Daniel, un policía que fue suspendido de su cargo por golpear a un recluta y dejarlo en cuidados intensivos, pasa sus días al cuidado de su padre anciano. Desempleado y buscando qué hacer, consigue trabajo como seguridad en una discoteca. Su vida es solitaria y lo único que parece alegrarlo es una relación que estableció por internet con Sara —en apariencia mujer pero en realidad una persona no binaria—, a quien no conoce en persona. Chatean, intercambian algún video o foto. Sin embargo, un día no le contesta más los mensajes y Daniel, desesperado, viaja en su búsqueda desde el sur de Brasil hasta un caluroso y polvoriento pueblo en el norte del gran país sudamericano. Desierto Privado es un drama romántico en el que un hombre inmerso en un mundo conservador y machista intenta vencer sus miedos y prejuicios, y afrontar eso que tanto desea.
Con una impecable dirección del cineasta brasileño Aly Muritiba, la historia se centra primero en Daniel (Antonio Saboia), con una cámara que lo sigue de cerca en su, al parecer, infructuosa búsqueda. Luego, como si fueran dos películas en una, el foco cambia y nos lleva a la vida de Sara (Pedro Fasanaro), que de día es Robson, un joven que trabaja cargando bultos en un mercado y va regularmente a una iglesia cristiana con su abuela, con quien vive.
El filme, que cuenta con el gran trabajo de fotografía del venezolano Luis Armando Arteaga, sumerge al espectador en el árido y luminoso paisaje norteño. Sin embargo, la historia comienza en una opaca y gris Curitiba, la “ciudad jardín” del estado de Paraná, al sur de Brasil. En contraste, en el norte el sol está casi siempre presente mientras los cuerpos sudorosos de los protagonista se van acercando, de a poco y con muchas dudas, al clímax del encuentro.
Muritiba tiene un interés particular en explorar eso que llama masculinidad frágil, en indagar las sensibilidades y afectos en los hombres. Es un tema recurrente en su obra. Su interés en personajes como el de Daniel probablemente venga de cuando era guardia en una cárcel en Curitiba, trabajo que alternaba con sus estudios en cine —mientras era carcelero viajaba a Cannes o a otros festivales a presentar sus cortos.
Desierto Privado, que puede verse en la plataforma HBO Max, fue preseleccionada para representar a Brasil en la pasada entrega de los premios Oscar. Además, ganó el Premio del Público en el Festival de Venecia. También fue presentado en otros festivales como Cannes, San Sebastián y Sundance. El director brasileño, de 43 años, habló por videollamada con Infobae Cultura sobre su película.
—¿Cómo te llegó esta historia y por qué decidiste llevarla al cine?
—Cuando esta historia llegó a mí yo estaba en un momento muy sensible en mi vida, porque acaba de hacer una película (Roast) sobre un tema duro, de alguna forma pesimista, que habla sobre el suicidio y la internet, de suicidios de personas jóvenes. Estaba de gira haciendo entrevistas, dando charlas, y, al mismo tiempo, aquí en mi país estábamos eligiendo a un presidente muy conservador, muy machista, con un discurso violento y discriminatorio contra la comunidad LGBT.
Y en esa misma época yo conocí a Henrique Dos Santos, que después fue mi compañero de guion. Me dijo que estaba desarrollando una historia entre un hombre y una persona no binaria, transgénero, y cuando me contó esta historia a mí enseguida me encantó. Y le dije para desarrollar juntos la idea, hacer una película que hable no solo de una historia de amor, pero que también pueda hablar de alguna forma sobre lo que ocurre en mi país bajo el gobierno de Jair Bolsonaro.
—¿La llegada de Bolsonaro al poder fue una de las causas que te animó a realizar esta película?
—Sí, y este fue el motivo por el cual nosotros elegimos un policía del sur de Brasil, que es la parte más conservadora del país, para ser nuestro protagonista. Y por qué lo hicimos, porque estamos viendo, y todavía lo vemos, que en Brasil hay una escalada, no solo de los discursos de odio, sino también de enfrentamientos. Hace poco acá un hombre le disparó a otro por divergencias políticas. Y como yo estaba muy interesado en hacer una película sobre la tolerancia, sobre la posibilidad del encuentro, sobre la posibilidad del amor, era más natural que dos personas completamente distintas, diferentes, con ideologías muy diferentes, fueran los protagonistas de la historia. Y fue un desafío muy grande hacer que el público, el espectador, simpatizara con un hombre que es visto por muchas personas como el enemigo, que es la policía. Porque en Brasil los policías normalmente hacen parte de una categoría de gente muy conservadora.
—¿En esta película creas a un personaje que encaja con cierto estereotipo de macho latinoamericano y, al mismo tiempo, indagas sobre ese tipo de masculinidad, como un intento de intentar deconstruir esa figura?
—Sí, es un tema que me interesa explorar en mis películas. Esta ya es mi tercera película en la que indago sobre la masculinidad tóxica, esa manera en la que los hombres en América latina expresan sus emociones y sus sentimientos. Y para mí esto tiene mucho que ver con mi propia historia, porque nací y crecí en una familia de hombres, con una estructura muy masculina, muy machista. Y hace no tantos años en mi vida trabajé durante siete años como guardia de prisión, ahí la presencia masculina era total, era mundo dominado por el conservadurismo y el machismo. Todo esto influyó mucho en mí, por eso en mis películas intento hacer una búsqueda artística sobre lo que es ser hombre en mi país.
—Otra cosa que muestra Desierto Privado es la diferencia entre el sur y el norte de Brasil…
—Sí, hay muchas diferencias. Por ejemplo, en el norte de Brasil, que es donde yo nací y de donde vengo, tuvo una ocupación, una presencia muy fuerte de los negros esclavizados, de los portugueses, desde el principio del siglo XVI, por tanto es una formación muy antigua. El sur, en cambio, tiene una historia de ocupación mucha más reciente, con mucha inmigración europea. Entonces la manera de ver las cosas, la manera de caminar, la manera de hablar, la manera de expresarse, es muy distinta. Y como en el sur es una ocupación muy reciente, es gente que huyó de las guerras en Europa y estas personas son más conservadoras porque quieren mantener lo que tienen, porque ya habían perdido todo en la vida. Es una marca muy fuerte en el sur de Brasil el tema del conservadurismo, no solo desde el punto de vista de la política sino de las costumbres también. También están las diferencias climáticas, el sur es más frío que el norte. En el norte los cuerpos están más expuestos, más disponibles, se muestran más que en el sur. Creo que esto también marca la manera en que la gente se comporta. Creo que en la película es posible percibir todo esto, porque la primera parte es en el sur, y esa parte es mucha más silenciosa, mucha más lenta, hay un ritmo distinto también.
—Por último, es interesante como retratas de manera desprejuiciada el tema del cristianismo en la película. ¿Esta fue tu intención?
—El cristianismo y el evangelismo es otro tema recurrente en mis películas, lo que pasa es que en Brasil un 30% de la población hoy es evangélica, y cuando las películas o la televisión habla sobre ellos casi siempre se los juzga, los retratas como muchos preconceptos. Yo no soy cristiano de esa manera, para nada, pero conviví mucho con cristianos, incluso hice un documental en el que el protagonista es un pastor cristiano y guardia de prisión al mismo tiempo. Y el evangelismo efectivamente es conservador y tienen muchos prejuicios, pero allí también hay gente que ama, que cuida, que hace trabajo sociales muy importantes. Entonces, tener un personaje en la película que es no binario pero que vive en un ambiente como este y que tiene una abuela que lo acepta, que lo cuida y que lo protege para mí era una manera de decir: mira, las cosas no son tan simples como se piensan.
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