«Así va a quedar La Cerámica tras la remodelación. Cincuenta millones de inversión. Los 25.000 espectadores estarán totalmente cubiertos. Cambiaremos su aspecto radicalmente. Será mucho más cómodo ir al campo. ¿Y la energía? Fotovoltaica. Remodelar los estadios es una de las maneras que ayudarán a reactivar LaLiga de fútbol española». Fernando Roig (València, 1947) despliega en su ordenador portátil las imágenes de cómo será la nueva sede del equipo de fútbol que preside, el Villarreal Club de Fútbol, que espera inaugurarse a final de año contra el Valencia.
Roig vive alrededor de dos mundos: el sentimiento y las emociones, el submarino amarillo del fútbol español, y el de las materias primas, la energía y la cerámica, que se llama Pamesa, líder de su sector en Europa. El primero obtuvo una cifra de negocios de 135 millones en la temporada 2020-21; el segundo facturó por 1.220 millones en el ejercicio del año pasado. Cara y cruz de una misma moneda empresarial. 25 años desde que Roig compró el Villarreal y 50 desde la fundación de Pamesa. La empresa de cerámica es además patrocinadora del club.
Pocos equipos, acaso ninguno, han logrado convertirse en el club de fútbol más admirado y respetado por el resto de las aficiones españolas. El Villarreal ha demostrado cómo desde una población de la provincia de Castellón, 51.000 habitantes, ni siquiera la capital, se puede lidiar contra clubs multimillonarios en España y Europa, capaz de ganar títulos como la Europa League frente al Manchester United en 2021 o estar a un suspiro de dar el campanazo y eliminar al Liverpool en las semifinales de este año de la Champions. «El Liverpool ganó porque tenía más fondo de armario», recuerda Roig.
El presidente del Villarreal quiere tocar con los pies en el suelo, consciente del rumbo que está tomando el negocio del fútbol y preocupado por algunas de sus derivas. «Los derechos deportivos deben prevalecer sobre los exclusivamente económicos, si no, mataremos la ilusión».
“Si los políticos europeos no cambian de estrategia energética, moriremos verdes, pero vamos a morir»
El aterrizaje en la propiedad de los clubs europeos de fútbol de algunos inversores que representan estados, el debate sobre la Superliga, el papel cada vez más predominante de los representantes y de los agentes de los jugadores, la pospandemia… el negocio del fútbol está virando hacia horizontes indeterminados. Solo en la primera división del fútbol español, la diferencia de ingresos entre el primer club, Real Madrid, y el último, Rayo Vallecano, fue de 57 veces en la última temporada.
¿Las propiedades? Un lío muy heterogéneo de capitales y sociedades diversas. Como se analiza en el tema de portada de esta semana: diez de los veinte equipos de la Primera División están en manos de capital extranjero y el Sevilla está a punto de venderse a inversores foráneos. En Segunda División la situación empieza a ser similar. Solo en Asturias, dos de los equipos históricos del fútbol español, Oviedo y Sporting, han pasado a manos de potentes grupos deportivos mexicanos: Pachuca y Orlegui. La transformación no ha hecho más que empezar y casos como los del Villarreal van camino de ser excepcionales.
“La UEFA debe poner coto a los clubs Estado que gastan más de lo que ingresan”
Para el presidente del club vila-realense, la ley de 2015 que ordenó el reparto de los derechos de televisión, favoreciendo a los equipos con menos ingresos, fue positiva para el fútbol español: «Facilitó la sostenibilidad de los clubs más pequeños y ayudó a potenciar LaLiga cuyo objetivo es ser una de las más seguidas del planeta». Condición necesaria, pero en ningún caso suficiente.
¿Peligros? Algunos. El primero es que los jugadores, empujados por sus agentes, esperan llegar al último año de contrato con sus equipos para presionar, acabar no renovando en muchos casos, y acabar yéndose libres. «Si vamos sacando el dinero del fútbol para beneficiar cada vez más a los intermediarios, creamos un precedente que acabará perjudicándonos». Tras la pandemia, explica Roig, muchos clubs se han propuesto como objetivo equilibrar sus economías «salvo el FC Barcelona, que está realizando unos fichajes impresionantes».
Entre los retos del Villarreal está reducir su presupuesto en los próximos cinco años, centrándose en el nuevo estadio y en seguir apostando por la cantera. El club vila-realense es el único español que la temporada próxima tendrá su equipo filial en Segunda División, un coto que antiguamente solo estuvo al alcance de Real Madrid y Barça. Continuamente Roig menciona la apuesta por la cantera como clave del desarrollo del club, al que se le une el acierto que ha habido históricamente en algunos fichajes y el traspaso de jugadores.
Segundo peligro: el aterrizaje en el mundo del fútbol de inversores que representan a sus estados, especialmente del Golfo Pérsico, y que están jugando con herramientas muy distintas a los equipos tradicionales. «Están gastando más dinero del que ingresan. Hay que ponerles coto. La UEFA debería establecer límites. Por lo menos, que los gastos se ajustaran a los ingresos corrientes», pide el presidente del Villarreal.
Tercer peligro: la pérdida de los sentimientos. No todo, explica Roig, es tener como objetivo ganar dinero, «que sea solo puro negocio», aunque una buena gestión esencial para tener buenos resultados a medio y largo plazo. «El Villarreal es un sentimiento. La inversión en el club es devolver e invertir en lo que también es del aficionado. Así como en Pamesa me veo como propietario y gestor, en el Villarreal los propietarios son los 25.000 abonados, los que sufren en amarillo. Las aficiones se vuelven en contra de los gestores si ven que los propietarios sacan el dinero del club y no reinvierten».
Roig recuerda cuando el Villarreal bajó hace once años a segunda división producto de una «mala gestión» puntual: «La afición vio que seguimos invirtiendo, creció el apoyo y el número de abonados. Vieron que no estábamos para sacar dinero, sino para que el club funcionara». El consejero delegado del Villarreal es actualmente su hijo, Fernando Roig Nogueroles, que sustituyó en su día a José Manuel Llaneza, gestor histórico del club de la Plana Baixa.
El presidente rememora que desde la compra del club en 1997 ha invertido hasta 200 millones en el equipo, que ha estado 22 temporadas en primera, tres en segunda y en 16 ha participado en competiciones europeas. «Las empresas necesitan tener un líder que funcione. Si el líder funciona, el club funciona. En nuestro caso, yo marco la filosofía, pero es el primer ejecutivo quién toma las decisiones, incluyendo los fichajes, de los cuales no me entero hasta que están ya a punto de cerrarse».
El debate sobre el intento de crear una Superliga de fútbol incendió el fútbol español y europeo hace meses, con posiciones encontradas entre los grandes clubs, e incluso entre ligas europeas. El Villarreal se opuso radicalmente a el desafío que quisieron impulsar Barcelona, Real Madrid y Atlético de Madrid desde España, que no tuvieron en cuenta la opinión de los otros equipos de fútbol, recuerda Roig: «No nos consideraron. Los derechos económicos no pueden prevalecer sobre los deportivos. Si fuera así, mataríamos la ilusión de cualquier club. Un poco de respeto a proyectos como el del Villarreal. Recuerdo que cuando empezamos a jugar en Primera División soportamos condenas y menosprecios desde el primer partido por parte de algunos opinadores. Con una Liga europea de fútbol a base de grandes ciudades, mataríamos la ilusión».
¿Está muerta la Superliga? «Sí», responde con rotundidad Roig. Para él, la Champions es una competición que está funcionando. «No podemos renunciar a las ligas nacionales tal como son ahora». Y pone como ejemplo lo que le ha ocurrido al baloncesto, que ha ido perdiendo interés paulatinamente.
Del fútbol a la cerámica
Si el hijo de Fernando Roig trabaja en el Villarreal, su hija Elena es directora de comunicación de Pamesa, la pata industrial del grupo. Roig controla además un 9% del capital del grupo Mercadona, presidido por su hermano Juan y que facturó cerca de 28.000 millones de euros el año pasado. ¿De qué se habla en casa de la familia Roig cuando se reúnen todos? «De fútbol. Es más interesante hablar de fútbol que de cerámica. Y mis nietos son muy futboleros», explica.
El hoy presidente de Pamesa asumió la gestión del grupo cerámico en 1976, cuatro años después de que un grupo de empresarios de la zona de Castellón decidiera fundar el original Pavimentos del Mediterráneo SA en Almassora. Fue su padre, Francisco Roig, quien le dio la oportunidad. Este decidió salvar la empresa, que estuvo al borde de la quiebra, asumiendo vía ampliaciones de capital la mayoría de las acciones.
Desde el primer momento, Pamesa decidió estar presente en toda la cadena de valor del negocio. Desde la extracción de las materias primas apostando por invertir en minas de arcilla, la generación de energía, la producción y la comercialización. El crecimiento empezó a acelerarse desde la segunda década de este siglo. En 2007, Pamesa facturaba 194 millones de euros, cifra que se ha multiplicado por seis hasta llegar a los 1.220 millones de 2021, un incremento del 56% respecto al ejercicio anterior. El número de empleados llega a 4.000, con un sueldo medio bruto mensual, como expresa la memoria de la compañía, de 2.500 euros. Pamesa está presente en 150 países y exporta el 70% de su producción. Cuenta con 11.000 clientes.
Hasta junio de 2021 todo parecía andar sobre ruedas en Pamesa, que ha inaugurado una nueva sede corporativa en las afueras de Vila-real y afianzaba su posición como primera empresa del sector en Europa y sexta del mundo. Nadie, en aquel momento, hubiese previsto la cercanía de una tormenta perfecta, que iba a afectar al núcleo de los costes y la logística del negocio: la energía y las materias primas.
En los úlltimos años Pamesa ya había desarrollado importantes inversiones en energías renovables. Destacaba el mayor parque fotovoltaico de autoconsumo de Europa, de 113.000 metros cuadrados y una potencia instalada de 18 megawatios que podrían dar electricidad a 4.600 viviendas. La constante inversión en energías renovables, también eólicas, fue una visión ante lo que estaba por venir. Hoy, Pamesa, también ha iniciado la revolución del hidrógeno, una de sus últimas apuestas, para poder ir transformando el flujo de la energía con que produce sus azulejos y cerámicas.
“En el segundo semestre del año pasado empezó a subir el precio del gas -esencial para el sistema de cogeneración- que acabó por dispararse después del inicio de la guerra de Ucrania el 24 de febrero”. De representar un 8% de los costes de la compañía, el gas ha pasado a representar el 40%, una situación que afecta drásticamente a los márgenes del producto y al precio de venta. En abril, Pamesa decidió parar quince días la producción. La situación era insostenible y había que realizar ajustes. “Ya no somos competitivos comparados con nuestra competencia en el continente americano -Pamesa tiene un 50% de una compañía brasileña-“, explica Roig.
Transición desordenada
El presidente de Pamesa es muy crítico con la política energética que se ha llevado a cabo desde la Unión Europea y que la guerra ha puesto en entredicho. “Europa ha querido apostar por las energías verdes antes de tiempo y sin tener en cuenta que era necesaria una transición ordenada. Hemos ido abandonando y planificando en el cierre de las energías tradicionales como el gas, la nuclear, el carbón, los ciclos combinados, la cogeneración… sin ver las posibles repercusiones en caso de una gran crisis, que nos ha pillado con el pie cambiado. Estamos pendientes del gas ruso y de importar gas de EEUU, que se está beneficiando de la situación. Si los políticos europeos no cambian de estrategia, moriremos verdes, pero vamos a morir”.
Fernando Roig aprovecha para pedir al Gobierno español que se replantee la penalización al sistema de cogeneración que quedó fuera del Real Decreto de control de los precios energéticos aprobado recientemente. Para Pamesa, la cogeneración es esencial para el proceso productivo ya que tiene 100 megawatios de potencia instalada en las plantas. En agosto existe la amenaza de que las plantas de cogeneración tengan que parar en su totalidad debido a que el precio de la energía no cubrirá los costes.
Hace tres años, el presidente de Pamesa invitó a la ministra de Industria, Reyes Maroto, a visitar Castellón para conocer de cerca un negocio líder en Europa que factura en su conjunto 5.000 millones de euros, exporta el 75% de la producción y da empleo a 16.000 personas. Todavía esperan. La crisis energética podría haber sido la excusa para recibir la visita de Maroto o de la vicepresidenta tercera del Gobierno, responsable de Transición Ecológica, Teresa Ribera. Pero tampoco han mostrado interés hasta la fecha. “No quiero subvenciones del Estado. No las necesitamos. Lo que quiero es que desde el Gobierno vean la realidad de este sector, que vengan a ver una fábrica, a ensuciarse con un poco de polvo. Nosotros, los empresarios, no somos los culpables del cambio climático como nos quieren hacer ver”.
Sumado a la energía, las materias primas. Un 50% de los áridos, necesarios para la fabricación, procedían de Ucrania. “Teníamos ‘stock’ y empezamos a buscar alternativas procedentes de otros países como Marruecos, además de empezar a producir más desde nuestras minas”. ¿El futuro? Seguir creciendo en el resto de Europa (40% de las ventas) y EEUU. ¿Deslocalizar y abrir fábricas en América para ser competitivos? Roig lo descarta. Toca el crecimiento orgánico y mantener viva la filosofía de empresa familiar que, por el momento, hace innecesario buscar fondos de capital riesgo: “Hemos dicho siempre no y ya se han cansado de tocar nuestra puerta”, responde Roig, que rechaza cualquier opción de buscar socios y, más aún, de salir a Bolsa.
¿Carta a los Reyes Magos? La obsesión de Fernando Roig parece simple: cuidar a los empleados, crecer en plantilla y seguir creciendo a pesar de las circunstancias. En Pamesa y en el Villarreal, cuyas aspiraciones no cesan.