Según el último informe de Global Findex del Banco Mundial 2021, aún hay 742 millones de mujeres en el mundo que están totalmente excluidas del sistema financiero, a pesar de que 250 millones de mujeres de países en desarrollo han accedido por primera vez a servicios financieros en los últimos dos años, gracias al incremento de pagos digitales durante la pandemia. Si las mujeres que no tienen una cuenta bancaria vivieran en un único país, serían el tercer país más grande del mundo.
En el caso de América Latina, los datos muestran que las mujeres tienen un 7% menos de probabilidades de tener una cuenta. Además, un informe del Banco Interamericano de Desarrollo sobre brechas de género en el Cono Sur refleja que la eliminación de barreras ocupacionales que enfrentan las mujeres, como la discriminación salarial o las brechas de acumulación de capital humano, generarían ganancias agregadas que pueden llegar hasta el 15% del PIB, dependiendo del país. Estos obstáculos a la plena participación económica de millones de mujeres muestran que claramente estamos desaprovechando una gran oportunidad de crecimiento económico sostenible e inclusivo. Pero, ¿cuál es la situación actual en la que viven millones de mujeres y emprendedoras en la región dos años después del inicio de la pandemia?
La situación de la mujer latinoamericana tras la pandemia
En América Latina, el COVID-19 tuvo un impacto fuerte en las emprendedoras debido a las brechas de género ya existentes, particularmente en aquellas relacionadas con sus elevados niveles de informalidad y pobreza: el 70% de los clientes que atendía la FMBBVA en 2020 en situación de extrema pobreza eran mujeres; el 60% no tenía acceso a ningún tipo de protección social y más de la mitad lideraban hogares monomarentales con dependientes a cargo y el tipo de actividades económicas que realizaban se concentraba en sectores altamente feminizados y urbanos, sectores que se vieron fuertemente impactados por las restricciones de movilidad (comercio minorista, venta ambulante, venta de ropa…).
En la Fundación, las encuestas realizadas a más de 17.000 emprendedores mostraron que en abril la mitad de ellas tuvieron que cerrar sus negocios (versus el 40% de los hombres) y ocho de cada 10 redujeron sus ventas. Si combinamos el cierre y la reducción de ventas podríamos considerar que seis de cada 10 sufrieron un fuerte impacto en sus negocios.
Sin embargo, en noviembre de 2020 un porcentaje similar de hombres y mujeres tenían sus negocios abiertos (83%). Aunque en el caso de las mujeres, para la mitad de ellas, el negocio ya no era su fuente principal de ingresos. Muchas diversificaron y reorientaron sus actividades económicas durante estos meses y empezaron con la venta a través de las redes sociales y la entrega a domicilio, lo que contribuyó muy positivamente a su recuperación.