La píldora del día después hizo que Costa Rica buscara un diccionario de términos biológicos para desestimar la aplicación de este medicamento conocido como Posterga, cuyo principio activo es el Levonorgestrel. Es delgada la línea que separa la definición de cigoto, embrión y feto, para cuyo caso se evalúa si esta píldora es un método abortivo o bien, un anticonceptivo de emergencia. Incluso dentro del gremio médico hay quienes se oponen a su aplicación y en algunas farmacias del país indican que por políticas del negocio se abstienen de su venta libre al público. Pese a que la píldora está indicada para el retraso de la ovulación, la disminución de la velocidad de desplazamiento de los espermatozoides y una menor permeabilidad del moco del cuello uterino, es decir, evitar la capacidad del cigoto a fecundarse, hay quienes consideran que el ser se empieza a gestar desde el momento en que existe la célula reproductiva del hombre (cigoto masculino o espermatozoide). Entonces, la discusión ética gira en torno al hecho de que no se debe quebrantar la vida de un ser humano por más pequeña que esta sea a través de impedir que el cigoto se implante en el útero.
Este suceso puso en entredicho los valores morales de la sociedad costarricense. ¿Se está impidiendo el nacimiento de una criatura? ¿Con qué derecho una persona decide quién vive o muere? ¿Quién puede usar o no la píldora? ¿Es aprobado por Dios? Sin embargo, los expertos aseguran que una vez que el cigoto se implanta en el útero el fármaco no tiene efecto terapéutico sobre la paciente, es decir, una vez consumada la fecundación, esta no es reversible y, por lo tanto, no es un método abortivo. Se trata de un anticonceptivo de emergencia que funciona algunas horas después de la relación sexual de riesgo, aquella donde no se usó un método anticonceptivo seguro. En este sentido hay quienes cuestionan los alcances de la libertad para cada persona en la sociedad, pues si alguien está en la capacidad de elegir si algo vive o no, esto no se trata más que una aberración, un mal uso de la libertad y una clara adjudicación de potestad divina.
La hipocresía social quiere decidir sobre los derechos de una persona con proyecciones personales, de una mujer que, sea cual sea su situación, si le fue violentada su sexualidad, si falló el método de anticoncepción o simplemente no está preparada para construir una familia con su pareja. Se habla acerca del uso de la píldora en casos en los que una mujer haya sido violada sexualmente, pero ¿qué pasa con aquellas que no desean ejercer la maternidad? Sería también una violación intervenir en el proceso de toma de decisiones de una persona. ¿Qué podría hacer una niña que por su contexto de crianza practicó el coito sin saber sus consecuencias? ¿No sería igualmente justo que se impidiera la fecundación para proteger sus aspiraciones y el desarrollo de su vida? Hay situaciones desastrosas que acorralan a las personas a tomar decisiones, por ignorancia, quién sabe. Pero nadie debería poder cuestionar tal decisión, tan importante y vital. Es doble moral, porque no se educa a la población joven, por miedo a que estos desarrollen un pensamiento precoz acerca de la sexualidad, pero tampoco se ofrecen respuestas racionales que no tengan que ver con la religión y su atestado de prejuicios y valores morales.
En primer lugar, se encuentra el derecho de la mujer de decidir si está dispuesta a llevar dentro de sí a un nuevo ser, seguido del derecho de ella y su cónyuge, de ambos decidir si quieren desarrollar un plan familiar para continuar agrandando su núcleo. En esta instancia, es inconcebible que dichas decisiones se encuentren determinadas socialmente por aspectos morales, en lugar de centrarse en la prevención y educación de la población. Resulta penoso que se evite hablar de temas tan vulgares como considerarse humano. Además, es lamentable que la respuesta de un dependiente en una farmacia al preguntar por dicha píldora sea “no la tenemos en venta, tendría que solicitarla en la Caja. Ahí se la pueden dar, pero le van a echar una hablada”, como insinuando sobre un posible efecto abortivo. Cuánta falta de educación y preocupación por permitir a los ciudadanos romper de una vez con los dolorosos prejuicios que les imponen las religiones y el Estado.