En los últimos días, el entorno político se ha transformado de manera muy importante. Tal vez no se perciba, y por eso vale la pena apuntarlo.
El nuevo año legislativo trajo consigo la renovación de los órganos directivos de ambas cámaras. En la de Diputados, el nuevo presidente es Santiago Creel, del PAN. Aprovechando esta nueva y notoria posición, ese partido hizo público un abanico de precandidatos presidenciales, que incluyen tres gobernadores, dos diputados, una senadora y un excandidato. Para quienes se quejaban de que no había candidatos de oposición, ahora hay siete panistas, a los que debemos sumar al menos a Beatriz Paredes y Enrique de la Madrid, del PRI, y otras personas que han sido mencionadas, aunque no hayan todavía definido su participación. De golpe, abundan las candidaturas, con virtudes y defectos, pero ya en una dinámica muy diferente a la de hace unas pocas semanas.
En el Senado, Ricardo Monreal logró detener la voluntad presidencial de compensar a Higinio Martínez con la presidencia de esa cámara, en sustitución de la candidatura del Estado de México. Al interior de Morena, Monreal impuso a su propio candidato, Alejandro Armenta. Los operadores del Presidente, Adán Augusto López, Olga Sánchez Cordero, y me imagino que Mario Delgado, fueron avasallados. No sólo logró Monreal colocar a su candidato, sino que obtuvo 52 votos, de oposición, para ser él mismo el presidente del Senado, para lo que no había competido. Si alguien quería una señal de fuerza del monrealismo, ahí la tiene.
Esto ocurrió en respuesta al desaire presidencial de unos días antes. A la plenaria del Senado, Monreal había invitado a los más destacados secretarios de Estado, que finalmente lo plantaron, por órdenes de López Obrador. El único que sí fue, fue Marcelo Ebrard. Una señal más del cambio del entorno.
En una semana conoceremos el presupuesto para 2023, que será un conjunto de malas noticias, tal vez aderezadas de algunas cifras alegres, pero increíbles. Una semana más tarde, tendremos las fiestas patrias, ahora convertidas en el altavoz con el que López Obrador quiere convertir una secuencia de errores de política económica en un llamado a defender la soberanía. Puede incluso hacerlo mezclando el tema con la entrega de la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa, acto ilegal, pero útil para ponerle carnita al tema soberanista.
Días antes de este segundo evento, tendremos la visita del secretario de Estado de los Estados Unidos, Antony Blinken. Considerando lo ocurrido a últimas fechas entre ambos países, no parece que sea una visita amistosa. El país vecino, que sigue siendo la economía más grande del mundo, con el Ejército más poderoso, tiene en el horizonte algunos compromisos geopolíticos que le exigen garantizar su perímetro. No están en condiciones de arriesgarse a tener un polvorín en el sur, sea por derrumbe económico, desorden político o deterioro social.
Finalmente, poco después de las fiestas patrias se definirá la candidatura del PRI en el Estado de México, y arrancará en forma el final del sexenio. Es por eso que la recomposición del entorno político se ha acelerado. Como ya hemos comentado, y ahora se ha confirmado por diversas instituciones, estos dos años serán complicados en materia económica, con estancamiento e inflación, y muy posiblemente una crisis fiscal. Este deterioro ocurrirá con una crítica creciente al Presidente, como también es evidente en las encuestas publicadas en los últimos días. Algo mantiene de su popularidad, pero la calificación de su gobierno se derrumba. Su gran capacidad de mentir, demostrada ampliamente en su discurso de ayer, ya no le va a alcanzar. Por eso la recomposición no ocurre sólo en la oposición, sino también en su entorno.
Dos años quedan, que serán muy difíciles. Pero son sólo dos.