Hace unos años, en una conferencia en el CIDE, la socióloga Saskia Sassen pronunció una frase lapidaria: “hablar de desigualdad es una invitación a no pensar”. Su propuesta consistía en desmantelar el concepto, demasiado trillado, para permitir una nueva mirada y reflexión sobre el tema.
Pasa algo similar cuando hablamos de las “causas estructurales” de la migración, lo que a fin de cuentas es decir todo y nada. Son tantos los factores que pueden influir en la decisión de emigrar que podemos enumerar una veintena: pobreza, subdesarrollo, desigualdad, desempleo, presión demográfica, violencias económica, política, social, cultural y doméstica, pandillerismo, narcotráfico, persecución política, religiosa, genérica, étnica, lingüística y cultural, así como violación sistemática de derechos humanos, captura del Estado, corrupción en diversos niveles, desastres naturales, impunidad institucional, etcétera.
Además, influye la demanda de mano de obra, el reclutamiento, la disparidad salarial, las políticas favorables a la inmigración y al refugio, la reunificación familiar legal e informal y la llamada causalidad acumulativa que permite que el proceso migratorio aumente y se perpetúe a escala familiar, generacional y comunitaria con el apoyo de las redes sociales, familiares y de paisanaje.
Las causas estructurales de la migración, que obviamente existen, hay que tratar de jerarquizarlas y precisar su grado de influencia en un momento dado. Por ejemplo, en Centroamérica, Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua son “estados capturados”, pero de corte muy distinto, en Guatemala es el llamado “pacto de corruptos” el que controla el país; en Honduras era la oligarquía ligada al narcotráfico y acaba de darse un recambio de poderes; en El Salvador es el líder del partido Nuevas ideas y su mayoría parlamentaria; en Nicaragua es la dictadura que ejerce la pareja presidencial. En los cuatro casos el contexto político ejerce presión para emigrar.
En México la presión demográfica fue un factor fundamental para la emigración en la segunda mitad del siglo XX, con un promedio de siete hijos por mujer en las décadas de los 60 y 70 que repercutió hasta comienzos del siglo XXI; igualmente el reclutamiento durante el programa Bracero y posteriormente la permisividad para que los trabajadores mexicanos trabajaran en la agricultura de manera indocumentada han generado un nicho laboral específico.
En la actualidad el factor natalidad ya no cuenta, dado el proceso de transición demográfica (2.1 hijos por mujer) que condujo a un proceso inicial de transición migratoria, que se manifestó de manera notable con el decrecimiento de la emigración indocumentada de 2007 hasta 2020. De igual modo, hay sectores de la economía y determinadas regiones donde la presión económica y la disparidad salarial no se manifiestan claramente como factores de expulsión y atracción.
Por el contrario, el factor histórico de la migración mexicana opera de manera importante en la migración legal. En promedio se otorgan unas 170 mil visas de residente ( green card) anualmente a los mexicanos. La inmensa mayoría de estas visas se otorgan por procesos de reunificación familiar. Por otra parte, se naturalizan unos 110 mil mexicanos cada año. Tanto la visa de residencia como la nacionalidad otorgan derechos para iniciar nuevos trámites de reunificación.
El reclutamiento continúa siendo otro factor importante, se otorgan unas 240 mil visas anuales para trabajadores en la agricultura (H2A) y unas 60 mil para los servicios (H2B). Además, hay muchos otros tipos de visas a la que pueden acceder los mexicanos, por vínculos empresariales, estudios, el tratado de libre comercio y otros.
En cuanto a la migración indocumentada operan muchos factores, de acuerdo a cada caso en particular, pero en la actualidad la pandemia de covid-19 es un factor que no teníamos antes y que ha exacerbado otros factores, a los que se añaden la inflación, un limitado crecimiento económico y la pérdida del poder adquisitivo.
En el caso de la violencia en México varios estudios reportan un impacto importante en migración interna, que no internacional, se trata propiamente de migrantes desplazados. Por el contrario, en sectores pudientes, la violencia sistémica, el secuestro y la extorsión han generado la emigración de familias hacia ciudades del país vecino.
En la actualidad podemos repensar a las “causas estructurales” de la migración a partir de tres categorías analíticas ajustadas a la actualidad: la pobreza neoliberal, la violencia sistémica y la impunidad institucional, tema que se desarrollará en una segunda entrega.