Aunque también se planteó ser periodista, pronto se inclinó por la sociología sin dejar atrás ese interés por los asuntos más actuales aunque desde una perspectiva muy diferente. Su currículum incluye numerosas investigaciones sobre migraciones, interculturalidad, derechos humanos, entre otros muchos asuntos, bajo un foco interdisciplinar. En su tesis ya abordó los cambios sociales y tecnológicos, un avance ya de otros de sus grandes intereses investigadores como el Big Data o las redes sociales.
-En su perfil de Twitter aparece bajo su nombre “Sociología y Tecnología al Servicio de la Justicia Social y de la Igualdad de Oportunidades y Trato”. ¿Cuánto encuentra de eso en las redes sociales?
-Han facilitado la democratización de la información, que personas sin dinero en cualquier parte del mundo puedan hacer un perfil, sea una institución o una persona, están abiertas a cualquiera y por eso se ha desarrollado tanto la difusión. Las tecnologías tienen elementos muy positivos y al mismo tiempo, como cualquier tecnología, hay efectos adversos, ya que también se usan para difundir fake news o para hacer bullying. Cualquier tecnología facilita o dificulta.
-¿Las redes sociales están reconfigurando la sociedad?
-Nos han cambiado porque nos comunicamos de una manera distinta y más ágil para algunas cosas. Si tenemos un evento contamos continuamente lo que está pasando. En muchos fenómenos sociales hoy ya se está diluyendo la línea entre lo on line y lo off line. Por ejemplo, en una manifestación, desde el primer momento se piensa en cómo difundirla a través de las redes. Ya no se hace la publicidad después, sino que al inicio ya se construye en grupos de whatsapp o Telegram, se utiliza un Drive para ir subiendo fotos y compartirlas…
-¿Qué utilidad social encuentra en las redes?
-Una es que personas o grupos de investigación, asociaciones o cualquier tipo de institución con un poquito de conocimiento técnico puede usarlas, se puede votar on line y también prestar servicios. Lo hemos visto con el Covid; si teníamos alguna duda, el tiempo de pandemia nos ha enseñado que hasta la medicina puede ofrecerse en línea. También facilita la comunicación, esto es muy importante desde la óptica en la que solemos trabajar en nuestro grupo de investigación (eseis), desde el centro Coideso y en la UHU, muy ligados a la intervención social. Personas que tienen un perfil de más de soledad y a las que les cuesta trabajo relacionarse, se están implementando herramientas de distinto tipo para facilitarla. Bien usadas tienen muchísimo sentido, lo que hay que estar es muy pendiente de cuando se usan mal. Los gobiernos tienen una parte importante de regulación.
-Lleva años investigando sobre este ámbito de las tecnologías, ¿cómo cree que ha evolucionado la percepción que se tiene de ellas?
-No todo el mundo piensa igual ni confía, ni en la tecnología ni en nada de la vida. Cuando se piensa en indicadores sociales como la confianza hacia los demás, siempre encuentras a personas en cualquier sociedad con un perfil más desconfiado. Otro tipo de personas han tenido una experiencia negativa con la tecnología. Por ejemplo, te abres una cuenta para difundir actividad investigadora o formativa y de repente dices algo y empiezan a atacarte por las redes. Lo que sí tienen, y esto es nuevo y es clave, es que posibilitan el comportamiento incívico en la medida en que no hay filtros y es lo que las diferencia de los medios de comunicación clásicos. Es uno de los temas que están aún sin resolver del todo porque cualquiera puede incendiar si tiene conocimientos técnicos de cómo crear boots. Nos tenemos que acostumbrar porque es muy reciente, no llegamos ni a años 20 en Twitter o Facebook.
-¿Son las redes verdaderamente soportes de tantas teorías de la conspiración como parece?
-Llevamos unos años trabajando en proyectos internacionales con personas de cerca de 70 países, tenemos una visión bastante amplia de lo que ocurre cuando conectas teorías de la conspiración y redes sociales. La propaganda ha existido desde tiempo ha. Lo que es peculiar y novedoso de los últimos años es la capacidad de difusión y alcance de cualquier noticia que se mueva bien en las redes, es decir, que se le haya hecho una especie de campaña de marketing para que llegue a más sitios. En la medida en que hay más difusión, también existe la posibilidad de que el impacto sea mayor. En las huelgas laborales de la Revolución Industrial se entregaban panfletos en papel y quedaban circunscritos a un espacio muy concreto, aquí hablamos de otra dimensión. El siglo XXI aporta la capacidad de alcance y por eso las teorías de la conspiración, como cualquier fenómeno comunicativo, llegan más.
-Según sus estudios, ¿qué personas o colectivos centran más la diana de estas teorías?
-No se puede hablar de forma genérica, hay algunas que tienen un corte más político, otras pueden ser estrambóticas, también las que niegan rotundamente la ciencia y que el hombre llegó a la Luna. Otras tienen que ver con fenómenos rosa, bulos sobre si la muerte de Lady Di fue algo provocado o no. Otras tienen un componente ideológico importante, como cuando se habla de la invasión del Islam. Las hay muy minoritarias y las que son grandes corrientes de opinión, por ejemplo las más recientes que hemos investigado tienen que ver con el Covid. Hay un rosario de discursos y teorías, algunas más centradas en las mascarillas, otras que si vino de China…
-En relación con las redes sociales y los medios de comunicación, ¿cree que hay más personas que piensan que son lo mismo o son más los que saben diferenciarlos?
-Hemos hecho ya varios estudios sociológicos en España y acabamos de realizar un barómetro en el sur de Europa de los consumidores de redes y medios. Sintetizando mucho, los jóvenes principalmente trabajan en el entorno de las redes sociales. Los que son más mayores se mueven más en entornos clásicos como la prensa, la radio y la televisión y los que estamos en una edad más intermedia jugamos a todos los palos. Hay mayores que se incorporan por supuesto también a las redes, en España sobre todo a whatsapp para recibir fotos y no tanto a Twitter. Siempre hay gente que está en Facebook. No son perfiles únicos pero sí distinguen perfectamente. La mayor parte se ha educado, salvo los nacidos hace diez años, en un entorno de medios de comunicación y cuando ha llegado a la adolescencia, los que ahora son más jóvenes han empezado a tener un smartphone, que es muy reciente, tiene un desarrollo de una década, habrá que ver el impacto cuando pase más tiempo.
-¿Cómo se enfrenta la Sociología a la ingente cantidad de datos a la que se puede acceder actualmente?
-Afecta en general a la ciencia. Desde la última década hay muchas personas que proporcionan información sin moderación, espontáneamente, salvo que sí se haga desde sus instituciones. Facebook para algunas cosas es cerrado pero Twitter es totalmente abierto. Lo que ocurre es que es una información que utilizamos en distintas ciencias. En Sociología nos interesa entender un poco mejor la sociedad para poder facilitar la intervención y la mejora, especialmente si trabajas en fenómenos como el estudio de la desigualdad social. Hay un campo nuevo que está emergiendo con mucha fuerza que son las Ciencias Sociales Computacionales. Se da un paso más y yo lo llamaría Ciencia Computacional, es el caso por ejemplo de un proyecto de i+D que vamos a realizar en el que trabajan personas de varias disciplinas como la ingeniería, la informática, la enfermería, la psicología, la sociología. Las fronteras disciplinares se diluyen cuando tienes que investigar situaciones de especial complejidad que así lo requieren.
-La llegada de inmigrantes es un fenómeno de décadas. ¿Considera que en todo este tiempo hemos aprendido a integrarlos?
-España si destaca en temas migratorios comparativamente con otros países, es que es mucho más amigable en términos generales. Lo ha sido desde que nos convertimos en un país de inmigración frente a lo que éramos, con saldo emigratorio en los años 60 y 70. Si se miran encuestas internacionales, a nivel andaluz o español, o comparas con el Barómetro Europeo sobre valores y actitudes o la Encuesta Mundial de Valores, en el análisis comparativo siempre tenemos una posición mucho más amigable que otros países como Polonia, Bulgaria u otros. Somos uno de los países con mayor tasa de inmigración, está por encima del 11% con cerca de seis millones de inmigrantes. En el día a día no se notan continuamente episodios negativos. No quiere decir que todo esté bien, hay parcelas con clarísimos procesos de exclusión social, como en perfiles laborales con una gran diferencia entre los autóctonos y los no autóctonos. Por ejemplo en el servicio doméstico, donde muchas mujeres inmigrantes han pasado a ocupar la posición que ya los nativos no desean. En el ámbito agrario, en la provincia siempre hay momentos con dificultades. Las instituciones no pueden dejar libremente la gestión de la inmigración a la ciudadanía porque la tendencia internacional es que se cometen abusos, tenemos que poner por delante estos valores de solidaridad y humanismo para la gestión de la inmigración.
-Recientemente se ha alcanzado un acuerdo para eliminar los asentamientos chabolistas y dotar de viviendas a estas personas. ¿Cómo valora esa medida?
-Hace demasiados años que tenemos estos asentamientos en la provincia de Huelva. No puede morir gente en un incendio en una chabola en un país como España. Mi opinión personal es que es una vergüenza que pasemos por delante de los asentamientos y no se haga nada. Es muy complicado, hay veces que están ubicados en terrenos que no se pueden desalojar. Hay instituciones que hacen una labor encomiable, pero si no hay un apoyo continuo… Es un fenómeno muy vivo, la gente va y viene y cuando lo hace no se registra, es una realidad muy compleja para todos los actores, las ONG, las administraciones públicas y los empresarios, que para mí son los principales que tendrían que estar ahí. En la provincia además con un producto complejo, como es la gestión del trabajo agrícola. En el fondo, si uno no tiene en cuenta que las personas se mueven porque tienen necesidades y que si estuviéramos en una situación similar haríamos exactamente lo mismo… Los investigadores hemos visto recientemente, y da un poco de tristeza, que en algunos países que han sido muy racistas como Polonia o Bulgaria con mucho rechazo a un perfil de refugiado en los últimos años, no ha sido así cuando venían de Ucrania. Me parece perfecto que se les acoja pero también visibiliza cómo no se hace igual dependiendo del país o de la hipotética religión que se tenga. Se suele confundir el que una persona por venir de un país tenga una religión y no podemos cosificar de esa manera a la inmigración como colectivo.
-¿Cómo de normalizada considera que es la situación de la segunda generación de inmigrantes?
-Según las investigaciones que hemos realizado en Huelva, la mayor parte de estos chicos están escolarizados o incorporándose al mercado laboral. En el periodo de escolarización la integración está siendo mucho mejor y también en entornos universitarios. Tenemos un sistema educativo muy bueno y más o menos va limando una parte de las asperezas pero el gran choque está en el mercado laboral. También depende, para alguien con un perfil de ingeniería o alta cualificación es más fácil ese proceso de integración pero en otros no es tan sencillo. De todas formas, la gente que se ha llevado media vida en España y no tiene dificultades con el idioma, afortunadamente tienen suficientes contactos y conocimiento del país como para encontrarse muchas veces con los mismos handicaps que los jóvenes españoles. Porque trabajar en España es muy complicado, no solo para los inmigrantes.
-¿Considera que la educación ofrece los recursos adecuados y suficientes para que los alumnos inmigrantes se integren?
-No soy experta en temas de educación e inmigración, pero siempre hace falta más. En los últimos años no ha habido un despliegue especial de recursos, hemos pasado por dos crisis y no se han recuperado las inversiones al nivel que han estado en otros momentos. Las Aulas de Adaptación Lingüística (ATAL) resuelven una parte del problema pero no todo. El perfil que entra en ellas normalmente es el de alumnos más recién llegados. En Huelva, la gente del sector educativo está muy experimentada y tienen muchísimos materiales que fueron construyendo en los últimos años. Cuando empezó a notarse la llegada de gente joven en Huelva al sector educativo tuvieron que partir casi de cero porque no se había previsto y ahora hay profesionales excelentes que tienen incorporados sus planes de gestión de diversidad en el entorno educativo, pero si les preguntas van a decir que recursos faltan.
-Nuevas tecnologías e inmigración son los principales temas abordados, retos fundamentales en la sociedad actual en los que las Ciencias Sociales y las Humanidades tienen mucho que aportar, ¿por qué cuando se habla de investigación lo primero que se viene a la mente es un microscopio?
-Esta idea de la ciencia más unívoca está muy relacionada con nuestro proceso de socialización, lo que hemos vivido a través de lo que nos ha transmitido la sociedad en general. Cualquier investigador hoy en día sabe perfectamente que no es así, nos enfrentamos a problemas muy complejos y tenemos que arrimar el hombro todos. Siempre se hace esta distinción artificial de ciencias y letras, que tampoco es tan rígida. Las Ciencias Sociales están justo en medio, estoy pensando en sociología, política, comunicación, educación, economía… Por ejemplo en el estudio de la inmigración tienes a juristas, gente del ámbito sanitario, de la tecnología para aportar todo tipo de instrumentos, geógrafos para estudiar el territorio en el que se asientan… Si enfocas en los problemas a resolver al final empiezan a emerger distintas disciplinas y las Ciencias Sociales tenemos nuestra función, que es complementaria pero igual de importante que las otras.
Un gran currículum para estudiar grandes temas
La catedrática de Sociología de la Universidad de Huelva Estrella Gualda Caballero es profesora titular de Sociolotgía en la UHU en el Departamento de Sociología, Trabajo Social y Salud Pública. Dirige el grupo de investigación Estudios Sociales e Intervención Social (Eseis) y es miembro del Centro de Investigación en Pensamiento Contemporáneo e Innovación para el Desarrollo Social (Coideso) de la UHU.
Cuenta con una amplia trayectoria internacional en instituciones como la London School of Economic and Political Science, la Universidad de Princeton, la Estatal de Arizona y la Universität Augsburg. Además, forma parte del Comité de Dirección (Grupo de Trabajo: Redes Sociales) en COST Action: Comparative Analysis of Conspiracy Theories (COMPACT), CA COST Action CA15101 (2016-2020) financiado por el Programa Marco de la Unión Europea Horizon 2020, coordinado por la Eberhard Karls Universität Tübingen (Alemania), e integrado por 33 países. Recientemente se ha involucrado en otros proyectos como DIVERSE: La mejora de la diversidad como recurso de enriquecimiento viable para la sociedad y la economía.
Su línea investigadora refleja un interés particular por problemas sociales, políticos, económicos o culturales, avances en métodos de investigación, big data o redes sociales, entre otros, abordados bajo un enfoque interdisciplinar.