Julián Carrera Ramos (Cádiz, 1957) es toda una eminencia de la electricidad mecánica gaditana. Su taller huele a orden más que a grasa, que la hay, pero bien tratada y exclusivamente en la zona de faena. Su porte y su trato al cliente le ha valido para sacarle más brillo aún al nombre de su padre, que también es el suyo. Y todo, en una profesión con su mijita de mala fama por culpa de «las salvajadas que se han hecho, pero las mentiras tienen las patitas muy cortas», nos cuenta desde su impecable mostrador, bien diferenciado de los que es la sala de máquinas, donde se trabaja a destajo desde principios de siglo.
Tiene 65 años y ya trabaja por amor al arte. Eso sí, el horizonte de su jubilación lo ve ya cerca, a los más tardar tres años. A Julián se llega por dos caminos pero ambos conducen al mismo, su dedicación y profesionalidad, que son su garantía. Y a todo ello le une su palabra, esa con la que termina de ganarse la confianza de aquel que lleva entrando en su taller desde hace años o el que entra de primeras llevado por la urgencia o el boca a boca.
En una ciudad como Cádiz, donde todo el mundo se conoce y las malas experiencias se propagan como la pólvora, que un taller permanezca abierto cerca de medio siglo lo dice todo. Julián comenzó a llenarse las manos de grasa con apenas 15 años. y ahora con 65 y todo un haber a sus espaldas, se ha metido en un lío mayor, el inglés. «En la mecánica entré con una base, aquí voy con la poca o ninguna que me quedaba de mis años en Salesianos», bromea un gaditano de pura cepa al que desde muy pequeño siempre le apasionó el mundo del motor y sus mil complicaciones.
-¿Cómo y dónde se forma como persona?
-Yo estudié en Salesianos y empiezo Formación Profesional, pero antes de terminarla ya me desvío al taller. Mi padre, Julián Carrera, tuvo muchos en Cádiz. Él era ya mayor porque me tuvieron tarde y lo tuve claro. Quería seguir sus pasos al mismo tiempo que lo ayudaba.
-¿Donde tenía el taller?
-Campo del Sur, 12. Ahora es la casa hermandad de Sanidad después de que mi padre lo vendiera por un millón de las antiguas pesetas al hablarlo con Quico Zamora, el farmacéutico, que era hermano de la cofradía y le preguntó sobre el local.
-¿Y dejó la FP?
-La compaginé hasta que un día dije se acabó. Y decidí trabajar por derecho en el taller. Mi padre era muy buen profesional, pero el tema empresarial y administrativo lo llevaba regular. Así que con 16-17 años empezaría en el taller. Serían finales de los 70, finales de los 80.
-¿Implantó algún cambio al negocio?
-Empecé a darle mejor imagen porque el local que teníamos era como eran los talleres antiguos; tiestos por todos lados, el suelo de hormigón, sucio…, aquello era un desastre. Recuerdo que vendí una bicicleta de carreras que me pusieron los Reyes y con lo que saqué, más algo más que tenía, convertí lo que era una cueva en uno de los talleres más bonitos de Cádiz. A mí me gustaba mucho la innovación de maquinaria así que la primera máquina de diagnosis Bosch que hubo en Cádiz la traje yo.
-Entrar con 18 años a trabajar en un taller de toda la vida en manos de su padre debió ser una presión añadida. ¿Qué decían los clientes?
-Yo aprendí de mi padre, que era un profesional como la copa de un pino. Si digo la verdad, creo que no he llegado a ser como él, que falleció en el 2000. Y sí, tuve esa dificultad porque, imagina, estaba él y al lado un niñato que acababa de llegar. A ver cómo me ponía yo siquiera a su nivel para que los clientes me confiaran sus coches. Pero poco a poco fui demostrando seriedad a la vez que me seguía formando mucho. Especialmente, con toda la maquinaria nueva que estaba trayendo. Y la verdad es que con ellas hacíamos encaje de bolillos.
-¿Cómo se fue amoldando a los cambios en el sector?
-La parte profesional y más tradicional ya la controlaba gracias a mi padre, pero esos avances que venían yo los iba ya captando gracias a cursos. Qué pasaba. Pues que entonces no había internet, que si hoy tienes un problema te metes y te facilita mucho las cosas. Antes no lo había, por lo que te tenías que documentar; muchos cursos, muchos libros…
-¿Cuál fue el primer coche al que le metió mano?
-Yo empecé tocando un Renault 4.4, del año catapúm. A este le siguieron los R8, R10, R12, que era un gran coche. Me acuerdo que tenían sus fallitos con el tema de las válvulas, por lo que nosotros lo corregíamos de una manera que hacíamos que el motor ni se moviese. Digamos que fui cogiendo prestigio y me hice con una muy buena clientela hasta que eso se me quedó pequeño porque lo que era el acceso al local era un desastre.
-Hablamos de pleno Campo del Sur y años 90. Y un taller allí metido. Menudo panorama, ¿no?
-Tenía una crujía de entrada pequeñísima, o sea, lo que en arquitectura es el ancho del local; me parece que tenía apenas tres metros de puerta por lo que entraban, si podían, como mucho tres coches. Y cuando venían otros teníamos que sacar alguno. Ya fuera, en la calle, lo que teníamos era un fondo de saco -como una calle sin salida- que era un desastre. En aquel entonces lo que había eran unos bancos con una placita, por lo que tenían que salir dando marcha atrás. Aquello era un conflicto continuo. Yo ahí tendría 22-23 años y ya era el que llevaba el negocio porque mi padre tendría 70 y pico.
-¿Cómo jubila a su padre?
-Antes de casarme, con 29 años, le dije: ‘mira papá, yo te voy a dar a ti una cantidad para que tú vengas aquí cuando te dé la gana y hagas lo que quiera, pero ahora te dedicas a vivir y será yo quien lleve la dirección del negocio’.
-¿Cómo fue el traslado?
-Pues mira, en parte fue culpa de un gran amigo mío que es pintor, Esteban Guerrero, que trabajaba en el taller de la esquina al lado del de mi padre. Estando allí, en el Campo del Sur, no paraba de decirme que quería montar su negocio y le animé a que se viniera aquí, al Parque Empresarial de Poniente, porque se estaba haciendo nuevo y tendría muchas naves. Eso fue hace 25 años ya. Él se vino y justo antes de establecerse me llamó para presionarme para que me viniese porque se estaban terminando las naves. Y me acuerdo que fue a recogerme, cogí el talonario de la caja fuerte, me vine para acá y en ese momento cerré lo que hoy es la nave del taller, unos 200 metros. Entonces ya nos vinimos y monté el taller en condiciones que yo quería y con tres empleados.
-¿Qué novedades tenía este taller en sus inicios?
-Sobre todo, maquinaria de diagnosis. Yo hoy, por ejemplo, tengo hasta siete maquinaria de diagnosis. ¿Por qué? Porque nosotros no solo tocamos una marca; somos multimarca. Hay marcas que entran en un vehículo y otras que no, por lo que tienes que tener una variedad. No por la máquina en sí, sino por el software que lleva.
-¿Fue duro el comienzo de instalarse en una zona nueva?
-Los comienzos fueron muy duros, pero no aquí. Fueron duros al principio, en mis inicios. Porque trabajar en esas condiciones era tremendo. En aquella época, el ayuntamiento de entonces nos cerró lo que era una calle de salida y tuvimos que aguantar todo el aparcamiento del Campo del Sur con ese soterramiento que se hizo. Nos pusieron una vallas que impedían entrar a los coches. En aquel entonces no te podías quejar porque no te hacían ni caso, pero tuvimos que aguantar como pudimos hasta que se normalizó, no sin dificultades. Hasta que nos vimos obligados a irnos porque aquello no daba más de sí y teníamos mucha clientela. Ya aquí, el comienzo no fue malo; teníamos mucha clientela ya e hicimos publicidad. Además, el taller ya era uno en condiciones. Pero también se nos empezó a quedar pequeño.
-Y amplía el taller.
-Sí. Cogimos la nave de al lado para montar la recepción y al fondo, lo que hoy es el despacho de abogados de mis hijos, teníamos más taller.
-La descendencia optó por otras labores.
-Sí, sí. Ese despacho tendrá algo más de cinco años y es de mi hija la mayor y mi hijo pequeño, ambos abogados.
-Volvamos a lo nuestro, el taller. ¿No le fue difícil trasladar toda la clientela?
-Hombre, hubo algunos clientes que se quedaron allí. El dinero que saqué de la venta lo invertí aquí, donde llegamos de alquiler.
-¿En cuánto tiempo se os quedó pequeño la primera nave?
-Pues si digo la verdad sería a los seis años de llegar aproximadamente. Lo que hicimos fue ampliar con un local más y Zona Franca, que había prometido vender estos locales, los acabó vendiendo y compré también la edificabilidad de la parte alta. Hicimos una obra de un piso de 400 metros, con sus ascensores y demás que tenemos alquilado a un centro para personas discapacitadas.
-¿Cómo ha cambiado la mecánica de aquellos años en los que empezó con su padre a la actualidad?
-Al cien por cien. No tiene nada que ver.
-Vamos, que si metiese a su difunto padre aquí, ¿qué le podría pasar?
-Se volvería loco. Hoy es todo electrónica. Hay cosas que pasan en un coche de hoy en día que si se la cuentas a un mecánico de antes se creería que le estás tomando el pelo.
-Su profesión tiene mala prensa en la calle. ¿Lo entiende?
-Diría que puede ser hasta merecida porque en el mundo del automóvil se ha hecho de todo, burradas de todo tipo. Pero yendo con la verdad por delante creo que nunca debería haber problemas. La mecánica siempre ha dado mucho dinero, lo que pasa es que es una profesión ingrata porque te hartas de trabajar y de buenas a primeras te sale un fallo en el coche y a ver cómo justificas tú eso ante el cliente que ya le has cobrado. A mí me sabe fatal, pero es así.
-También hay clientes con ‘trisnina’…
-Los hay, los hay. Algunos te vienen y te dicen después de cambiarle la distribución. ‘Bueno, este coche ya estará nuevo, ¿no?’. Y le tienes que decir, ‘no, mire usted. Le ha cambiado la distribución, pero el coche sigue teniendo los mismos años, con las mismas piezas menos la distribución que le ha puesto’. Pero claro, a la gente cuando se le toca el bolsillo salta como un gato al que se le pisa el rabo. Hablando de malos clientes, que no son muchos te aseguro, pero alguno hay. Hace poco tuve uno que me vino por mediación de un amigo médico. La primera vez que me llegó fue hace nueve años o así y era para cambiarle la distribución y en ese momento teníamos una oferta gratis de cambios de filtros y aceite. Total, que además de la oferta le hago un precio fabuloso. Bueno, pues a los años me viene para cambiar de nuevo la distribución y aunque no estuviera ya la promoción se lo volví a hacer y cobrar al mismo precio. Y ahora, al cabo de otros años, me ha vuelto a venir con la distribución, que eso en una furgoneta como es el caso, se cambia a los 100.000 kilómetros. Pues total, que a pesar de la subida de la vida y demás, le vuelvo a cobrar lo mismo que el primer día más el cambio de filtros y aceites incluido otra vez. Resulta que la correa de servicio no se la cambia porque no estaba del todo mal y se la dejamos mirando por el dinero, claro. Al tiempo, le empieza a chillar la correa y no se la quiere cambiar porque hay que pagarla, pero claro, yo no se la iba a regalar como se comprenderá. Pues bien, este señor nos pone de vuelta y media en las redes sociales escribiendo que si somos un peligro para los clientes, que si hay que tener cuidado con este taller…. Bueno, bueno… Poco puedo contar. Esas cosas duelen porque ese señor es una mala persona, que es el peor calificativo que se le puede decir a alguien. Tratar a una persona como se le trató y que te ponga que si de carero, que si de sinvergüenza… Todo está ahí, en la red. Duele, la verdad. Ya entonces entraron mis hijos en juego, que para eso son abogados, y le dijeron que por supuesto podía opinar pero sin faltar a la verdad y sin faltar al respeto como lo estaba haciendo. Ahí quedó la cosa. Pero bueno eso es uno, la mayoría no son así. Te lo aseguro. Mi clientela es excepcional.
-Hábleme de ella.
-Es muy buena y voy a muerte con ella. Son gente que entiende o hace por entender un problema y en la siguiente reparación, de alguna manera, he tratado de compensárselo porque lo puedo hacer. Puedo decir con orgullo que mis clientes vienen con confianza. Y algunos, llegan a mí sin conocerme y gracias al boca a boca de otros.
-¿Cuántas fichas de clientes facturados tiene?
(Lo consulta) 3.290. Pero claro, de esos muchos vienen y van, o son de fuera. Pero en líneas generales, en Cádiz tenemos una muy buena clientela que nos llega a la provincia, como San Fernando, Chiclana…
-Y hasta la Guardia Civil, ¿no?
-Me pasa una cosa con ella. Le hemos trabajado mucho, sí, pero ahora ya menos porque el problema es que funciona mucho con presupuesto. Entonces te pasas el día dando presupuestos y como la mayoría de sus coches son muy antiguos pues se acaban dando cuenta que aquí nosotros somos solo cuatro y que no me puedo estar sentado todo el día haciendo presupuestos para que después no haya reparación. Y hoy en día, con la cantidad de cosas que hay que pagar (sueldos, seguros sociales, impuestos…) no se puede perder tanto el tiempo, que es lo que más vale, lo fundamental.
-¿Cuál es la temporada alta en los talleres?
-Verano. Después en octubre baja un poco con el colegio, pero seguimos teniendo trabajo. Después de la Navidad hay otro pequeño parón y después viene ya lo que la gente no perdona, las vacaciones, donde todo el mundo quiere tener bien el coche para salir y moverse. Y hay unos que se van, pero claro, hay otros que vienen. Yo tengo muchos clientes de Madrid porque les sale mucho más económico hacer sus revisiones aquí, mientras están de vacaciones. El precio de la mano de obra en Madrid no tiene nada que ver con la de aquí. Pasa que allí talleres multimarcas suele haber a las afueras, por lo que lo suelen llevar a los servicios oficiales, que aquí y allí cuesta un riñón.
-Su vocación viene por los genes, pero ¿cómo se explica a alguien que quiere ganarse la vida metido en un taller?
-Eso se ve. Y eso pasa en todos los negocios a los que se va. Con el trato y en pocos minutos, te puedes dar cuenta de que si el que te está atendiendo es un profesional, si es una persona que se parte la cara por su negocio o es alguien que no está terminada de formar o que le importa tres pitos el negocio porque está allí cobrando un sueldo que si va bien, bien y si no le da igual. Creo que la ventaja que tengo aquí es que yo tengo unos trabajadores fabulosos y entregados. Uno de ellos lleva conmigo toda la vida, desde pequeño. Tiene hasta primero de Derecho terminado, pero quería ser mecánico y está desde pequeño conmigo. Pues a ese chaval le duele el negocio lo mismo que a mí. Él tiene muy claro que si el negocio no funciona, pues lógicamente no come. Él tiene una familia, igual que yo, y se preocupa exactamente igual. Y eso se nota y lo nota el cliente. La seriedad es fundamental. Y si yo cuento una cosa a una persona sobre su coche y le miro a los ojos, esa persona debe creer y pensar que no le estoy engañando. Y si le estoy engañando tiene que sospechar que qué bien lo hago. Eso se ve.
-¿Son peores los coches de ahora que los de antes? O dicho de otra manera, ¿duran menos los nuevos que los de antes, que eran más carne de perro como solía decirse?
-Antes un coche había que llevarlo al taller cada cierto tiempo para cambiarle bujías, que eran de mala calidad y no tenían la tecnología de hoy, que prácticamente ni se cambian ya. Había platinos; el sistema electrónico era muy básico hasta que empezaron a salir módulos electrónicos y ahora todo es electrónico por lo que las averías son mucho menos frecuentes. Hoy en día se están haciendo coches que son verdaderas obras de arte. ¿Y qué trae eso? Pues que en el momento en el que se te avería un coche, como todo son módulos electrónicos, la factura no te digo a dónde se va. Hoy, por ejemplo, he cambiado un rodamiento de un jeep y ha costado 400 y pico de euros solo el delantero. Cuando antes lo rodamientos valían nada, una miseria; porque eran cónicos, venían sueltos y se cambiaban unos por otros. Hoy tienes que cambiar el buje completo. Y sí, hoy en día cuesta más mantener un coche.
-Y el dueño, ¿es más responsable el de ahora o el de antes?
-Yo creo que el de antes se preocupaba algo más por el coche, pero porque antes el poder adquisitivo era más cortito y los coches valían más caros. Aunque hoy no es que sean baratos, pero sí todo el mundo está mentalizado de comprarse uno. Antes no todo el mundo tenía y el que lo tenía pues lo cuidaba. Además, como todo era más simple, hasta el mismo propietario hacía sus cositas, algo que hoy es imposible. Hoy en día, un profano no le puede meter mano a su coche. ¡Si somos nosotros que tenemos de todo y hasta hay veces que nos hace falta herramental!
-¿Con qué disfrutaba o disfruta más, con la mecánica tradicional de antes o con la tecnológica de ahora?
-Antes no había de nada de recambios. Si te llegaba un motor de arranque, tú tenías que reparar, abrirlo, analizarlo y verlo antes de repararlo. Entonces decías, ¿qué se le ha ido la escobilla? Pues se la cambiaba, pero al poco tiempo le fallaba el bendix, cuando no la bovina… Era una reparación que siempre estaba cuando no le iba una cosa, se le iba la otra. Hoy en día, nos hemos convertido más o menos que en cambiapiezas. De hacer una reparación de un motor de arranque que puede durar hasta cinco días, ahora nos basta con irnos a nuestro sistema informático para ver si tenemos o no la pieza en cuestión y si la tenemos al día ya está arreglado y si no, lo que tarde en que nos la traigan. Hoy en día se cambia mucha pieza y se repara más bien poco. Hace nada hemos reparado el motor de un Volkswagen Jetta. Lo desmontamos y cuando venían los recambistas aquí y nos veían trabajar nos decían ‘pero si eso ya no se hace’. Y casi que es verdad; ahora lo que se hace es intercambiar un motor por otro. Pero claro, siempre hay que mirar por el cliente y si se le puede abaratar vale la pena complicarse un poco la vida en la reparación.
-Tiene 65 años y llegó aquí, además de por vocación, por su padre. Sus hijos ya me han dicho que son abogados. El día de mañana, ¿qué va a pasar con el taller Julián Carrera?
-Pues no lo sé. Yo ya me puedo jubilar. No sé si lo que pago de autónomo son veintitantos euros nada más; lo que pasa es que quiero seguir trabajando porque, oye, ¿qué hago yo en mi casa? Eso sí, por las tardes ya no trabajo. Ahora me dedico a estudiar inglés ya que me hija se casó con un teniente americano de la Navy y entonces cuando vienen de Estados Unidos sus familiares, que son encantadores, veo que en mi casa sabe todo el mundo inglés menos yo ¡y eso no puede ser! (risas). Pues nada, a la Escuela de Idiomas. Y allí estoy aprendiendo. Y volviendo al futuro del taller, llegado el momento de dejarlo, que creo que será de aquí a tres años, yo quiero que José Manuel, que es el que está conmigo desde pequeño, se quede con el negocio. Yo ya no sé si le interesará, pero a mí es lo que me gustaría. Puedo entender cualquier respuesta porque llevar un negocio hoy es súper complicado porque tiene una cantidad de gastos increíble. Aquí no se termina. De IVA pagaremos cada trimestre 7 u 8 mil euros. Después súmale sueldos, seguros, planes de todo tipo, porque cada día sale una ley nueva… Y todo eso es dinero. Afortunadamente, este negocio funciona pero así y todo estamos para ganar dinero, no para llegar a final de mes y decir he ganado diez, pero he pagado otros diez y no dé ni para ahorrar. Pero bueno, sigo porque me gusta mi negocio y por lo menos seguiré dos o tres añitos más.
-¿Es Cádiz una ciudad amable con los coches o todo lo contrario? Para que me entienda, ¿se carga Cádiz a más coches que otras ciudades más grandes o cómodas para el tráfico?
-Sí que se los carga. Para empezar, ese Campo del Sur ha sido el protagonista de todo lo malo que le ocurría al coche del cliente que vivía en esa zona o incluso en la playa porque todo esto es costa. Todo lo que fuera tema de frenos, discos; eso era un bloque de óxido porque con los temporales y demás todo era salitre, un material que no está desgalvanizado ni muchísimo menos. Pues a ese clima, si le sumamos esos adoquines imagina lo que sufrían la amortiguación, los casquillos de suspensión, rodamientos… Después, en Cádiz se callejeaba mucho aunque ya menos porque todo tiende a la peatonalización. Cádiz era una ciudad muy ajetreada y donde se llevaba la dirección muy al límite; muchas cosas que influyen. Y sí, Cádiz digamos que ha sido una ciudad muy mala para los coches (risas).
-Cuando se jubile, ¿cómo le gustaría que le recordasen como profesional?
-Pues como un profesional que me he dedicado a la electricidad mecánica del motor. Yo no he tocado otra cosa que mecánica y electricidad; me han ofertado muchas veces que si quería poner chapas y preferí no meterme en líos sino simplemente hacer lo que conozco. He tratado de hacerlo lo mejor que sé y no he tenido nunca problemas ni nadie me ha puesto la cara colorada porque a mí me da mucha vergüenza que me tenga que venir cualquiera a decirme que lo he hecho mal o le he engañado.