Como no pudo controlar la inflación, Alberto Fernández propone ahora controlar “las redes sociales”. Un desafío propio de alguien que se autopercibe con habilidades naturales para monitorear ya no sólo las ideas sino también los sentimientos colectivos.
Nada que sorprenda. La superioridad moral con la que se arropan los altos dignatarios K parece colocarlos más allá del bien y del mal.
Por las redes corren ideas, noticias y emociones. Corren como el agua y, le guste o no al Gobierno de turno, son imposibles de parar. También como el agua, la libertad de expresión es un insumo básico para la vida en democracia. Cualquier intento de recortar libertades personales y/o potestades institucionales devalúa la calidad democrática. El Presidente debería saberlo y desde ya debería permitirse pensar antes de hablar.
El desafío albertista de neutralizar lo que desde el oficialismo pretenden caracterizar como “discursos de odio” encubre una falacia, o lo que es peor, una tergiversación deliberada de sentido.
Hay consenso global en definir el “discurso de odio”. Se trata “toda acción comunicativa que tiene como objetivo promover y alimentar una opinión dogmática y destructiva hacia un conjunto de individuos históricamente discriminado o perseguido por motivos raciales, étnicos, religiosos, de origen nacional, de orientación sexual”.
La información, los datos, los comentarios y análisis acerca de las medidas políticas y sus efectos puede que generen desasosiego, malestar, bronca, indignación y desapego con las dirigencias pero están lejos de encuadrar dentro de lo que se entiende es un “discurso de odio” mal que les pese.
La cantinela del odio y los odiadores que se pretende instalar desde el oficialismo no es más que una estrategia de amedrentamiento para intimidar a fiscales, jueces, periodistas y opositores que no estaría dando resultado.
Gatillada tras el fallido y repudiable atentado contra CFK, la idea de convocar a un “diálogo” se evaporó como una pompa de jabón.
La fundada sospecha de que un eventual encuentro conversatorio entre quienes encarnan los extremos de la grieta podía encubrir la propuesta de una suerte de amnistía cruzada o estrategia exculpatoria repugna al más común de los sentidos.
No hay manera de tomarse en serio un diálogo sincero en orden a acordar políticas públicas en este contexto. ¿Cómo sentarse a dialogar con un gobierno cuyos tres principales referentes no logran entenderse entre ellos? ¿Cómo encarar un encuentro después de la embestida contra la Corte y el revoleo de la eliminación de las PASO, un drástico cambio de las reglas del juego que perjudica claramente a la coalición opositora que busca definir su liderazgo en internas abiertas?
“Con esto ratificaron que el diálogo nació muerto. Fue un acting”, dijo con campechana claridad el jefe del bloque de diputados del radicalismo Mario Negri.
Antes de convocar a un diálogo CFK, Alberto, e incluso Massa, deberían lograr entenderse entre ellos y desde ya bajar el nivel de beligerancia con el que se manejan, algo que se les fue de las manos en la semana que termina.
No logrando que la cuestión del diálogo cuaje, ni que la idea de Mayans de que “si quieren paz social, paren el juicio” prenda, se echó mano a la arremetida contra la Corte.
A las atropelladas, sin diálogo, sin consenso y sin consulta alguna se impuso el tratamiento en la Cámara alta y se logró la media sanción al proyecto de ampliación del máximo tribunal a 15 miembros. En vísperas de su alegato en la causa vialidad la Vice copó la agenda pública y enredó a los opositores en un debate que está totalmente disociado de las urgencias de la gente.
La Santísima Trinidad que comanda nuestros destinos sigue habitando en realidades paralelas, en dimensiones cada día más alejadas de los desvelos terrenales del común de los argentinos.
“Madre, Hijo y Espíritu Santo” conviven con sus conveniencias, fantasías y narcisismos en lo más alto del poder. Cada uno de ellos atrapado en su propio reality. Una seguidilla dramática y pochoclera y cada día más decadente.
El Presidente está de gira. Goza de una seguidilla de situaciones que deberían mantenerlo al margen, entretenido y sosegado. No estaría ocurriendo. Insiste en sumar a sus intervenciones oficiales y escritas, improvisadas declaraciones que embarullan.
Hay quienes sospechan que lejos de ser inocuo está aplicado a complicar la gestión de su Ministro de Economía. La disposición del Banco Central de prohibir el acceso a dólares CCL a los que recibieron el beneficio del dólar soja pegó en la línea de flotación de Sergio Massa pulverizando el escaso margen de credibilidad y confianza que se pretende recuperar.
Cristina Fernández de Kirchner regresa a escena recargada. Dijo que el juicio de Vialidad es “toda una fábula” para llevarla de los pelos a la Justicia.
En el alegato en que el que ejerció su propia defensa no negó ni refutó ninguno de los hechos de corrupción que se investigan. Tampoco habló acerca de los negocios privados que la familia Kirchner mantuvo durante años con Lázaro Báez.
“No fueron retornos, fueron negocios privados”, dijo Carlos Beraldi, el defensor de CFK en la segunda jornada de los alegatos.
“Uno alquilaba y el otro pagaba”, sostuvo el letrado en alusión a los millonarios acuerdos comerciales celebrados entre Néstor y Cristina Kichner con el empresario de Austral Construcciones.
Cuando se lo consulta sobre este tema el Presidente, también abogado y profesor de derecho, cumple en discriminar entre un acto de corrupción y un desliz ético. Una elegante manera de salir del paso.
CFK se desligó de la acusaciones que la sindican como jefa de una asociación ilícita alegando que los actos de Gobierno no son judiciables.
Se centró también en el tema de las competencias administrativas, desplazando la responsabilidad de las decisiones relacionadas con el otorgamiento de obra pública en las autoridades de la provincia de Santa Cruz y en el nivel nacional en quienes se desempeñaban como Jefes de Gabinete. Si hay una culpa, es de otro.
Para CFK los gobiernos no pueden ser nunca una “asociación ilícita” porque son elegidos por el pueblo y solo les cabe el “juicio político”. Con un argumento un tanto contradictorio dijo que mal pudo Néstor Kirchner conformar una asociación ilícita cuando llegó a la Presidencia en 2003 “de chiripa”.
Tras acusar a los fiscales de mentirosos, aseguró sentirse en estado de indefensión, de intranquilidad. Hizo responsables de manera directa a los procesos judiciales en su contra y a los medios de comunicación por el intento de magnicidio del que fue víctima.
“Cuando Luciani terminó su alegato tan histriónicamente ese día, con pantalla partida y la puerta de mi casa… La única casa que se conoce es la de Juncal y Uruguay, ahí mismito donde me quisieron pegar el tiro”.
“Esto crea un clima. Cuando se habla de tonelada de prueba, yo tengo treinta toneladas de Clarín y La Nación y de algunas revistas semanales en dónde se va creando y se va estigmatizando a una persona que no por casualidad tampoco es mujer”.
Tras una larga e histriónica perorata de tono profesoral en la que, en orden a explicar la pirámide de Kelsen, CFK puso sobre la mesa los códigos Civil y Penal y un ejemplar de la Constitución Nacional ( teléfono para Macri) volvió a la carga contra los jueces y fiscales. “Estamos ante un claro caso de prevaricato”.
“Solo en el Poder Judicial se desconocen las leyes…lo judicial da licencia social para que se pueda hacer cualquier cosa”, dijo la Vicepresidente de la Nación.
Cristina Fernández de Kirchner cree que detrás de la “banda de los copitos” hay autores intelectuales del intento de asesinarla. Cree estar viva gracias a Dios y a la Virgen, y mira con extrema desconfianza a su alrededor.
La mención en su alegato de que “las policías” no hicieron nada para protegerla cuando fue atacada a piedrazos su despacho pareció un mensaje hacia el interior de su espacio.
“Mi despacho fue apedreado durante cuarenta minutos de apedreada y ninguna de fuerza de seguridad ni nacionales, ni locales, ni nada, impidieron que mi despacho fuera destrozado”.
La frase que se coló como al pasar en su presentación ante los jueces trajo a la memoria de los que fatigan las redes un malhadado tuit de Gregorio Dalbón.
“Hay muchas cosas que no cierran…hay mucho hilo para tirar y cuando Cristina Kirchner lo desee vamos a llevar a juicio a todos los autores materiales, intelectuales, cómplices y encubridores. Mi olfato me dice que el enemigo es tropa propia” Una enigmática pieza digital que fue rápidamente eliminada de su time line.
El senador Oscar Parrilli calificó de mafiosos a los cuatro miembros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Cristina en su alegato denostó a jueces y fiscales. Calificó al juicio como un disparate al borde del ridículo. Para Cristina los votos otorgan indemnidad y la dejan fuera del alcance de la Justicia.
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