Bruno Bolchi no jugó ninguna Copa del Mundo. Solo disputó cuatro partidos con la Selección de Italia en 1961, cuando la Azurra atravesaba uno de sus momentos menos luminosos: no había clasificado para Suecia 1958 y tampoco había jugado la primera Eurocopa en 1960. Sin embargo, su nombre está emparentado con la historia de los Mundiales. Él fue el primer futbolista que tuvo su figurita (cromo, estampita, postalita o lámina) Panini.
La colección de Panini es una tradición incuestionable de la víspera del máximo torneo del planeta. El síntoma más claro y habitual de la fiebre mundialista es el fanatismo de niños y coleccionistas de todo el globo por el álbum y los cromos. No hay fronteras para ese apasionamiento, que se hace más grande a medida que se acercan dos momentos: el de completar la colección y, casi en segundo plano, el del primer partido de la Copa.
Por eso es tan importante el nombre de Bruno Bolchi. Porque él fue el involuntario iniciador de lo que con el correr de las décadas se transformó en un acontecimiento social y cultural. Al igual que el exmediocampista de Inter, los hermanos Guiseppe y Benito Panini tampoco habrán pensado que su idea iba a crecer hasta convertirse en un fenómeno planetario. Esto no es un hecho excepcional, porque quizás ningún creador de fenómenos planetarios lo hizo con esa ambición.
A mediados de la década del cuarenta, la familia Panini se hizo cargo de un kiosco de diarios de Módena. No conocían demasiado sobre el asunto, porque eran hijos y esposa de un mecánico, pero el clima de época los ayudó. Los tiempos de posguerra recién comenzaban, pero el pueblo italiano estaba deseoso de conocer las noticias y desde ese interés por la información creció el negocio de los Panini.
Había un día a la semana en la que los asuntos políticos, sociales e internacionales cedían protagonismo a algo más trivial. Los lunes, los resultados del fútbol eran el tema más buscado por los lectores. Giuseppe y Benito, que durante años administraron su pujante comercio y se ocuparon por conocer el sector, entendieron que en el calcio había una oportunidad muy grande.
En 1954, los hermanos fundaron la Agencia de Distribución de Periódicos Hermanos Panini. Su solitario establecimiento callejero ya se había convertido en un actor importante de la industria. En simultáneo, descubrieron el éxito que tenían las tarjetas coleccionables que eran ofrecidas con diferentes publicaciones, sobre todo algunas de botánica. Entonces, también compraron una empresa que se dedicaba a fabricar esas tarjetas. Sí, luego ellos las convertirían en figuritas. Como logo eligieron una foto real, la de la rovesciata (tijera) de Carlo Parola en un partido entre Fiorentina y Juventus de 1950. Aún se conserva el mismo emblema.
Se dice que los mejores comerciantes no son los que inventan el negocio sino los que lo perfeccionan y logran popularizarlo y convertirlo en masivo. Las ediciones Nannina habían comenzado una serie de estampas de futbolistas y ciclistas en 1947. A fines de los cincuenta, lanzó una colección del torneo italiano 1959/60 que pasó casi desapercibida. Entonces, en 1961 Panini adquirió la compañía y decidió comercializar esas figuritas en paquetes y no como parte de una publicación. Vendieron más de tres millones de sobres.
Por supuesto, ese mismo año todos los esfuerzos de la familia se destinaron a la creación del primer álbum Panini de la historia. Se llamó “Grande Raccolta Figurine Calciatori” y llevó en la tapa al sueco Nils Ledholm, uno de los máximos ídolos de la historia de AC Milan. No eran autoadhesivas, pero el formato es básicamente el mismo que conocieron todas las generaciones de futboleros desde los sesenta. Vendió 15 millones de sobres en Italia.
A los impulsores Giuseppe y Benito se sumaron sus hermanos Franco y Umberto, quien había seguido los pasos de su padre y trabajaba en Maserati. Su aporte fue fundamental para mejorar el proceso de fabricación con maquinarias. Eso permitió el crecimiento de la empresa y la posterior expansión hacia el resto de Europa y América.
La Copa del Mundo de México 1970 fue pionera en dos cuestiones fundamentales relacionadas con el juego, por las que es considerada de forma unánime como la primera “de la era moderna”: introdujo las modificaciones durante los partidos y las tarjetas amarilla y roja. Además, fue el primer Mundial transmitido de forma directa a todo el planeta y el que terminó de confirmar el descomunal éxito comercial del máximo torneo de fútbol. Por eso, no sorprende que México 1970 haya marcado el debut del álbum de Panini.
A finales de la década del sesenta, el suceso de las figuritas era enorme en toda Europa. Por eso, la asociación con la FIFA para la creación de la colección mundialista fue inevitable. El primer álbum ya tiene el espíritu característico que acompañó durante más de cincuenta años a Panini: cincuenta páginas y 271 estampas, entre las que se encontraban el logo de la federación, la formación del equipo y las doce ya tradicionales con los rostros de los futbolistas que jugarán la Copa, Pelé entre ellos. La única diferencia es que tenía varias páginas con la historia desde 1930. Hoy, la colección completa de este Mundial está valuada en algo así como 12.000 euros.
En 1974 los coleccionistas ya esperaban el lanzamiento de Panini con la ansiedad de los fanáticos. Por primera vez los cromos fueron autoadhesivos y se mantuvieron las características principales que habían convertido en un éxito rotundo el álbum anterior y que aún hoy son infaltables cada cuatro años.