Antonio Monterrubio (Sanabria), escritor y antiguo docente, ha presentado su obra “La verdad del cuentista” en la Biblioteca Pública de Zamora durante la tarde de ayer. Un libro que refleja su trayectoria y, lo que considera su vocación, la enseñanza y el deseo de ofrecer a los jóvenes otros puntos de vista para que puedan elegir.
–El libro reúne tres ensayos que se centran en que “lo que se ve no es lo que hay”; ¿qué quiere decir esta frase?
–Es el hilo conductor de la trilogía: La verdad del cuentista, Almacén de ambigüedades y Laberinto con vistas. Es un alegato en pro de la razón y de lo verdadero, y en contra del imperio de lo falso y lo efímero en el que vivimos ahora mismo. Sin embargo, no se pretende entrar en la esencia de la verdad, sino en su vida práctica, en sus modos de existencia. “La verdad está siempre en el exilio” si la consideramos como un ente abstracto y absoluto, pero hoy el problema está en que no solo es la verdad lo que está en el exilio, sino lo verdadero e incluso lo verosímil.
–Aunque el tema central sea la verdad, ¿cada capítulo puede leerse de forma independiente o es necesario seguir un orden?
–Este libro recopila y ensambla materiales de diversa procedencia. Hay cuestiones relacionadas con las ciencias puras, pero también con las humanas y sociales, la filosofía, el arte, la literatura, la música o el cine. A cada lector le corresponde hacer uso de estos materiales siguiendo su propio camino. Cada capítulo se puede leer por separado, e incluso por fragmentos.
–¿A qué público va dirigida su obra? ¿tenía a alguien en mente cuando lo escribió?
–Aunque lo haya redactado entre 2017 y 2021, recoge todo lo vivido anteriormente. Quizá por mi trayectoria como docente, el libro es una invitación a reflexionar, una caja de herramientas para mentes que ponen en duda lo que tienen delante y quieren realizar su personal construcción. Pero se dirige a jóvenes de todas las edades, es decir a quienes conservan el espíritu inquieto y rebelde de la juventud.
–¿Qué autores les recomendaría a esos jóvenes?
–Es fundamental que no dejen de lado las obras clásicas en las que, aunque pueden asustar por su tamaño o densidad, encontrarán los recursos que necesitan. Y en las diversas disciplinas, desde la literatura hasta la filosofía o la ciencia, el cine y otras artes, que se atrevan a abordar lo importante, por difícil que parezca.
–Una de sus frases es “el arte, la literatura o el cine nos brindan abundante materia de investigación y elucidación”; ¿cree que estos tres mundos están trabajando para aclarar las ideas del público o hay una tendencia a que sirvan como distracción?
–Estamos inmersos en la sociedad del espectáculo, y lo que proviene de la imaginación, que tenía en su momento una alta capacidad de formación cultural y sentimental, en buena medida se ha perdido, como sucede en otros muchos campos. Se están desvaneciendo la conciencia crítica y la ambición intelectual. Asistimos a una socialización de la ignorancia.
–En su obra afirma que “se reivindican por otro lado la imaginación y la ficción como creadoras potenciales de la verdad”; ¿puede ser la ficción una vía para llegar a la verdad?
–Sí, por supuesto. Encontramos claros ejemplos en autores como Franz Kafka o directores como Stanley Kubrick. Los productos de la imaginación pueden hacernos conocer la realidad de una forma tan profunda o más que los de la reflexión. La razón y la lógica son hijas de la imaginación.
–¿Tenemos la verdad a nuestro alcance o está adquiriendo nuevas formas?
–A lo que podemos aspirar no es a llegar a la verdad, sino a lo verdadero. Pero la verdad y lo verdadero ya no importan. Lo que cuenta, actualmente, es el relato, que tiene un problema muy serio: el que triunfa es el de quien tiene el poder para imponerlo. Esa es la cuestión central, sobre la que ya advertía Debord: “En el mundo realmente invertido, lo verdadero es un momento de lo falso”. En los últimos tiempos se ha impuesto un discurso de posverdad sumamente peligroso.
–Imagino que esto está relacionado con el auge de las noticias falsas y la desinformación; ¿cree que hay una tendencia creciente en estas cuestiones?
–Sin duda, y este asunto se trata a lo largo de la trilogía. La mentira ha existido siempre, y la comunicación ha servido con frecuencia para la manipulación de las masas. Pero actualmente los mecanismos son tan burdos que se difunden impunemente las calumnias más insidiosas o los bulos más aberrantes. Además, elementos como las redes sociales y las TIC producen una sobrexposición comunicativa que ahoga los acontecimientos importantes, anula su significado y programa su olvido.
–Por otra parte, salimos de una pandemia y nos vemos inmersos en la guerra de Ucrania; ¿esto genera una necesidad o deseo de evasión en la sociedad?
La necesidad de evadirse, tal y como está la situación actual, no es algo sorprendente. No hay que olvidar que llevamos una temporada sujetos a una desdicha tras otra, y por todas partes surgen fantasmas amenazantes. Ya ni siquiera se puede recurrir a aquello de oponer al pesimismo de la inteligencia el optimismo de la voluntad, porque la voluntad está pasando, también, un mal momento.
–¿Estamos los espectadores cada vez más insensibilizados ante lo que sucede?
–Me temo que sí; vivimos en un mundo en el que los muertos por guerras o catástrofes que aparecen en el telediario tienen el mismo valor que los de una serie policiaca o de una película de acción. Nos hemos acostumbrado a la violencia en estado puro, y la competencia por la audiencia es tan feroz que genera una necesidad de imágenes cada vez más impactantes. Todo sea por el sagrado share.