A medida que la inteligencia artificial (IA) ha ido evolucionando, han aumentado los temores sobre cómo afectará a nuestro futuro. Incluso los pequeños pasos hacia una tecnología más sofisticada han desencadenado la preocupación de que los robots acaben quitando puestos de trabajo a los humanos o que las falsificaciones generadas por la IA deformen nuestro sentido de la realidad.
En el mundo del arte, los recelos sobre este tema han sido particularmente acusados. Una obra de arte generada por IA ganó recientemente el primer premio en un concurso de la Feria Estatal de Colorado (Estados Unidos), lo que provocó la protesta de artistas y críticos. Otros experimentos que sustituyen las creaciones de ilustradores y escritores han provocado reacciones similares.
A pesar de este recelo generalizado, Holly Herndon (músico y artista experimental) no cree que la IA sea algo malo ni que vaya a arruinar el arte. Ella sostiene que estas tecnologías han llegado para quedarse, así que más vale que aprendamos a vivir con ellas.
“Creo que la mejor manera de avanzar es que los artistas se apoyen en los desarrollos con aprendizaje automático y piensen en maneras de invitar condicionalmente a otros a experimentar con ellos”, sugiere.
El año pasado, Herndon puso en marcha un proyecto llamado Holly+, una herramienta que permite a otros artistas crear música utilizando una voz semejante a la suya generada por IA. Las obras creadas con Holly+ no son otra cosa que deepfakes vocales.
El uso de la IA por parte de Herndon muestra un camino a seguir no solo para los artistas, sino también para el resto de nosotros. En lugar de rechazar las nuevas tecnologías, todos, desde los trabajadores hasta las empresas, pasando por los creadores aficionados, podemos aprender a utilizarlas para facilitar nuestras vidas o abrir nuevas vías creativas.
Al abrazar la IA, los más escépticos pueden incluso ayudar a garantizar que esta nueva tecnología se utilice para el bien, en lugar de dejarla en manos de personas malintencionadas. Esto no garantiza un resultado totalmente positivo, pero con proyectos como Holly+, Herndon demuestra que la IA no es un mero sustituto de la creatividad humana.
De un ‘bebé’ de IA a ‘deepfakes’ y criptomonedas
Herndon lleva una década experimentando con la IA en Berlín, sobre todo en lo que tiene que ver con la colaboración entre humanos y ordenadores en sus grabaciones y actuaciones en directo. Ya en 2015 su disco Platform combinaba las cualidades orgánicas de la voz humana con sonidos de máquinas y técnicas de procesamiento digital.
Para su álbum de 2019, Proto, Herndon llevó este enfoque un paso más allá al crear a Spawn, un ‘bebé’ de IA que fusionaba su voz y la de su compañero, Mat Dryhurst, en una entidad femenina sintética que proporcionaba otras capas de voz.
El proyecto Holly+ sintetiza los conocimientos que Herndon ha reunido a lo largo de sus 10 años de trabajo con la inteligencia artificial, un proceso de investigación en el que ha obtenido un doctorado en artes musicales en el Centro de Investigación Informática en Música y Acústica de la Universidad de Stanford. La idea de Holly+ es sencilla: cualquiera puede subir un archivo de audio y la herramienta creará una nueva versión con la voz procesada de Herndon, lista para su descarga. En su blog, Herndon explica que imagina un futuro en el que las voces creadas digitalmente “pronto se convertirán en una práctica habitual para los artistas y otros creativos”.
Con Holly+ se ha creado una gran variedad de música, desde pistas electrónicas modernas hasta composiciones ambientales y canciones pop más convencionales. Muchos de los temas llevan la voz humana a sus límites, dividiendo la voz de Herndon en fragmentos casi irreconocibles o reutilizándolos como piezas de un collage sónico. Herndon también ha utilizado Holly+ en actuaciones en directo, llegando a presentarse en el Festival de Helsinki con un coro local.
Aunque el proyecto ha dado lugar a un conjunto cada vez mayor de arte fascinante, Holly+ también plantea preguntas sobre el futuro de ese arte. Si la IA es capaz de reproducir una voz única como la de Herndon, o de extraer el vasto archivo de contenidos producidos por humanos, ¿acabará sustituyendo el papel de las personas en la creación de ese arte? ¿Y a quién pertenece el arte que produce un modelo de inteligencia artificial?
¿A quién pertenece qué?
La posible influencia de la IA en el mundo del arte tiene sus precedentes. La facilidad con la que se copian, editan y distribuyen los archivos digitales implica que el contenido siempre puede cambiar, a menudo sin que se reconozca que ha sido alterado. Los medios analógicos, en cambio, son más difíciles de modificar, y hacerlo suele dejar huella. Ahora, las versiones oficiales de las canciones se mezclan, las películas y los episodios de series se modifican después de su estreno, y los textos y las imágenes se hacen virales. El sampling (la reutilización de una parte de una canción en otra grabada) se ha convertido en un elemento básico de la música pop en las últimas décadas.
“De la misma manera que intentar acabar con el sampling en la música te lleva a un callejón sin salida, hemos entrado en una era de la IA en la que será fácil generar creaciones utilizando la voz, la cara o el estilo de alguien”, reflexiona Herndon. Ella entiende la inteligencia artificial como una gran oportunidad para el terreno artístico y la innovación “siempre y cuando podamos mitigar el choque económico de estas poderosas nuevas herramientas”.
Holly+ señala algunos problemas que podrían producirse, especialmente en torno a la capacidad de los artistas para controlar su propiedad intelectual y los derechos de autor. Ya es bastante difícil reclamar los contenidos que uno ha creado, pero las nuevas herramientas de IA abren otras complicaciones. Por ejemplo: ¿Una imagen generada por IA hecha al estilo de un artista concreto es un plagio, o es un producto original del modelo que la ha generado?
A medida que los modelos de IA mejoren y se integren más profundamente en el mundo digital, los artistas tendrán que comprender la naturaleza de la propiedad intelectual que producen e idear estrategias para conservar el control de esa propiedad.
“Empecé el proyecto Holly+ porque creo que es una oportunidad generacional para cambiar nuestra visión de la propiedad intelectual”, resume Herndon.
Aquí es donde entra en juego el mundo cripto: la tecnología blockchain en la que se basan las criptomonedas permite a los usuarios hacer un seguimiento preciso de la propiedad de archivos digitales como canciones e imágenes, al tiempo que establece un registro inalterable de sus orígenes. Esto permite a los artistas vender obras digitales y asegurarse de que siempre recibirán el reconocimiento merecido por haberlas creado, además de dar a los compradores de esas obras la seguridad de que pueden demostrar que tienen la versión original.
Este enfoque cripto ha permitido a Herndon ayudar a recompensar económicamente a los artistas que crean canciones con Holly+, al tiempo que ella misma recibe una compensación. Para ello, estableció una organización autónoma descentralizada, o DAO, que es similar a una cooperativa de trabajadores. Cualquiera que posea los tokens criptográficos de una DAO se convierte en miembro con derecho a voto.
Cuando otros artistas crean obras con Holly+, pueden presentarlas a la DAO de Holly+, cuyos miembros votan qué propuestas son lo suficientemente buenas como para convertirlas en NFT y venderlas a través de un proceso de subasta.
Al igual que los accionistas de una empresa, los miembros de la DAO se benefician de la calidad general de la marca Holly+ a través del valor de sus tokens. Herndon dice en su página web que los miembros de la DAO “están incentivados a certificar o licenciar únicamente nuevas obras que contribuyan al valor de la voz”.
Este acuerdo beneficia a Herndon al minimizar los incentivos para hacer mal arte con Holly+ o utilizar su voz de forma negativa, al tiempo que la libera de la responsabilidad exclusiva de gestionar la herramienta. Los ingresos de cada venta de NFT se dividen entre el creador de la obra, los miembros de la DAO de Holly+ y Herndon, un acuerdo que refleja la contribución de cada parte a una obra determinada. A medida que la IA sigue evolucionando y se convierte en un elemento central de diversas empresas creativas, la estructura de la DAO ofrece una forma de acreditar a los participantes de forma más justa y de ayudar a los artistas a conservar un mayor control sobre su obra.
La IA no es algo extraño
A medida que la tecnología sigue evolucionando, los artistas y creadores deben seguir adaptándose. El trabajo de Herndon, especialmente el de Holly+, muestra cómo los creativos pueden acercarse a la IA con una mentalidad abierta, manteniendo al mismo tiempo una conciencia pragmática de los inconvenientes de la tecnología. Según ella, “la mayoría de los procesos de IA con los que estamos familiarizados ahora son formas innovadoras de agregar los productos de la inteligencia humana”. En otras palabras, la IA puede ser una herramienta más que utilicen los artistas, en lugar de ser una amenaza para su sustento.
Y trabajar con inteligencia artificial puede ser divertido. “¡Estoy enamorada de los envíos!”, dice Herndon sobre las obras creadas con la herramienta Holly+. “Los artistas han llevado mi voz en todo tipo de direcciones. Por ejemplo, hay trenes silbando, dúos tiernos y pistas de discoteca muy locas”.
Ahora, Herndon está llevando las lecciones de Holly+ a su nueva organización, Spawning, que formará a otros artistas para que aprovechen los beneficios de la IA utilizándola para mejorar su trabajo, al tiempo que protegen su propiedad intelectual de las amenazas que introduce. Herndon explica que el objetivo de la organización es “ayudar a otros a dar ese salto y tomar sus propias decisiones sobre el uso de sus voces y estilos”.
Aunque los artistas se encuentran entre los primeros en afrontar las implicaciones de la IA, es probable que la tecnología afecte a todo el mundo, ya sea en su trabajo o en otro ámbito de su vida. Tanto Holly+ como la organización Spawning ofrecen modelos para abrazar el cambio tecnológico y aprovecharlo al máximo, en lugar de intentar resistirlo o evitarlo.
“Veo cuántas cosas pueden ir mal, pero me comprometo a crear formas de dirigir las cosas en una dirección mejor”, sentencia Herndon.