Los hongos, arquitectos de la vida que conocemos en el planeta, podrían ser cruciales contra el cambio climático porque algunas especies subterráneas almacenan grandes cantidades de carbono bajo la tierra y evitan que la atmósfera se caliente aún más.
Se estima que las plantas expelen unos 5.000 millones de toneladas de carbono al año y que, sin la ayuda de los hongos micorrízicos o micorrizas (subterráneos) presentes en las raíces, ese carbono, convertido en dióxido de carbono, el gas de efecto invernadero que calienta el planeta, podría quedarse en la atmósfera, agravando más el problema ambiental que padecemos.
“Proteger las redes de micorrizas de agresiones como los fertilizantes químicos, la deforestación, etc., es crucial para enfrentar el cambio climático porque son canales de carbono”, dice a EL TIEMPO la bióloga Toby Kiers, directora de la Sociedad para la Protección de las Redes Subterráneas (Spun, por su siglas en inglés), profesora de la Universidad Libre de Ámsterdam y líder de una investigación mundial sobre el desconocido mundo de los hongos subterráneos y su papel contra el calentamiento global.
Spun, una organización sin ánimo de lucro, fue fundada el año pasado para mapear las redes de micorrizas del planeta y abogar por su protección. Los hongos micorrizas “solo pueden sobrevivir cuando las plantas los alimentan con carbono y dependen del mismo para toda su energía y alimento. En mi laboratorio estudiamos cómo las plantas alimentan con carbono a estos hongos. Desarrollamos técnicas para rastrear el carbono y seguir cómo los hongos lo usan para crecer. Esos hongos viven debajo de la mayoría de los árboles, pero también bajo los pastizales, en los sistemas agrícolas y en la mayoría de los cultivos”, explica Kiers.
Desarrollamos técnicas para rastrear el carbono y seguir cómo los hongos lo usan para crecer. Esos hongos viven debajo de la mayoría de los árboles, pero también bajo los pastizales
“El 90 por ciento de todas las especies de plantas dependen de los hongos micorrizas para obtener nutrientes y agua. Si estos hongos desaparecieran, nuestros ecosistemas sufrirían. En la agricultura, muchas plantas como el maíz, el arroz, la papa, etc., dependen de ellos”, dice la ingeniera forestal colombiana Adriana Corrales, profesora de la Universidad del Rosario que trabaja con Kiers e investiga los hongos micorrizas desde hace unos 20 años.
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En su trabajo ha “demostrado la enorme cantidad de hongos que existen en el mundo, especialmente, en los ecosistemas tropicales”. La mayor parte de las 5.770 especies de árboles que existen en Colombia también están asociadas a ese tipo de hongos, precisa Kiers, que también trabajó en Panamá y se doctoró en la Universidad de California.
“Necesitamos eliminar el carbono de la atmósfera, y las redes de micorrizas ayudan a moverlo y almacenarlo bajo tierra para que haya menos CO2 en la atmósfera”, resalta Corrales, que ha centrado su trabajo en ellos porque “forman parte de una sociedad (simbiosis) con casi todas las especies de plantas en la tierra, son cruciales para la conservación y fundamentales para la supervivencia de las plantas y el funcionamiento del ecosistema”.
La colombiana se unió a la Sociedad de la doctora Kiers el año pasado para construir el programa llamado ‘Exploradores subterráneos’ y trabaja con científicos y comunidades de todo el mundo para empezar a mapear la biodiversidad fúngica subterránea.
¿Cómo operan?
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Los hongos micorrizas realizan el trabajo de intercambio con las plantas (nutrientes por carbono) en tres pasos: “Las plantas los alimentan con carbono para que construyan sus redes de rápida expansión, que están conectadas con las raíces de las plantas y actúan como autopistas de nutrientes.”
“Después, usan carbono para crear exudados fúngicos, que son compuestos orgánicos resistentes que ayudan a formar agregados de suelo más fuertes y que actúan como un reservorio estable de carbono, reduciendo las tasas de erosión y manteniendo la estructura del suelo”, asegura.
“Y, finalmente, el carbono secuestrado de las plantas se almacena en la necromasa fúngica, que describe redes de hongos que ya no están activas, pero cuya arquitectura compleja está tejida estructuralmente en la matriz del suelo. Cuando la biomasa fúngica muere, también se incorpora al suelo como materia orgánica que podría ser muy estable y, por lo tanto, retener una enorme cantidad de carbono durante mucho tiempo”, explica Corrales.
En un gramo de suelo se pueden encontrar kilómetros de hifas, un filamento que se origina a partir de las esporas de los hongos, lo que significa, en su opinión, que “hay mucho carbono de los hongos almacenado en los suelos y la cantidad guardada puede ser, en muchos casos, incluso mayor que la acumulada en la biomasa de las plantas”. Por eso, cuando se talan árboles o se drenan humedales se corre el riesgo de liberar la gran cantidad de carbono almacenado en los suelos, y por eso es muy importante “proteger el carbono que ya está almacenado bajo tierra y centrarse en los ecosistemas ignorados”, destaca Corrales.
Sorprende que solo ahora los científicos empiecen a comprender “el papel de los hongos en la lucha contra el cambio climático” y que existe “una oportunidad potencial para que los hongos capturen más carbono de la atmósfera para ayudar a reducir el CO2 atmosférico y el calentamiento global”, admite.
Si se demuestra que los hongos pueden ayudar a combatir el calentamiento global, el equipo de Kiers se enfocará en mapear y proteger los micorrizas porque “juegan un papel muy importante en la salud de los ecosistemas globales”.
“Se puede pensar en ellos como los arrecifes de coral del suelo. Nuestro objetivo es mapear la diversidad de estos hongos en todo el mundo e identificar cuáles están asociados con funciones importantes, como el secuestro de carbono, el ciclo estricto de nutrientes y ecosistemas saludables. Una vez que identifiquemos estos importantes puntos críticos de biodiversidad fúngica, esperamos trabajar con organizaciones conservacionistas locales para ayudar a proteger estos sistemas subterráneos”, afirma Kiers.
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Los investigadores que ella lidera están enfocados en proteger los ecosistemas subterráneos, que son muy importantes para la salud del planeta, pues la gran mayoría de personas desconoce la importancia de humedales, pastizales y la de los bosques boreales.
Los hongos micorrizas crecen en casi todas las condiciones climáticas, incluso en el desierto, si se asocian con las plantas. Por eso, cuando se tala un bosque o se labra la tierra se pierden sus redes, y Spun tiene como objetivo educar al público sobre cómo proteger y construir redes saludables.
En Brasil, Bolivia, Colombia y Chile se han detectado regiones ideales para los hongos micorrizas. En nuestro país estarían en la región biogeográfica del Chocó, la parte sur del área de transición Andes-Amazonas y la cordillera de los Andes orientales, de acuerdo con predicciones preliminares de Spun.
Corrales admite que esas “son solo predicciones. Por eso estoy construyendo un programa de expedición para probarlas. Necesitamos trabajar con las comunidades locales para tomar muestras en esos lugares”.
En Colombia los micorrizas están presentes, especialmente, en las raíces de las plantas de café y en las de los cultivos de yuca
En Colombia los micorrizas están presentes, especialmente, en las raíces de las plantas de café y en las de los cultivos de yuca, y si hablaran, les dirían a sus raíces: ‘Yo te ofrezco fósforo y nitrógeno, a cambio de tu carbono’, afirma ‘Micorrizas: Hongos que alimentan plantas’, un estudio de la Universidad Javeriana.
“Localmente, se han desarrollado varios estudios interesantes sobre la capacidad de captura de carbono en los suelos, pero hay poca investigación sobre la conexión entre hongos micorrizas y la capacidad de los suelos para almacenar carbono. Este campo está prácticamente inexplorado en el país, ya que es un tema relativamente nuevo a nivel mundial”, revela Corrales.
En Chile, la Fundación Fungi –una organización global creada por la reconocida micóloga chileno italiana Giuliana Furci y que explora los hongos para aumentar el conocimiento en diversidad, promover políticas públicas para su conservación y soluciones a problemas ambientales, entre otras cosas– trabaja para que sean reconocidos como interconectores de la naturaleza.
La entidad, respetada internacionalmente, ha ayudado a cambiar la ley chilena para que se reconozca a los hongos como organismos esenciales cuando se evalúan los ecosistemas y los reconoce como “reservorios de carbono de la naturaleza y que desempeñan un papel vital en la prevención el cambio climático acelerado”.
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Mantienen la salud del planeta
La biodiversidad de los hongos subterráneos también es muy importante para mantener la salud de la tierra y para que el planeta nos siga alimentando mientras se calienta. Otras especies de hongos ayudan a las plantas a sobrevivir a sequías y a plagas o suministran nutrientes que evitan el empleo de fertilizantes químicos. Pero, en términos generales, el conocimiento sobre los hongos es aún muy deficiente, pues ni siquiera fueron incluidos en el Convenio sobre Biodiversidad, firmado en la Primera Cumbre de la Tierra, en Río de Janeiro, en junio de 1992.
El documento, que cubre plantas y animales y es una especie de tratado universal para la conservación de la naturaleza, el empleo sostenible de sus recursos y la participación justa y equitativa de los beneficios resultantes, etc., no los incluyó porque no encajaban en ninguna de las dos categorías.
En nuestro país existen unas 7.273 especies de hongos registradas hasta hoy, de las cuales 411 tienen usos reconocidos. La mayoría se emplean en la industria de alimentos, en la farmacéutica y en la biotecnología, según el Instituto de cultura British Council, que promueve la lengua y la cultura inglesa y que el año pasado anunció la creación de la primera plataforma, ColFungi.org, sobre hongos de Colombia.
Su apertura ha sido muy importante porque ha permitido conocer las “dimensiones de la biodiversidad”, generalmente invisibles, “por su tamaño o porque no se percibe la gran importancia que tienen (los hongos) en el ecosistema y su potencial de generar beneficios para la sociedad”, según la investigadora Carolina Castellanos-Castro, del Instituto Humboldt.
La plataforma sobre hongos ha ayudado también a que se conecten investigadores que trabajan el tema y a visualizar su gran capacidad científica. Aunque somos una de las naciones con mayor biodiversidad del mundo, localmente se conoce muy poco sobre los hongos.
GLORIA HELENA REY
PARA EL TIEMPO
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