Brian Eno es uno de los artistas actuales más consumados. Además de habernos regalado el género del ambient, ha participado en algunos de los proyectos musicales más relevantes de los últimos 40 años. Es famoso por sus obras sonoras, de vídeo y de arte digital, entre ellas 77 Million Paintings, que, con su espíritu generativo de abundancia, es quizá lo opuesto de lo que representan los NFT [non-fungible tokens, en inglés, certificados digitales que otorgan valor a un archivo digital]. Eno orinó en una ocasión en el famoso urinario de Duchamp, molesto por la interpretación equivocada que el mundo de las galerías hacía de su filosofía artística. Como le conozco desde hace tiempo —compartimos interés por la cibernética y por la obra de Stafford Beer—, me dirigí a él para preguntarle su opinión sobre los NFT y sobre las repercusiones políticas de la criptoeconomía.
Si los NFT son el reverso de los ready mades de Duchamp, como afirmó el historiador del arte estadounidense David Joselit en un breve y comentado ensayo de abril de 2021, ¿a quién preguntar mejor que al hombre que orinó en la Fuente de Duchamp?
PREGUNTA. Como artista, usted siempre ha estado en contacto con los economistas. Ha colaborado con Yanis Varoufakis o Mariana Mazzucato. También fue uno de los primeros personajes públicos en defender la renta básica universal. Su brújula política parece en plena forma. ¿Qué aspecto del capitalismo global podría ayudarnos a entender el contexto en el que la criptoeconomía ha adquirido tanta importancia?
RESPUESTA. Veo un mundo inundado de especuladores y dinero fácil, porque los gobiernos mundiales, reacios a hacer verdaderos cambios estructurales que pongan en peligro el statu quo, han decidido que la solución para cualquier problema es imprimir más dinero. Esa es probablemente la razón de que la Bolsa se dispare cuando se produce una emergencia como la covid, porque los especuladores saben que una nueva emergencia significa más dinero y que gran parte de él acabará en sus manos.
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P. Se percibe un gran entusiasmo por la criptoeconomía y se hacen muchas promesas en nombre de estas tecnologías. ¿Qué le parecen?
R. Veo un paquete de soluciones, pero no sé qué otros problemas pretenden resolver aparte de “¿cómo podemos utilizarlas para absorber todo ese dinero en efectivo que circula?”. Lo que más oigo decir es: “¿Qué podemos hacer con estas tecnologías?”, que no significa “cómo podemos hacer que el mundo sea mejor”, sino “cómo podemos convertirlas en dinero”.
P. En su opinión, ¿hay muchas cosas que las criptotecnologías puedan hacer por los artistas?
R. Aunque imagino que puede haber y quizá incluso hay ya usos creativos e interesantes de las criptotecnologías, de momento no veo qué efectos pueden tener para los artistas. No estoy seguro de que aporten al mundo nada verdaderamente transformador, aparte de series de números que circulan por unas cuentas bancarias. Quiero saber qué está cambiando, qué se está haciendo de manera diferente, qué es útil, qué es transformador, y no veo respuestas a estas preguntas.
“La energía que mueve la criptoeconomía procede en parte de la necesidad de algunos de actuar al margen del Estado”
P. El estallido de los NFT ha movido mucho dinero en las cuentas bancarias. ¿Ve motivo de celebración?
R. Comprendo que la gente a la que le ha ido bien con los NFT esté contenta; y en un mundo libertario, es lógico que uno crea que, si una cosa es beneficiosa para él, automáticamente tiene que ser “buena” para todo el mundo. Esa convicción es una versión de lo que llamo el “automatismo”, la idea de que, si no hacemos nada y dejamos que las cosas —el mercado, la naturaleza, la voluntad humana— sigan su propio curso, automáticamente obtendremos mejores resultados que si intervenimos. Quienes opinan así no tienen reparos en intervenir y manipular cuando les conviene, pero no quieren que los demás lo hagan.
P. Curiosamente, el libertarismo actual parece disfrazarse de salvador del mundo y habla de comunidad, descentralización y la necesidad de trastocar las instituciones establecidas (incluidos los bancos centrales) bajo el estandarte de la web 3.0. Lo irónico es que es lo mismo que decían las grandes plataformas que asociamos a la web 2.0 —Spotify en la música, Uber en el transporte, Airbnb en los alojamientos— sobre los sectores que ellas trastocaron.
R. La energía que mueve la criptoeconomía procede en gran parte de la enorme necesidad que tienen algunas personas de actuar al margen del Estado y, por tanto, de cualquier tipo de supervisión comunitaria y democrática. La perspectiva de que las absurdas ideas de Ayn Rand, esa toxina que es una especie de Nietzsche para adolescentes, acaben consagradas en una filosofía del dinero me resulta aterradora. Pero lo que sigo sin comprender es qué creen haber hecho. A lo mejor es simplemente que no me entero.
P. ¿Por qué no se aventura usted en el mundo de los NFT?
R. Me lo han propuesto muchas veces. Hasta ahora no he visto nada que me convenza de que merece la pena trabajar en ese campo. Que “merezca la pena”, para mí, implica crear algo que añada valor al mundo, no solo a una cuenta bancaria. Si mi principal objetivo hubiera sido ganar dinero, habría tenido una carrera diferente y habría sido una persona distinta. Seguramente no habría sido artista. En mi opinión, los NFT no son más que una forma de que los artistas saquemos una pequeña tajada del capitalismo global, nuestra propia versión de la financiarización. Qué estupendo: ahora los artistas también pueden ser pequeños mamarrachos capitalistas.
P. En la izquierda hay quien dice que algunas de estas tecnologías podrían contribuir a hacer más justa la economía digital. ¿Está de acuerdo?
R. ¿Pueden los NFT ser una variante contemporánea de Robin Hood? ¿Quizá los artistas puedan usar estas herramientas para desviar parte de los billones que se invierten en direcciones más productivas y humanitarias? Eso es lo que me gustaría saber, aunque plantea el interesante dilema moral de si es posible hacer el bien con dinero de origen turbio. Y todo esto sin mencionar el problema fundamental: que en un mundo en pleno calentamiento, adoptar una nueva tecnología que emplea grandes cantidades de energía como “prueba de trabajo” —para establecer cierto emblema de exclusividad— es una locura. Toda esa energía no se está utilizando para hacer nada que necesitemos.
P. ¿Existe alguna esperanza de que nos tomemos con más serenidad todo esto en 2022?
R. Estoy tratando de ser más receptivo. Personas en las que confío están convencidas de que los NFT son la octava maravilla, así que me gustaría tener una visión más positiva, pero ahora mismo veo sobre todo a estafadores en busca de ingenuos. Y a un montón de artistas deslumbrados y dispuestos a desempeñar ese papel. Perdone mi cinismo… No me siento muy optimista.
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