- Leire Ventas
- Corresponsal de BBC Mundo en Los Ángeles
Fue un efímero episodio en la historia estadounidense y sin embargo tuvo un alcance mayor del que nadie en aquel entonces se hubiera imaginado.
La República de California, que existió durante apenas 25 días entre junio y julio de 1846, sentó la base del ingreso de dicho territorio en Estados Unidos.
Pero su legado más visible es la actual bandera oficial del estado, que ondea ubicua y se reproduce una y mil veces en postales, camisetas, tazas y demás merchandising de lo cool.
Es muy probable que la reconozcas: sobre fondo blanco, tiene como motivos centrales un oso grizzly o gris — Ursus arctos horribilis, una subespecie del oso pardo que hace años desapareció de estos lares y hoy solo se encuentra en zonas del noroeste de Estados Unidos, Canadá y la península de Kamchatka (Siberia)— que camina sobre el verde pasto y una estrella roja.
En la parte de abajo, encima de una franja roja y con una tipografía sans-serif, lleva escrita California Republic.
La bandera rinde homenaje a la aquella que izaron hace 176 años en la plaza de Sonoma, un pueblo —hoy ciudad — al norte de San Francisco, unos colonos estadounidenses de origen europeo que se habían levantado contra el gobierno de México, al que pertenecía entonces aquel territorio llamado Alta California.
Fue precisamente por el estandarte rebelde que aquel evento se conoce como la Revuelta de la Bandera del Oso.
Pero los expertos concuerdan que su origen se empezó a gestar en el territorio vecino: Texas.
El precedente de Texas
A mediados del siglo XIX México controlaba vastas extensiones en lo que hoy es el suroeste de Estados Unidos.
Profundamente desgastado y empobrecido por los 11 años de guerra que desembocaron en su independencia y con el objetivo de mejorar su economía, el gobierno mexicano impulsó la colonización de dichos territorios, entre ellos las Californias, Nuevo México y Texas.
Para ello, permitiría vender cantidades de terreno a bajo precio, a crédito y con exención de impuestos y de aduanas por cinco años a todo extranjero que quisiera convertirse en ciudadano mexicano y se comprometiera a acatar las leyes mexicanas.
Como consecuencia, un gran número de personas procedentes de otros países se asentaron en las fértiles planicies de Texas y se convirtieron en ciudadanos legales, incluida una multitud de estadounidenses. Según informes del general después insurgente Manuel Mier y Terán, por cada mexicano había por aquel entonces ocho angloparlantes.
Las tensiones cada vez más marcadas entre la población desembocaron, en 1835, en una rebelión de separatistas de la que nació la República de Texas, una nación independiente encabezada por colonos que duró hasta que en 1845 el Congreso estadounidense votó por anexionarla a la unión.
En enero del siguiente año el presidente James K. Polk autorizaría al general Zacarias Taylor avanzar con sus tropas hacia el río Bravo (río Grande para EE.UU.), territorio mexicano. Y tras enfrentamientos con las tropas del ejército de México, EE.UU. les declaró la guerra en marzo de 1846.
De la declaración de guerra de EE.UU. a México no se sabría en Alta California hasta julio, pero con el precedente de Texas, los californios —habitantes mexicanos— eran conscientes de que su gobierno era “demasiado pobre, inestable y débil” para evitar que los colonos estadounidenses tomaran el control.
Así le dice a la revista History Linda Heidenreich, quien en su libro This Land Was Mexican Once (“Esta tierra fue una vez mexicana”) examina la experiencia latina en la Revuelta de la Bandera del Oso y otras insurrecciones.
Fue en ese contexto que el explorador y oficial del ejército estadounidense John C. Frémont llegó al fuerte de Sutter (cerca del actual Sacramento, capital del estado de California) con un grupo de soldados.
Oficialmente en una expedición científica, no está claro si le fue encomendada por el presidente la tarea de alentar una rebelión de estadounidenses también en Alta California.
Sea como fuere, “se corrió la voz, fuera cierto o no, de el gobierno mexicano se estaba preparando para expulsar a todos los estadounidenses, y de que se tendrían que marchar sin su ganado ni sus armas”, le cuenta a BBC Mundo la cronista local y veterana periodista Gay LeBaron.
“Y la idea de dejar Alta California así y volver a adentrarse en el vacío, porque por aquel entonces todo entre California y el río Misuri era territorio indio (de pueblos originarios), era abrumador”, prosigue. “Ese es el argumento que ha pasado a la historia como razón para el inicio de la Revuelta de la Bandera del Oso”.
El levantamiento de “los osos”
El 10 de junio un grupo de colonos liderados por el cazador de pieles Ezekiel Merritt cruzó el río Sacramento y tomó rumbo a Sonoma.
Se hacían llamar “los osos”, inspirados por el animal que por aquel entonces aún habitaba el valle. La insurrección era inminente.
En el camino se les fueron juntando más hombres, hasta sumar unos 30 para cuando llegaron al municipio el 14 de junio, según recogió en sus crónicas sobre el oeste el historiador y etnólogo Hubert Howe Bancroft.
Allí rodearon la casa del comandante militar Mariano G. Vallejo, quien tras una breve negociación se rindió y al que hicieron prisionero.
Apenas 24 horas después de la llegada de los “osos”, el estandarte rebelde ondeaba en la plaza de Sonoma.
La fabricación de la bandera fue supervisada por William L. Todd, sobrino de Mary Todd, esposa del futuro presidente Abraham Lincoln, se cuenta en la página del Museo de California, un centro estatal ubicado en Sacramento.
Una mujer california donó un pedazo de muselina marrón claro, y la pareja de John Sears, uno de los rebeldes, le cosió en la parte baja una franja roja arrancada a una enagua. Después dibujaron una estrella en la esquina superior izquierda y un oso al lado, con una mezcla parduzca hecha de polvo de ladrillo, aceite de linaza y pintura roja veneciana, y escribieron California Republic en negro, en el centro.
Había nacido una república, tal como lo proclamó William Ide, a quien los rebeldes eligieron como su líder. Aunque no duraría mucho.
El 26 de junio Frémont comenzó oficialmente su campaña para anexionar California a EE.UU., partiendo del fuerte Sutter con 130 hombres, relató Bancroft. Llegó a Sonoma el 3 de julio e inmediatamente se puso al mando de los “osos”.
Cuatro días después, el 7 de julio, una fragata y dos balandras de la Armada estadounidense, bajo las órdenes del comodoro John D. Sloat, derrotaron a la Guardia Costera mexicana del puerto de Monterrey, California.
En vista de ello, los bear flaggers abandonaron la idea de crear una república independiente y se sumaron a la lucha para incorporar Alta California a EE.UU.
La bandera de las barras y las estrellas sustituyó a la del oso en la plaza de Sonoma.
La invasión estadounidense a México terminó con el Tratado de Guadalupe-Hidalgo en 1848, por el que este último cedió formalmente Alta California y con otros territorios y la frontera de Texas se estableció en el río Bravo. EE.UU. pasó a tener así 2,1 millones de kilómetros cuadrados más bajo sus dominios. Y el territorio mexicano se redujo en un 55%.
La forma en la que California se anexionó a EE.UU. marcó totalmente las dinámicas futuras de ese estado, le dice a BBC Mundo Alex Abell, periodista y autor de Under the Burning Sunset (“Bajo el sol ardiente”), una saga de la era de los ranchos de California.
“Si hubiera ingresado voluntariamente a la unión, podría haber importado sus propias leyes y costumbres, pero como territorio conquistado, estaba sujeto a las leyes estadounidenses”, explica.
“Y los californios habían instituido un gobierno democrático, paternalista y a menudo acosado por conflictos políticos, pero multiétnico y racialmente integrado, mientras que los estadounidenses, entre otras cosas, negaban los derechos civiles a negros y a nativos”, prosigue.
Heidenreich también apunta a un cambio en las jerarquías sociales: “Tanto en California como en Texas se creó un nuevo sistema racial. Y aquellos que se habían considerado españoles o blancos pasaron a ser vistos como marrones o a ser llamados greasers“, le dijo a la revista History. Eran ya ciudadanos de segunda en su propia tierra.
El panorama se afianzaría con el descubrimiento de oro en Coloma, cerca de Sacramento. La consiguiente “fiebre del oro” transformó a California de una región escasamente poblada a un bullicioso centro económico controlado por estadounidenses blancos.
Pero a todo esto, ¿qué fue del la “bandera del oso”?
De la bandera de la república a la del estado
El estandarte original que enarbolaron los rebeldes en Sonoma fue eventualmente donado a la Sociedad de Pioneros de California, establecida en 1850.
“Pero se perdió durante el gran terremoto e incendio de San Francisco en 1906”, le explica a BBC Mundo Ted Kaye, secretario de la Asociación Norteamericana de Vexilología (NAVA, por sus siglas en inglés).
Aun así, el diseño básico del oso, la estrella y el texto California Republic siguió siendo usado por un grupo llamado Hijos e Hijas Nativos del Dorado Oeste (Native Sons and Daughters of the Golden West), un organización de pioneros y descendientes de estos, dice el experto en banderas.
Y ese mismo grupo impulsó que en 1911 la Legislatura estatal de California adoptara la bandera del oso como bandera oficial del estado (la que se usa hoy fue la versión estandarizada de 1953).
Sin embargo, por lo que significó la insurrección para los habitantes originarios, Abella cree que es hora de que California deseche la bandera del oso.
“Es hora de que California se deshaga de esa bandera, un símbolo de flagrante ilegalidad y prejuicio racial”, escribió en un artículo publicado en Los Angeles Times en 2015, una postura que —le dice a BBC Mundo — sigue manteniendo.
Opiniones como la suya no se han hecho públicas.
“Esa es una parte del problema en California: que esta es una cultura en la que siempre estamos enfatizando el futuro, el porvenir, lo que podemos crear, y no lo que ha sido”, le dice a BBC Mundo.
“Tenemos la tendencia a olvidar lo que sucedió, sin darnos cuenta de que muchas veces, al no examinar el pasado, estamos condenados a repetirlo”.
Otros expertos consultados para este artículo concuerdan en que no ha habido movimiento revisionista alguno.
Pero lo que sí parece que hay es una conciencia cada vez mayor de que la de la Revuelta de la Bandera del Oso es “una historia compleja muy simplificada”.
Así lo cree Alexis Boutin, una arqueóloga que estudia restos óseos humanos, experta en Medio Oriente, que da clases en la Universidad Estatal de Sonoma y que se metió de lleno en el tema cuando en 2014 un grupo local empezó a buscar las tumbas de dos estadounidenses muertos durante la insurrección.
“Una de las simplificaciones es que fue una revuelta en la que no se derramó sangre. Pero obviamente la hubo: precisamente andábamos buscando a gente que había muerto en ella”, recuerda sobre el proyecto.
“Y a través de mi investigación me di cuenta que no solo habían asesinado a estadounidenses de ascendencia Europea, sino también a californios y a mexicano-estadounidenses, y que la historia tenía muchas caras”, le cuenta a BBC Mundo.
Con los años, asegura que se está reconociendo “cada vez más la complejidad de la historia, de cómo gente de múltiples orígenes étnicos estuvo involucrada en la revuelta, que en aquel entonces los bear flaggers eran inmigrantes ilegales”, apunta.
“A medida que crece el reconocimiento de la naturaleza multicultural de nuestra sociedad, y crece la aceptación y la inclusión, se está empezando a abordar esta historia, aunque muy lentamente, de una manera más crítica“.
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