Los antiguos griegos hablaban de kátharsis para referirse a la purificación ritual de personas o cosas afectadas de alguna impureza. Una limpieza que se conseguía mediante la contemplación de una situación trágica o bien a través de una experiencia vital profunda. Traído a nuestro tiempo, habría que pensar si todos los pensamientos negativos acumulados durante más de dos años de pandemia, miedos y sufrimientos, restricciones y ausencias, requieren de algún tipo de purificación ritual. La fiesta siempre ha sido una válvula de escape frente a lo normativo, un triunfo de lo instintivo y lo pulsional. Pero, ¿el reguero de cohetes que sigue explotando este verano a lo largo y ancho de toda Navarra está sirviendo también como una catarsis social frente a la pandemia? Hace más de un año, Diario de Navarra abordó en estas páginas junto a un grupo de expertos y personas relacionadas con las fiestas qué cicatrices dejaba en nuestra sociedad la imposibilidad de no celebrarlas durante dos años. Hoy, recorremos junto a ellos el camino inverso para descubrir qué es lo que estamos recuperando.
UNA CUENTA ATRÁS DEMASIADO LARGA
El pasado 6 de julio fue uno de los más especiales para Carmelo Butini, librero de la calle Estafeta, peñista y corredor de encierros desde hace más de 40 años. Que esa mañana tuviera que trabajar y que el cielo hubiera decidido abrirse en canal en medio de uno de los años más secos y cálidos de las últimas décadas no le impidió sublimarse tras una larga espera. La más larga, pues su reloj de la Casa del Libro amenazaba con entrar en bucle de tanto reprogramarse con cada nuevo anuncio de suspensión de las fiestas. Pero no. La mano de Juan Carlos Unzué prendió esta vez la mecha puntual. “El ambiente fue buenísimo ese día y todavía fue a mejor a lo largo de las fiestas. Si alguien tenía miedo a que tras dos años sin Sanfermines Pamplona iba a ser el desparrame, se equivocó. Es cierto que este año se ha echado en falta a muchos turistas extranjeros, algo suplido en parte por los visitantes de otras Comunidades, pero mi balance es que estos han sido unos Sanfermines muy bonitos y creo que, también, bastante sanos”.
Lo mismo ha ocurrido los primeros días de agosto en Estella, donde se han vivido las fiestas “a tope”. Si Sergio Azpilicueta, presidente de la Comparsa de Gigantes, mostraba un año atrás cierto pesimismo por cómo el parón obligado por la pandemia podía afectar al relevo generacional en el baile de los gigantes, se han disipado sus dudas. Para empezar, este año la comparsa ha contado con dos nuevos gigantes, Andrés y María Puy, dos figuras de 1947 cuya reconstrucción pudo hacerse realidad después de que su proyecto saliera elegido en los presupuestos participativos del año pasado.
Pero si algo destaca Azpilicueta de las fiestas de Estella de este año, y en ello coincide con Butini sobre las de Pamplona, es en “el gran ambiente que se ha vivido en las calles”. “ Después de dos años de espera, se ha notado las ganas que había de fiesta. Tanto, que muchos hemos llegado con la reserva un poco justa a los últimos días”, reconoce el estellés. No obstante, destaca la alta participación en todos los actos programados: “Ha sido espectacular la cantidad de gente que ha habido en todos los actos, incluso en la corrida de toros, donde se había notado bajón en los años anteriores a la pandemia, se ha notado esa participación”.
Azpilicueta se muestra hoy optimista por la “normalidad” con la que se ha recuperado el espíritu festivo perdido y reconoce que, al menos durante la fiestas, “no se ha vivido la preocupación de la pandemia, esta ha salido de nuestras cabezas”. A partir de ahora toca pensar en dar continuidad a las tradiciones ligadas a la fiesta, al igual que lo hace Carmelo Butini en Pamplona, quien reconoce que tras dos años se han sumado nuevas y jóvenes caras, “como las de los 45 nuevos peñistas de Anaitasuna”. Para él, concluye, los Sanfermines han sido una “catarsis total” y a sus 54 años los ha vivido más de día que de noche, “aunque creo que esta es una forma de vivir la fiesta que cada vez engancha más a los jóvenes”.
LA TEORÍA DEL MUELLE COMPRIMIDO
Desde un punto de vista sociológico, Alejandro Navas, doctor en Filosofía de la Universidad de Navarra, intuye que este verano en Navarra, al igual que en otros lugares, se da un efecto de muelle comprimido. “Un muelle se comprime durante un tiempo y cuando se libera la presión hay un afán por recuperar el tiempo y el espacio perdido”, afirma en alusión a las ganas reprimidas de fiesta. “Ha habido abstinencia, nos hemos privado como sociedad de muchas celebraciones y ahora se extiende la idea de que hay que recuperar cuanto antes el tiempo perdido. Eso les lleva a algunos a beber de modo desaforado, en poco tiempo, por ese afán de disfrutar rápido, a tope, a fondo”, razona. “Hace pocos días -cita- hablaba con un empresario madrileño, que es uno de los más importantes como organizador de celebraciones de bodas. Ahora se ha puesto de moda celebrar las bodas en fincas y me decía que una vez acabado el confinamiento, ha tenido frecuentes casos de ataques etílicos en personas adultas en los que ha tenido que llamar al SAMUR”.
No obstante, Navas también destaca los aspectos positivos que como sociedad tiene la recuperación de la fiesta. “El hombre es un ser social, necesitamos ser acogidos, integrados, queridos en el grupo, ya sea este la familia, la cuadrilla, las peñas e incluso las bandas. Estamos hechos para querer y ser queridos”. Por eso, mientras estallan los cohetes de sur a norte de Navarra, hay una recuperación de algo básico, “que es recuperar el contacto humano, la proximidad, la cercanía, el abrazo, el codo con codo. Hay -añade- un gran atractivo en la muchedumbre, el ambiente discotequero de la noche, la fusión en el todo, la masa. Y esta fusión resulta más atractiva cuando la vida del individuo es un poco gris, monótona o aburrida”.
Pero la fiesta también puede ser una válvula de escape ante la tensión que provoca el miedo a un futuro incierto. Algo así ha detectado el profesor Navas este verano en un viaje por Alemania y centroeuropa. “Existe pesimismo y temor frente a la guerra, el precio de la energía, la posibilidad de quedarse sin gas… Entonces, si el futuro se vuelve temible y uno no quiere ni pensar en él, carpe diem. Más de uno me contó que había contratado unas vacaciones en México y otros lugares exóticos con sus familias por la incertidumbre a lo que pudiera venir”.
Sobre el hecho de si el parón de la pandemia nos ha permitido reflexionar como sociedad para recuperar unas mejores fiestas en nuestras ciudades y pueblos, Navas entiende que en el plazo breve y corto “lo urgente era recuperarlas”. “Y allí hemos logrado una gran victoria, porque recuperar con cierta normalidad la fiesta es un gran triunfo. De nosotros depende ahora si de cara al futuro queremos dar un salto cualitativo o no”, desafía.
“LOS ESPACIOS FESTIVOS TAMBIÉN SON DE LAS MUJERES”
“Durante estos dos años de suspensión de las fiestas hemos comprobado cuánto las necesitábamos como sociedad”, reflexiona la socióloga de la UPNA y gestora de proyectos de la Fundación Koine Aequalitas María Ibarrola. “Este año, más que nunca, están suponiendo un momento de reencuentro y de volver a tradiciones y rutinas festivas que nos hacen identificarnos con algo común y compartido que habíamos tenido que dejar a un lado debido a la crisis sanitaria. La recuperación de las fiestas -explica-, nos está permitiendo como sociedad dejar a un lado, aunque sea de forma momentánea, temas que preocupan como la guerra de Ucrania, la subida de precios y otros con los que convivimos día a día. La fiesta nos permite evadirnos de la realidad por un breve período de tiempo, romper con lo cotidiano y las rutinas establecidas. Es un momento de compartir y de celebrar”.
Hace un año, María Ibarrola apuntaba la conveniencia de aprovechar el tiempo de pandemia para hacer una reflexión sobre cómo queremos vivir la fiesta y si hay otras formas distintas de vivirla. “Esa reflexión -apunta- ha estado activa durante este tiempo y sigue estándolo, en los próximos años iremos viendo la evolución y los derroteros que toma la fiesta.
“Sí que estamos en un momento -reconoce- de inflexión que afecta a diferentes ámbitos y, por supuesto, también a la forma de entender las fiestas. Hay diferentes voces que reclaman otra forma de vivirlas y es un debate que lleva tiempo en la calle. Sin embargo, los cambios sociales generalmente son lentos y dos años de parón no son suficientes para que exista un cambio realmente significativo”. No obstante, reconoce Ibarrola que las ganas de vivir hoy las fiestas son las mismas o incluso mayores que antes “por la sensación generalizada de dos años ‘perdidos’ que hay que recuperar”.
La que fuera decana del colegio de Sociología y Politología de Navarra también rompe una lanza en favor del papel de la mujer en la fiesta. Respecto a los casos de pinchazos que se denuncian e investigan en algunas fiestas, considera que estos son “una forma más de control sobre las mujeres a través del denominado terror sexual. Haya o no sumisión química o posterior violación, es una forma de generar miedo que hace que muchas mujeres restrinjan sus movimientos y limita la libertad en todo su sentido”. “Hay que seguir incidiendo -añade- en que los espacios festivos también son de las mujeres. Tal y como reivindicó el movimiento feminista en la protesta convocada en estos últimos Sanfermines, son necesarias unas fiestas en las que las mujeres también tengamos cabida, en las que podamos ser libres y dejen de obligarnos a ser valientes”.
En este sentido, desde Policía Foral se destaca la ausencia de incidencias graves en las fiestas de este verano, si bien el tema de los pinchazos ha causado cierta alarma social. “Hay una veintena de investigados en Pamplona-Estella-Bera que de momento no van más allá al dar resultados negativos los análisis y no producirse la segunda fase del delito, relacionada con agresión sexual o robo con violencia o intimidación”, indican. Respecto a otro tipo de delitos, algunas cifras suben y otras bajan, pero sin grandes diferencias respecto a 2019, “lo que indica que las circunstancias que rodean la seguridad ciudadana no han variado mucho tras la pandemia”.
“ADOLESCENTES Y JÓVENES SE HAN GANADO LAS FIESTAS”
Aser Sesma, psicólogo y terapeuta familiar, aborda finalmente lo que está suponiendo este verano de fiestas para adolescentes y jóvenes. “Son uno de los grupos de edad que más han sufrido el tiempo de la pandemia y sus restricciones. En su caso se encuentran en un momento vital muy importante: de construir nuevas relaciones, de independizarse de sus padres, de construir su propio mundo, su propia vida. Para ellos es vital el tema de las relaciones sociales y son los que más han sufrido en los dos últimos años todas las dificultades que ha habido para juntarse, acudir a los bares, disfrutar de las fiestas y los conciertos”.
No en vano, Sesma ha percibido a través de su labor profesional que es en el grupo de edad de los jóvenes y adolescentes en el que más han aumentado los diagnósticos de ansiedad y depresión “y eso está muy asociado al hecho de las dificultades que han encontrado en este tiempo para las relaciones sociales”. Además, apunta, “ellos viven un momento vital de mucha energía y necesitan canalizarla en juegos y deportes, pero también en la juerga y en la fiesta. Poder recuperar todo eso de una forma sana está siendo muy positivo para ellos”.
Como padre de dos hijos que han estado dos años sin fiestas entiende la preocupación de otros padres por el bienestar de sus hijos cuando deben permitir que salgan de noche, pero también asume que hay otra parte positiva. “Cuando hemos visto a nuestros hijos frustrados y de mal humor por las dificultades de la pandemia, verlos ahora disfrutar de la fiesta, sabiendo que tienen amistades sanas y manteniendo un diálogo con ellos, es muy satisfactorio también para nosotros. Que disfruten, que se lo han ganado”, desea.