La crisis energética alemana, derivada de la fuerte dependencia del gas ruso, está siendo objeto de muchos comentarios recientemente, con voces que culpan del problema a la decisión de cerrar sus centrales nucleares. De hecho, ha surgido incluso un movimiento en Alemania que pretende olvidar el pasado y manifestar actitudes más positivas hacia la energía nuclear.
Sin embargo, muy pocos están tratando el problema en su conjunto: todo el mundo habla de la crisis energética alemana, pero la francesa, país que apostó fuertemente por la energía nuclear, es en realidad mucho peor. Los precios de la electricidad francesa están sensiblemente por encima de los alemanes, mientras muchas de sus centrales nucleares están teniendo problemas importantes. En este momento, Francia es el país de la Unión Europea que mayor riesgo tiene de alcanzar precios de la electricidad desorbitados y de apagones el próximo invierno.
El precio de un megawatio hora en Francia es ahora diez veces más caro que el promedio entre 2010 y 2020, alrededor de los quinientos euros. En Alemania, donde los incrementos de precio también se han dejado sentir fuertemente, es también elevado, pero oscila entre los 350 y los 370. En Francia, las centrales nucleares que habitualmente aportan el 70% de su energía, están ahora aportando únicamente en torno al 59%, debido a que tan solo 26 de los 57 reactores están en funcionamiento, lo que obliga al país a recurrir a centrales de ciclo combinado, a energía eólica y a la importación.
Los precios de la electricidad en Francia están regulados para los consumidores, pero las empresas francesas tienen que pagarlos íntegros, razón por la cual el operador francés está ahora denunciando a su propietario, el estado francés. Este invierno, la expectativa es que el precio llegue a los mil euros por megawatio hora o que incluso alcance los dos mil en algunos tramos horarios, más del doble de los precios esperados en Alemania. Si además sopla poco viento en otoño y el invierno resulta ser más frío de lo esperado, el riesgo de apagones en Francia es muy significativo. En estado francés ya posee un 84% de las acciones de EdF, pero podría tener que adquirirla en su integridad para hacer frente a las indemnizaciones a las empresas por los cortes de electricidad, una prueba más de que apostar por la energía nuclear es siempre un pozo sin fondo que terminan pagando todos los ciudadanos. Esas son las cosas que aquellos que están a sueldo del lobby nuclear no te contarán nunca.
¿Qué ocurre en las centrales nucleares francesas? En primer lugar, que el cambio climático ha llevado las temperaturas del agua de los ríos a niveles que impiden que las centrales nucleares puedan evacuar su agua de refrigeración sin provocar desastres ecológicos. En un mundo en creciente calentamiento, las centrales nucleares y la evacuación de sus circuitos suponen un problema creciente. Pero además, muchos de los reactores nucleares franceses son ya muy antiguos, y precisan de importantes revisiones. La factura del mantenimiento de las centrales nucleares es importantísima, y se convierte en un subsidio constante de dinero público que es preciso acometer por razones de seguridad. Frente a todos esos ciudadanos y políticos desinformados que creen que una central nuclear es algo que instalas «y ya está», la realidad es que no solo los sobrecostes de esa instalación se disparan siempre y en cantidades insultantes, lo que lleva a instalaciones que tardan muchos años en construirse y a cambio de mucho más dinero que el estimado inicialmente, sino que además, precisan de inversiones constantes y muy elevadas en mantenimiento. Ese «y ya está» es, en realidad, un drenaje constante de dinero público. No, no es «tan sencillo». Nunca es «tan sencillo». No creas nunca a aquellos cuyos sueldos dependen de que se construyan más y más centrales nucleares.
La realidad es que la energía nuclear es demasiado lenta y demasiado cara como para ser una solución para la emergencia climática. Pero además, de eso, tiene un problema adicional: solo funciona en un mundo estable, sin problemas políticos ni climáticos. Si cada vez que hay un incremento de temperatura hay que desconectar las centrales porque emiten agua excesivamente caliente y provocan desastres medioambientales, y cada vez que a una potencia extranjera le da por atacarnos, las centrales nucleares son, como estamos viendo en la guerra de Ucrania, un objetivo prioritario, tenemos un problema. Pero además, es que esos ataques no tienen lugar únicamente en tiempo de guerra, lo que convierte a una central nuclear en una amenaza constante.
Si añadimos el permanentemente ignorado – y en realidad, sin respuesta – problema de los residuos y en hecho de que la energía nuclear no elimina la dependencia de Rusia, porque es precisamente ese país quien domina las cadenas de suministro de la industria, es cada vez menos de extrañar que todos aquellos que en algún momento tuvieron puestos de responsabilidad en esa industria abominen ahora de ella como posible solución a nada. Ya seas el ex-primer ministro de Japón, los líderes de los organismos regulatorios de los Estados Unidos, Alemania y Francia, el acuerdo es completo y taxativo: el futuro de la energía no puede ser nuclear.