El Juicio a las Juntas Militares de 1985 marcó un antes y un después en la historia argentina contemporánea. Ese espíritu de unidad frente a un mal mayor que se eternizó en el Nunca más parece cada día más alejado en una coyuntura, donde prima la grieta social.
Luis Moreno Ocampo, fiscal adjunto en dicho Juicio a las Juntas Militares, fue uno de los protagonistas de esa historia que vuelve a ponerse en el centro de la escena con el estreno de Argentina, 1985, película de Santiago Mitre donde Ricardo Darín interpreta al fiscal Julio Strassera y Peter Lanzani se viste de Luis Moreno Ocampo.
“El Juicio a las Juntas Militares (de 1985) fue el triunfo de los moderados”
La película tuvo gran recepción en el reciente Festival de Venecia –que finalizó hace una semana–, y hay quienes Argentina 1985 les resulta algo más que una más que posible candidata a los premios Oscar 2023, previo recorrido por varios festivales internacionales de este 2022.
En esta entrevista exclusiva con PERFIL, Luis Moreno Ocampo relata la importancia histórica del Juicio, habla de su “reencarnación” en Lanzani y analiza la situación de crispación política luego del atentado contra Cristina Fernández de Kirchner.
—¿A qué se debe la reedición de tu libro?
—Estoy acá para hablar con las generaciones más jóvenes; aquellos que nacieron después del Juicio a las Junta Militares y para quienes es normal vivir en democracia. La película crea una oportunidad y la quería apoyar explicando a través de un libro lo que pasó y lo que yo aprendí desde mi trabajo de fiscal. Yo tenía un libro ya publicado (N.d.R.: Cuando el poder perdió el juicio), y junto a (la editorial) Capital Intelectual hicimos un esfuerzo y lo reeditamos. Le pusimos como subtítulo Argentina, 1985, el mismo de la película de Santiago Mitre con Ricardo Darín y Peter Lanzani. Hay una oportunidad ahora de volver al pasado para que la generación de los jóvenes de 20 años puedan viajar a 1985 y entender lo que significó ese juicio.
“Los algoritmos permiten que los extremistas lideren la discusión en redes e internet”
—¿Qué es lo que querés contarle a las generaciones más jóvenes?
—En el 85 cuando se juzgaron a los militares, ellos aún tenían mucho poder. Veníamos de una dictadura sangrienta y nadie sabía qué podía pasar. Para Argentina fue un momento muy importante porque el Juicio fue como la frutilla de la torta. Durante la campaña electoral del 83, Raúl Alfonsín, candidato del partido minoritario radical, propuso investigar el pasado. Ítalo A. Luder, el candidato peronista, dijo que no se podía, regía una amnistía militar. No era que no quería, sino que entendía que legalmente no se podía. Alfonsín dijo sí se puede y gana las elecciones con el 52% de los votos. Alfonsín inmediatamente cumple con su promesa. Su primer decreto es que se investigue a las cúpulas guerrilleras y en el segundo, ordena que se inicie en la Justicia Militar un juicio a los comandantes de las Fuerzas Armadas (responsables de la dictadura). Después organiza la Conadep, que fue la Comisión de la Verdad, una innovación argentina; luego el Congreso de la Nación casi por unanimidad decide que esa amnistía militar era nula y que había que investigar. En pocos meses se decretó una ley que permitió que se investigue a los militares con el Código de Justicia Militar y después la Conadep hace un informe que le rompe la cabeza a todo el mundo. La gente de hoy no lo entiende, pero en el 83, 84, muchos en Argentina no sabíamos qué había pasado. El informe rompe ese muro de silencio y a partir de ahí nosotros investigamos. En el 85 se hace un juicio público donde en cinco meses desfilan ochocientos testigos de todo tipo, desde dos ex presidentes –Ítalo A. Luder y Arturo Frondizi (N. de la R.: ex presidente destituido por un golpe militar que murió en abril de 1985)– hasta campesinos. Era gente de todo el país contando toda la historia frente a los jueces y ahí cambió todo.
—Vos contaste que tu mamá no creía lo que había pasado, ¿cómo logró el Juicio masificar ese conocimiento?
—A mí me llama Julio Strassera, el fiscal de la Cámara que tenía a su cargo el Juicio. Yo estaba feliz de ayudarlo, pero nunca había hecho un juicio en mi vida, no era fiscal sino que trabajaba como fiscal de la Corte Suprema preparando dictámenes. Yo entendía cómo era el funcionamiento de los fiscales en el sistema norteamericano más que en el argentino. Él me explica que no podíamos hacerlo de una forma tradicional. Entonces me dediqué a armar el equipo de investigación y cuando empezamos a investigar le contaba a mi vieja lo que pasaba y no me creía. Ella amaba a Videla, iba a misa con Videla en Olivos y además, mi abuelo era general, así que Videla era como su papá. Me decía que los militares nos salvaron de la guerrilla. Entonces, yo le decía a Julio que además de convencer a los jueces, había que convencer a mi vieja, si no, no iba a funcionar. Nunca la pude convencer, pero cuando empezó a declarar Adriana Calvo de Laborde, que fue la primera testigo que contaba lo que le pasó a ella como víctima, que tuvo una beba en la parte de atrás de un auto policial y esposada. Ese día mi vieja me llamó y me dijo: “Yo todavía lo quiero a Videla, pero vos tenés razón, tiene que estar preso”. Lo que le pasó a mi vieja en el 85, quiero que le pase a los chicos de 15 años.
—¿Hubo también un cambio de tecnología que te permitió llevar el Juicio a una audiencia masiva?
—Además de mostrar el horror, innovamos en materia de tecnología institucional. En la Argentina los juicios eran por escrito, no orales. El juez investigaba, no el fiscal, y se hacía de forma muy burocrática. Tampoco se podían elegir los casos. Todo eso cambió. Legalmente estábamos haciendo un juicio por un sistema especial militar que nos daba mucha flexibilidad. Los jueces decidieron el juicio oral y público y eso fue fundamental porque mi vieja se enteró de todo por el Juicio. Nosotros decidimos que íbamos a elegir algunos hechos, no treinta mil casos, sino setecientos. Además, hicimos la investigación porque Strassera entendía que no podíamos ir a la policía a pedir que investiguen. Armamos un equipo con chicos de 20, 21 años y llamamos a las víctimas a que nos cuentan lo que había pasado, buscamos documentos que probaran que lo que decían era verdad. Las personas que habían sobrevivido a los campos de concentración nos contaban de las torturas y logramos probar las muertes de otra forma. Armamos la investigación en cinco meses con dos mil testigos. Esa fue una innovación tecnológica que los defensores de los acusados no entendieron. La mayoría de ellos habían sido ex jueces, tipos muy senior que estaban acostumbrados al modelo anterior. Nunca imaginaron que veníamos con este tsunami de pruebas.
—El Juicio fue filmado, pero en ese entonces no era un evento de difusión masiva.
—El Juicio fue un evento muy público por cinco meses consecutivos, pero sobre todo, por lo que la gente leía en los diarios. Editorial Perfil sacó el Diario del Juicio que contenía información muy completa y detallada de todo lo que pasaba, con crónicas y testimonios y eso tuvo mucho impacto. Pero no había televisión todavía que lo televisara. Es muy interesante, además de la película que es una ficción de Santiago Mitre, el trabajo de Ulises de la Orden que está terminando un documental donde utiliza las grabaciones reales del Juicio, las engarzó de una forma muy interesante y presenta una versión de dos horas de lo que pasó ahí.
—La película cuenta con un gran elenco y aparte tuvo una gran recepción en el Festival de Cine de Venecia.
—Yo no la vi todavía, me gusta poder hablar de la película sin haberla visto. Y me parece fundamental que salga la película. Mi interés no son todos los detalles porque es un trabajo de Santiago Mitre, no mío. Es su historia y cuenta algo que yo viví, pero lo cuenta él. A partir de ahora lo que yo haya hecho no importa, importa lo que haga Peter Lanzani en la película. Estoy reencarnado en él (se ríe). Esto permite que se vuelva a discutir el rol de Julio Strassera (N. de la.R.: interpretado por Ricardo Darín, quien también es co-productor de la película) en ese momento: cómo se transformó un fiscal que de pronto se convierte en la persona que representa a todo un país pidiendo el “Nunca más”. En el 85 no éramos respetados por todo el mundo (en Argentina), había mucha gente furiosa que investigáramos eso. La película tiene que consolidar que ese fue un momento clave donde los argentinos aprendimos el significado de la ley y la Justicia. No hay más golpes de Estado en Argentina y hay democracia. No hay más enemigos y eso es lo que hay que discutir y entender.
“La película (Argentina 1985) tiene que consolidar que el Juicio fue un momento clave”
—¿Cómo contraponés el consenso social que hoy generó el Juicio a las Juntas con la polarización extrema de la política argentina, llevada al máximo con el atentado contra la vicepresidenta Cristina Kirchner?
—En los 70 la política argentina era de enemigos. No solamente enemigos de otro partido político, sino que dentro del peronismo estaban Montoneros, la Triple A de López Rega y grupos del sindicalismo, también violentos. La lucha armada era parte de la política argentina. Por eso mucha gente apoyó el golpe de Estado, estaban hartos de la violencia política. Lo que pasó después fue el terrorismo de Estado que fue infinitamente superior, distinto, brutal, que no entendíamos. El Juicio a las Juntas permitió mostrar que no se puede aceptar la violencia guerrillera o la Triple A y menos el terrorismo de Estado. Ese fue el corte brutal que armó el Juicio a las Juntas. Eso hay consolidarlo hoy: en democracia no hay enemigos, hay ciudadanos que se pueden acusar de un crimen como puede ser la causa Vialidad. Eso se investiga, pero son inocentes, el fiscal cumple su rol, acusa; los defensores, defienden, y los jueces resolverán de acuerdo a las pruebas. Eso es normal en Argentina y la verdad que es muy interesante que hoy tengamos un juicio donde está acusada a la actual vicepresidenta. Hay gente que critica el sistema, pero funciona. Lo que es inaceptable es un atentado a la vicepresidenta. En eso hay que estar todos los argentinos juntos. La política no puede volver a ser un campo donde se puede matar al otro. Si hay una lección del Juicio a las Juntas es que la muerte no puede ser un arma política.
—Resulta difícil imaginar una circunstancia que permita unir a las personas en este contexto.
—A mí me parece mucho más un problema del debate público que de la gente. También un problema de los algoritmos que manejan la información pública. Generan división acá, en Estados Unidos, en todo el mundo. Hay un fenómeno nuevo que tenemos que enfrentar y quizás la dirección que llevamos en la película y el libro nos permita encontrar una fórmula diferente. Los algoritmos permiten que los extremistas lideren la discusión y justamente el Juicio a las Juntas fue el triunfo de los moderados. El triunfo de la ley y los jueces representando a los moderados que quieren que no se mate nadie y que se aplique la ley.
—Cristina Kirchner instaló el concepto de lawfare como un plan de persecución política contra ciertos tipos de líderes. A la vez se percibe un timing político de la Justicia. ¿Cómo interpretás el lawfare y el uso político de la Justicia?
—El lawfare no es un concepto que inventó Cristina, lo desarrolló el general norteamericano, Charles Dunlap, que se quejaba de que los enemigos de EE.UU. intentaban controlar a sus FF.AA. haciéndole juicios. De allí salió el concepto de lawfare, una nueva forma de guerra. Y en verdad eso se maximizó con el tema de la tortura en Guantánamo. Las tropas norteamericanas intentaban cumplir con la ley, pero luego George Bush decide utilizar las FF.AA. para enfrentar la insurgencia (en Irak), parecido a lo que pasó en Argentina, e incluyen como estrategia torturar prisioneros. Investigar tortura no es lawfare, son crímenes que hay que investigar. Por supuesto que se pueden usar a los jueces y fiscales para investigar a un enemigo político, y eso se puede llamar lawfare, pero cuando hay una investigación en serio con pruebas, esa es la Justicia actuando. Lo que hay que hacer es que los líderes políticos respeten los límites legales. La propia vicepresidenta denunció casos de corrupción más grandes que los de Lázaro Báez, entonces, es muy importante que eso también se investigue. El tema de la corrupción no es solamente de los jueces y fiscales sino de los líderes políticos. No puede ser que estén metidos en temas de corrupción y luego siempre denuncien a los jueces. Hay que prevenir la corrupción. Si en una empresa todo el mundo roba no es un problema del auditor, es un problema del gerente general, lo mismo pasa en un país.
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