Hace algún tiempo, cuando la ignorancia y la estupidez no eran protagonistas de las redes sociales; antes de que, según Humberto Eco, sufriéramos «la invasión de los idiotas», se podían leer buenos reportajes y buenos artículos de opinión en los medios de prensa más responsables y serios y en ellos se encontraban ideas nacidas de un análisis profundo. Hoy en día, los medios responsables, analíticos y críticos han desaparecido y los buenos reportajes y los buenos artículos también; al tiempo que las redes sociales se alinean sumisas y dóciles en la larga fila de los domesticados y manipulados, porque ese enorme enjambre de personas anónimas ha sido creado para reproducir, promover y divulgar de manera sistemática ideas y pensamientos acordes a la matriz de conceptos y criterios de la ideología dominante y del interés supremo de los dueños del Poder político y económico.
Vivimos momentos de horror, una verdadera catástrofe en la historia del pensamiento humano. La ignorancia se ha colocado por encima de todo lo demás, se burla de la ciencia, la ofende y la subestima y tiene casi extinta a la conciencia lúcida y al pensamiento crítico; y, como si fuera poco, la mentira y la falsedad están venciendo y superando a la verdad.
La educación, en lugar de liderar la noble causa de formar hombres y mujeres verdaderamente libres, en lugar de ser la guía y conductora, la responsable de fomentar y desarrollar una auténtica conciencia civilista y pacifista, con un modelo que contenga claros fundamentos de justicia social, de libertad y equidad política y económica, se pliega a modelos que promueven las sociedades más desiguales del mundo, profundizando aún más los niveles de desigualdad de la nuestra y haciendo más alarmante la ya, de por sí, desproporcionada distribución de la riqueza.
Las universidades están perdiendo su razón de ser: desarrollar la conciencia y el pensamiento, y con ello generar conciencias lúcidas y pensamientos críticos y profundos. Están abandonando la razonable función de crear pensamiento serio, analítico y crítico, y aquel saber que iba más allá de sus aulas, se está cambiando por una formación conservadora y enajenadora que prohíbe pensar y criticar, creando un pensamiento superficial, simplista y acrítico, propenso y propicio para la domesticación.
Hace mucho tiempo, el valor de la noticia se asociaba al concepto y al sentido de la verdad; en la actualidad, el valor de la noticia se asocia al concepto y al sentido de la ganancia. A la mayoría de los medios de prensa de este país no les importa el periodismo crítico, ni el investigativo, ni el comprometido con la verdad, solo les importa hacer el mayor negocio posible obteniendo la mayor audiencia posible. La noticia y el negocio es lo que importa, sin que le preocupe a nadie la irresponsabilidad, la mediocridad, y la ignorancia con que se promueven. De esta manera, el menú que ofrecen los noticiarios de la televisión costarricense se ve saturado de sangre, violencia, robos, asaltos, chismes, un manoseo abusivo del fanatismo futbolístico y un sin fin de temas banales que garantizan el consumo diario de chatarra pura, lo cual alimenta la estupidez y la ignorancia del consumidor de «noticias». Entonces, la razón del derecho a una noticia veraz y de calidad se ve aplastada por la sinrazón de los noticiarios que privilegian los sucesos y los hechos banales en detrimento de la veracidad, de la seriedad y de la calidad general de la noticia. Y la razón de la libertad de prensa, se cubre con el manto de la sinrazón y nos obliga a vivir en un ambiente de mediocridad aterrador… ¡Qué triste, vergonzoso y paradójico!, muchas veces el decoro, la decencia y la verdad no tienen el suficiente poder para apagarle la sonrisa a la sinrazón.
La razón ya no es lógica ni justa. La razón se ha perdido y la sinrazón brilla en todo su esplendor. Se impone por acá y por allá. Se ha impuesto la sinrazón en la politiquería, se ha impuesto la sinrazón de un pensamiento conservador y neoliberal, que ha puesto en serio peligro de extinción a todas las conquistas sociales que engrandecieron al país. Y se ha impuesto la sinrazón de quienes le han perdido todo el respeto a la Patria, haciendo prevalecer la sinrazón de aquellos que lucran con el Poder político y se han convertido en voraces depredadores del Estado Social de Derecho. Y se ha impuesto la sinrazón de su propia democracia, al imponerse la sinrazón de un quehacer lleno de perversión y de corrupción, lleno de letra muerta y lleno de una demagogia infinita, cínica y descarada.
La razón se ha ido o transita por los caminos tenebrosos de la sinrazón; mientras la razón pierde terreno y se precipita hacia el abismo, emerge la sinrazón, entonces la sinrazón se expande como un ruido en el ambiente que lo invade todo, como un virus pandémico que ha puesto en peligro de muerte la conciencia lúcida, la reflexión profunda y el análisis crítico.