—Mauricio, hagamos una ronda de consultas políticas antes de ir para adelante.
—Vamos.
Mauricio Macri y Marcos Peña habían finalizado una reunión con Juan José Aranguren y Gustavo Lopetegui el 6 de enero de 2016. Ya era tarde. Los cuatro había acordado que el 1 de febrero las tarifas subirían 450% de una vez. En realidad tres de ellos, porque Peña estaba en contra. Macri estaba por viajar al Foro de Davos (Peña también) y Sergio Massa, como principal líder de la oposición, confirmó que subiría al avión.
Esa misma noche Peña hizo un par de llamadas a referentes de la UCRy la Coalición Cívica. Después de todo, la decisión de aumentar tarifas no se toma entre cuatro personas. No en un gobierno de coalición.
Peña corroboró esa noche lo que había expresado en la reunión más temprano. Se lo contó a Macri. Volvieron a conversar y al otro día el propio presidente se le dijo a Aranguren.
—Juanjo, estuve pensándolo de vuelta.
—Vos sos el que decide, Mauricio
—Lo pensé bien y vamos a hacerlo en dos etapas: 250% ahora y 200% después.
—No lo comparto, soy de los que cree que las malas noticias hay que darlas juntas pero acepto el argumento de quien tal vez tenga mejor sensibilidad social— respondió Aranguren por Peña.
La historia que siguió es conocida. Amparos, audiencias, resoluciones y boletas nuevas.
Peña creyó siempre que el gobierno de Macri debía ser gradual en las correcciones que los economistas de Cambiemos marcaron desde un inicio. Los números eran contundentes. Entre 2002 y 2015 la inflación había sido 1.500%, el dólar había subido 1.400%, los salarios 1.600% y las tarifas de Edenor y Edesur… 220%.
Una especie de culebrón creció entre quienes tenían responsabilidades en el área política para consolidar un esquema sostenible de gobierno y quienes se dedicaban a pensar en una economía más estable y predecible. Ese tironeo no cesó.
El director de la revista de análisis y opinión Seúl, Hernán Iglesias Illa, cuenta en su libro Cambiamos (el diario de la campaña 2015, Iglesias Illa luego sería funcionario de ese gobierno) que Jaime Durán Barba hablaba en contra de los ajustes en encuentros con economistas del espacio, antes de que Macri asumiera. “No tiene sentido alguno implementar un plan económico dramático”, cita Iglesias Illa.
Durán Barba hablaba del premio Nobel en Economía Daniel Kahneman para decir que las respuestas de las personas no son racionales cuando un gobierno decide aumentar 300% o 400% las tarifas de gas o luz por más que el resto de los precios hayan subido más. “Hasta las señoras de Recoleta van a estar haciendo piquetes sobre la avenida Alvear por más que el gobierno les explique que solamente tienen que pagar $70 extra por mes. Para quitar subsidios es fundamental pensar en la psicología”, cuenta Iglesias Illa.
Uno de los aspectos más sabidos de la economía del comportamiento (Kahneman es uno de sus padres, junto con Amos Tversky, allá por la década del 70) es que las personas cometen errores al tomar una decisión aun cuando cuentan con estadísticas que dejen en evidencia el mal paso a punto de cometer. Pero, como dice Kahneman, “nadie toma una decisión por un número”.
Lo que Kahneman señala es que muchas veces hace falta una historia detrás de todo número. Una persona prefiere no perder 100 dólares antes que ganar 100 dólares aun cuando tiene las mismas probabilidades de uno u otro resultado. Si le dicen que es para ayudar a los chicos pobres de Darfur o los clubes s de barrio de la zona Sur de la Ciudad, quizá sí tome el riesgo.
¿Cuál sería la narrativa para quitar los subsidios? ¿La del escrache de las fotos de Malena Galmarini o las listas de Página 12 con los ‘ricos’ que recibieron esas ayudas?
El affaire energético, con Cambiemos y ahora con Frente de Todos, revela “una omisión en el tema, la necesidad de generar consensos internos, una cultura implícita de que el presidente hace lo que quiere, cosa que no suele ser así, menos en nuestra coalición”, cuenta un funcionario clave en el gobierno de Macri y que elige hablar sin revelar su identidad. Muchas veces esta situación que dice esta persona, la de los límites del presidente, lleva a los economistas a hacer malos cálculos, jactarse de sus soluciones e incluso acercarse con mal timing a participar en la política sobreestimando sus herramientas y hasta la fuerza del espacio donde se sumergen. Un ejemplo quizá, y más allá de las falencias propias en su gestión, pudo haber sido el de Martín Guzmán con el tema tarifas.
Durán Barba dijo una vez en una reunión con economistas que el que arranca con un ajuste en su gestión no se saca más la frase de hijo de puta de la frente. Y Cristina Kirchner está en contra de ajustes porque restan las chances de ganar en las elecciones. El caso de Cambiemos rebate lo de Durán Barba y Cristina. En 2017 Macri ganó las elecciones y había comenzado su gestión con un ajuste en 2016: una devaluación y suba de tarifas. Luego vino otro ajuste, más desordenado.