablan, quién se acerca a ti y te cuenta algo, cómo te miran… me traen recuerdos y me compadezco de ellos bastante. Muchas veces para los jóvenes es frustrante que desde arriba se les trata como a privilegiados.
¿Porque solo tienen que estudiar?
Eso, porque no tienen que trabajar. Pero están inmersos en un camino que no es tan fácil como piensa la gente que les trata de privilegiados. No es tan fácil estudiar tantos años, estar sometido a tantas normas y asimilarlas cuando tu cuerpo las está rechazando por no tener sentido la mayoría.
Eulalia y usted comparten cosas [los estudios de Magisterio, el trabajo en una pizzería, el amor por los fanzines…]. ¿Cómo de importante ha sido su memoria personal para este libro?
Cómo son los niños, cómo está organizado el sistema educativo, qué significa pertenecer a un origen socioeconómico, qué se te presenta cuando eres mayor de edad… ha sido muy útil para trabajar el tema porque son asuntos que me han preocupado desde el principio y me han servido para aportar observaciones al personaje y construir alguna psicología, algunos entornos. Y como el de los colegios es un tema delicado, haber estado dentro me hacía sentir segura al abordarlo. También tengo las notas mentales de cuando he sido joven… El libro me ha ido pidiendo una estructura y una construcción de personajes en la que se equilibraran unos a otros.
Hablábamos de esa narración exhaustiva de todo lo que pasa por la cabeza de Lali. ¿Ha sido agotador escribir ‘El Evangelio’?
Ha sido el libro más exhaustivo por ser el más extenso y le he dedicado muchas horas, no solo a la escritura, sino a la programación de la estructura, los capítulos, la forma en la que se relacionaban los temas… Es agotador, pero me agota menos estar en una habitaciones encerrada escribiendo que estar fuera haciendo todas esas cosas que hace Lali [ríe].
DNI
Elisa Victoria (Sevilla, 16 de enero de 1985, 37 años) vive en la sierra de Huelva. Ha vendido pizzas y hamburguesas, estudió Filosofía y Magisterio en Educación Infantil y ha publicado ‘Porn & Pains’, ‘La sombra de los pinos’ y ‘Vozdevieja’. Ha colaborado en diversos medios, participado en multitud de fanzines y proyectos colaborativos y le encantan los cómics, la música electrónica, las muñecas Chabel y que haga frío.
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