Pese a las protestas, investigaciones y a una demanda judicial, el gobernador de Florida Ron DeSantis se propone continuar con su cruel truco político de enviar a indocumentados a ciudades y estados santuarios.
Cincuenta venezolanos a Martha’s Vineyard
Lo mismo declaran públicamente los gobernadores de Texas y Arizona, Greg Abbott y Doug Ducey, respectivamente. El primero ha estado mandando miles de inmigrantes a Nueva York y algunos a la capital Washington, de manera sistemática, organizada y utilizando fondos del erario.
Como se recordará, el día 15 de septiembre DeSantis ordenó el envío de 50 inmigrantes en dos aviones a la isla Martha’s Vineyard en Massachusetts. Allí, muy satisfechos, los abandonaron.
Los inmigrantes fueron engañados con una falsa promesa de residencia y respecto a dónde los llevaban – Boston o Washington DC, les dijeron. Huyeron del régimen persecutorio en Venezuela, que habían pedido asilo y estaban autorizados para quedarse en el país. Finalmente, provenían de San Antonio, Texas y no de Florida.
Pese a esto último, DeSantis se jactó de que el operativo era “parte del programa de reubicación del estado para transportar inmigrantes ilegales a destinos santuario”, usando 12 millones de dólares pertenecientes al departamento estatal de Transporte.
El Sheriff del condado Bexar en Texas, de donde los inmigrantes fueron extraídos, Javier Salazar, inició una investigación criminal contra DeSantis.
Demandas contra DeSantis
Además, las víctimas presentaron una demanda colectiva en un tribunal federal de Massachusetts. Les prometieron que “si estaban dispuestos a abordar aviones a otros estados, recibirían empleo, vivienda, oportunidades educativas, alimentación y asistencia en trámites migratorios y otra asistencia a su llegada”.
La acción podría violar leyes de Texas como la restricción ilegal, la explotación de un niño o una persona mayor y ciertos estatutos de fraude.
Que los inmigrantes fueron victimizados cruel e impunemente no cabe duda. De hecho, fueron secuestrados, según sus abogados.
Los tres gobernadores, todos republicanos, así como quienes desde el Congreso les aplauden y exigen más acciones similares, están caldeando los ánimos adrede, con el propósito de que el tema migratorio sea central en los comicios nacionales del 8 de noviembre, que la hostilidad contra el inmigrante saque a más de sus votantes a la calle, y que su peculiar “hazaña” sea recordada positivamente el día en que ellos mismos se postulen para la presidencia, en un año.
Esperan que los votantes independientes se alarmen pensando en los cruces fronterizos ilegales y que se olviden de temas como el aborto.
Un gambito arriesgado
Sin embargo, al parecer en vez de atraer apoyo, generan rechazo entre los independientes.
Solo uno de cada cuatro estadounidenses apoyan que los estados utilicen fondos públicos para transportar inmigrantes. Y para el 72% aceptar refugiados debería ser un objetivo «muy» o «algo» importante para el país, incluyendo al 58% de los republicanos.
Si bien la mayoría de la población no está aún dispuesta a aceptar a los nuevos inmigrantes, una encuesta de fines de 2021 indica que “apoyan un camino hacia la ciudadanía para ciertos grupos de inmigrantes, incluidos los trabajadores agrícolas, los que se consideran trabajadores esenciales y los inmigrantes traídos a los EE.UU. cuando eran niños”.
Estos últimos son los Dreamers.
Impulsa la reforma migratoria
Y si bien es cierto que para la tercera parte de los republicanos la inmigración es una de sus principales preocupaciones. Solo para el 15% de ellos y el 7% de la población la inmigración es el mayor problema del país. Eso después de figurar en los titulares de los medios republicanos, en los términos más alarmistas, cada día.
Creemos que existe una genuina disposición de una importante parte de la población para recibir a los inmigrantes, especialmente los que han estado viviendo aquí por muchos años, formando familias y contribuyendo al bien general.
A pesar de ello, las mayorías en el Congreso están prisioneras de quienes han logrado bloquear por años cualquier progreso en la cuestión migratoria. Quienes rechazan cualquier tipo de reforma, que consideran una amnistía. Se basan en una mayoría, la «base» del partido republicano, cuya vida pende de un hilo de la boca de Donald Trump, y que tratan de desplazar a la minoría como los del tipo de la Cámara de Comercio, los libertarios y los republicanos tradicionales como Liz Cheney.
De modo que la pregunta ya no es si los republicanos como partido lo admitirán. Hace tiempo dejaron de ser un partido de compromiso y cohesión nacional, para representar solo a una minoría blanca rural cada vez más extremista.
Pero fuera del Congreso, si bien el país está dividido en dos mitades casi en todo, incluyendo la situación en la frontera, el compromiso es posible en otras áreas migratorias.
La pregunta es, si la mayoría del país está por una reforma migratoria parcial, ¿qué está el actual gobierno demócrata de Joe Biden esperando para pasarla en el Congreso?
Todavía estamos a tiempo para que el Congreso debate y vote sobre al menos una de las varias leyes que se han presentado durante esta sesión, para demostrar que realmente le importan los inmigrantes.
Fundador y co-editor de HispanicLA. Editor en jefe del diario La Opinión en Los Ángeles hasta enero de 2021.
Nació en Buenos Aires, Argentina, vivió en Israel y reside en Los Ángeles, California. Es periodista, bloguero, poeta, novelista y cuentista. Fue director editorial de Huffington Post Voces entre 2011 y 2014 y editor de noticias, también para La Opinión. Anteriormente, corresponsal de radio. Tiene tres hijos adultos que son, dice, “la luz de mi vida”.