Hace unos meses los incendios que azotaban las montañas en Cataluña rozaron la casa de Laura Restrepo (1950). El fuego se acercó a siete minutos de distancia. Listos para salir rápido, en caso de ser necesario ella y su pareja juntaron algunos papeles, cosas para sus perros, una tarjeta de crédito y algunos libros, básicamente poesía, San Juan de la Cruz, Fernando Pessoa, César Vallejo y la novela Pedro Páramo, recuerda la escritora.
Para la colombiana, ganadora de premios como el Sor Juana Inés de la Cruz y Alfaguara, los seres humanos necesitamos acostumbrarnos a la sensación de que en cualquier momento tendremos que desplazarnos. Defensora a ultranza de la migración, la narradora publica Canción de antiguos amantes (Alfaguara), una novela donde recupera el mito de la reina de Saba, la única monarca que figura en la Biblia para reflexionar las nociones de progreso en Occidente.
Me parece que esta es de sus novelas más ambiciosas.
Sí, dentro de una carrera literaria llega en un momento donde sientes que si bajas la guardia empezarás repetirte. Quería hacer una novela que me representara una forma nueva de narrar y una experiencia vital que reflejara la circunstancia que estamos viviendo. Escribir hace cinco años no era lo mismo: hemos tenido la pandemia, la crisis ambiental, una amenaza atómica producto de una guerra que no parece tener fin. ¿Cómo escribir una historia que no sea fría, catastrófica, que sea humana, una historia de amor y que a la vez sea un testimonio contemporáneo? Se me presentó la oportunidad de viajar con Médicos Sin Fronteras a de Yemen, Somalia y Etiopía. Por muchas razones ahí tienen una guerra interna interminable. Yemen en particular es bombardeado por potencias occidentales que lo están liquidando, hay un proceso de hambruna que está a punto de exterminar a la población. Al mismo tiempo es la tierra de Las Mil y una noches y el territorio de lo que fue el mítico reino de Saba. Intenté introducir ese tono en la novela y para ello me ayudaron las propias mujeres migrantes. Me ayudaron a encontrar un punto de equilibrio entre el mito y la realidad. Cuando les preguntaba en plan reportera, sus nombres muchas me respondían “soy descendiente de la reina de Saba”. Te lo dicen con orgullo, hasta con altivez, como diciendo “quién eres tú, tú tienes el coche, no estás en harapos, tienes esa camarita, pero yo soy la descendiente de una cultura milenaria, que va a seguir existiendo cuando la tuya quede sino cenizas”. Para mí fue ese golpe de rayo lo que ayudó a unir mito y realidad. Me imaginé una reina de Saba distinta: con trono, corona, llena de joyas, de una belleza super femenina, con sedas y elefantes blancos, pero también me la imaginé igual a esas mujeres que van por el desierto quemadas por el sol y la sal, en harapos, pasando las mil penurias, y al mismo tiempo son muy bellas, sobre todo las etíopes. Ellas son las reinas de Saba. Era obvio caer en ese grandísimo texto que es el Cantar de los Cantares del Antiguo Testamento e interpretar el encuentro del rey Salomón y la reina de Saba. Los mitos están para reinventarlos, para que no mueran, por eso decidí contarlo a mí manera.
¿Qué tipo de relación tiene con la Biblia?
No soy religiosa y tampoco nací en una familia religiosa. Nunca fue algo impuesto, al contrario, fue un motivo de fascinación porque era algo ajeno a mi infancia y a mi adolescencia. La Biblia es una fuente de historias y conocimiento como lo son también Las mil y una noches o de a Ilíada y la Odisea; también es el gran libro del desierto. El desierto de Yemen es impresionante, te encuentras con los campamentos de Acnur, donde viven 200 mil personas y al mismo tiempo te dicen que ahí están los restos del Arca de Noé o te muestran la chica de tapa de piedra donde Caín mató a Abel. Es un lugar donde los tiempos se fusionan. No es algo que conozca desde adentro, pero tengo el derecho a recuperarlo y a mirarlo con mis ojos.
La reina Saba es la única monarca que aparece en el Antiguo Testamento. ¿Ahí hay una reivindicación del género femenino?
Claro, es la única mujer que aparece en la Biblia no por santa, ni por virgen, ni por prostituta, ni porque le cortó la barba a uno y la cabeza al otro, sino por poderosa y sabía. Las mujeres de esa región se asumen como descendientes de la reina de Saba. Cuando les preguntaba sobre sus sueños casi ninguna habló de comida o techo, sino de estudiar. Son parte de una tradición de sabiduría. La reina se mantiene viva en estas mujeres. Me parece un mito particularmente interesante al que no se le ha sacado todo el jugo y toda la reinvención posible, está un poco tapado por esa imagenería de velos y joyas, que la muestran como una reina de palacios; yo quise verla como la reina caminante, que va mezclada con esta multitud de mujeres.
Varias de sus obras atraviesan el tema de la migración…
En todas mis novelas aparecen migrantes porque reflejan la propia vida. He vivido el exilio político y millones de personas hemos sido exiliados laborales. El mundo árabe siempre me ha fascinado, conozco muchos países, pero en Yemen y Etiopía nunca había estado. Al hablar con estas mujeres reconocí a las mismas que han atravesado Centroamérica o México. Son capaces de mezclar veinte lenguas para hacerse entender. Los migrantes representan a la humanidad entera, gente que busca la tierra prometida, de alguna manera esto tiene que ver con el éxodo bíblico.
A pesar de que es un fenómeno tan añejo en la historia de la humanidad, las fronteras se siguen cerrando.
Mi versión personal es que la época del sedentarismo está por terminar, por eso se defiende con todo, levanta muros y fomenta a través de los medios masivos el odio a quien piensa distinto, a quien tiene otra religión, o es moreno. Pronto la humanidad volverá a ser caminante como lo ha sido desde el principio de los tiempos. Durante uno de los viajes estuve en un museo polvoriento de Adís Abeba, capital de Etiopía, ahí encontré a Lucy, la primera hembra humana de la que existen noticias. Se sabe que fue mujer porque es caderona y se sabe que tuvo partos. Me pareció muy emocionante ver la primera mujer que se para sobre sus piernas, logra mirar hacia adelante y empieza a andar buscando un lugar donde encuentre comida, techo o una cueva. Actualmente vivo en Cataluña, en la Montaña de los Pirineos, al norte. Los últimos incendios han sido tremendos y en algún momento los tuvimos a siete minutos de casa. En momentos como ese entiendes lo que realmente importa. Preparamos el carro, metimos a los perros, tomamos los pasaportes, la tarjeta de crédito y un par de libros para salir en cualquier momento. Creo que ese tipo de sensación es la que predominará en el futuro. Se necesita un bandazo tremendo por parte de los gobiernos, pero no sé si lo van a dar. Nos han vendido la idea de que el sedentarismo y las ciudades hiperpobladas son la felicidad y no es así. La felicidad está en poder caminar sin fronteras, aduanas, ni ejército. Así como dejan pasar la mercancía necesitan dejar pasar a la gente que solo busca trabajo. La migración siempre fue fundacional, como son fundacionales estas mujeres que me dicen que son descendientes de la reina de Saba y dicen “no te olvides, tengo una tradición mucho más antigua que la tuya”.
En su novela, Saba es representada sobre todo por una partera que manifiesta un conocimiento menos occidentalizado.
Occidente se las ha arreglado para que asociemos felicidad con sus formas de consumo. Bajo este sistema económico estamos agotando nuestro planeta. Necesitamos pensar de otra manera y la ficción te permite insinuar otra forma de vivir, otra forma de concebirnos. Occidente está metido en una guerra sinfín. Me parece atroz que Putin invada, toda guerra es horrible, pero echarle la culpa a Putin del hambre, de la sed, del frío que van a pasar los europeos es demasiado. ¿En verdad se busca la defensa en Ucrania? ¿Cuándo ha estado la OTAN preocupada por defender la democracia, en dónde? Con mi novela intenté aprovechar la experiencia de gente que vive distinto para tratar de ver el mundo con otros ojos.
¿Qué expectativa tiene del gobierno de Gustavo Petro?
En Colombia tenemos una gran expectativa y más que eso, la comprobación de una experiencia. Yo fui negociadora de paz hace 40 años con la llegada del M19. Participé en la guerrilla diez años, para mí que se llegue este momento después de baños de sangre, es una señal de que nuestros países pueden evolucionar a esas formas de participación en la vida política de los sectores marginales y de la gente que está luchando por una vida mejor. Está Francia Márquez, la vicepresidenta, es un mujerón, una mujer de raza negra que proviene de una de las poblaciones más abandonadas del Pacífico. Tiene una presencia enorme y es una enorme una líder social. Logró llegar al país con la consigna: que la dignidad se haga costumbre, eso es lo que reclamamos los latinoamericanos, la confianza en nosotros mismos.