La extorsión es una de las formas más baratas de actividad criminal: implica bajos riesgos y costos. Puede ser altamente rentable si se aplica al segmento adecuado. En México, ha crecido tanto que se encuentra en todos los tamaños y formatos: hay extorsión física o virtual y se produce con “trajes a la medida”, adaptados a las dimensiones del negocio y las características de la actividad a la que se dedique.
A los transportistas de San Martín Texmelucan, les cobran 15,000 pesos al mes; a los tianguistas de Celaya, 8,000 pesos; a los taxistas en Acapulco, 800 pesos y a los restauranteros en Coatzacoalcos, 2,000 pesos. A los constructores de la Sierra Gorda se les cobra hasta 200,000 por obra; a los limoneros y aguacateros en Michoacan, 5,000 pesos por carga. Estos datos corresponden a un reportaje del periódico Reforma publicado el 26 de junio.
En 2022, las denuncias por extorsión han crecido 29% en los primeros cinco meses, respecto al mismo periodo del año pasado. Más allá de las denuncias ante el Ministerio Público, el tema ha recibido más atención mediática. Saber que la extorsión provoca escasez y sobreprecio de limón y aguacate genera indignación justificada en estos tiempos inflacionarios. Tomar conciencia de que no solo son el limón y el aguacate, produce más coraje, pero también miedo. Se calcula que 90% de los actos de extorsión no se denuncian. La cuenta oficial registra 4,347 actos de extorsión en cinco meses. Eso es apenas una décima parte del total.
¿Quién hace la extorsión en México? Cuando se trata de ciberataques, casi seguro se trata de una banda internacional, que opera desde otro lugar en el extranjero. En los casos de extorsión operada con presencia física en el territorio, estamos hablando de los sospechosos comunes: los carteles mexicanos de las drogas, que llevan alrededor de una década diversificando sus actividades criminales. En la extorsión encuentran una fuente rápida de recursos, que les permite contar con un flujo de dinero seguro, mientras las otras actividades entregan sus frutos: el envío de un cargamento de droga es un negocio muy lucrativo pero el “retorno” llega hasta que la operación concluye.
La extorsión también representa una forma de reafirmar el control de un grupo sobre un territorio. En el análisis del tema, los expertos enfatizan que control tiene acepciones militares y políticas. Recomiendan poner la lupa en la evolución de las organizaciones criminales del sur de Italia, como la Mafia y la Camorra. Explican que, en términos generales, hay dos tipos de extorsión, la depredatoria y la simbiótica. En la primera, la víctima está obligado a pagar una cantidad de dinero y no recibe nada a cambio. La simbiótica, que fue perfeccionada por la Cosa Nostra, implica que el grupo criminal ofrece seguridad y contactos a los negocios. Estos pagan su cuota, pero asumen que a cambio de la misma se adquieren ciertos derechos. Depredatoria y simbiótica. Suena un poco a Animal Planet. Estas dos formas con sus respectivas variantes se encuentran en México.
¿De dónde obtienen los criminales la información para atacar a sus victimas? A su manera, la extorsión es un negocio de minería de datos. En Michoacán, los malosos saben cuántas hectáreas de aguacate siembra cada quién y cuánto vale el producto. En las zonas urbanas, cuentan con información de calidad sobre el volumen que tiene un negocio, sea una peluquería, un restaurante o una constructora. En la frontera, hay indicios que saben la carga que lleva un transporte y lo que vale. ¿Qué pasa con los empleados de las dependencias oficiales y las empresas privadas que entregan los datos a las organizaciones criminales?
La extorsión seguirá creciendo en la medida en que haya impunidad y siga siendo tan gran negocio. Luis de la Calle en su libro Economía de la Extorsión hace un llamado a tomar conciencia de los enormes costos sociales que implican estas actividades. Es un impuesto adicional y algo que frena las inversiones, por tanto el progreso. Es un delito grave que se ha convertido en una mancha voraz, ¿cómo nos quitamos esta piedrota de encima?
lmgonzalez@eleconomista.com.mx
Director General Editorial de El Economista
Caja Fuerte
Licenciado en Economía por la Universidad de Guadalajara. Estudió el Master de Periodismo en El País, en la Universidad Autónoma de Madrid en 1994, y una especialización en periodismo económico en la Universidad de Columbia en Nueva York. Ha sido reportero, editor de negocios y director editorial del diario PÚBLICO de Guadalajara, y ha trabajado en los periódicos Siglo 21 y Milenio.
Se ha especializado en periodismo económico y en periodismo de investigación, y ha realizado estancias profesionales en Cinco Días de Madrid y San Antonio Express News, de San Antonio, Texas.